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Un Simposio sobre Bandoleros Norteamericanos en la Patagonia reveló aspectos desconocidos de la vida de Butch Cassidy y Sundance Kid en Chubut: salieron de garantes de un comisario, alojaron a un gobernador y soñaron con establecerse como respetables ganaderos.Montado sobre su caballo, con las manos apoyadas en el puño de la montura, el hombre que no parecía dispuesto a hablar dejó caer la frase "Mi abuelo fue el capataz de Butch Cassidy y Sundance Kid".
De inmediato lo rodearon unas cincuenta personas escrutaron su sombrero ladeado su campera corta que alguna vez había sido clara, sus pantalones cubiertos por las monteras de cuero, la funda vacía de un rifle debajo de su montura, su alforja.
Pero el hombre no dijo más y, sabiéndose observado, desmontó y fue caminado tranquilo hasta un banco de madera, cerca de la cabaña de troncos que habitaron los conocidos asaltantes de trenes y bancos en el Lejano Oeste. Allí se sentó y así, comenzó su relato.
Esa fue una de las tantas historias que escucharon los investigadores, historiadores, periodistas y aficionados que llegaron al valle de Cholila, en Chubut, desde Estados Unidos, Europa, Chile y Buenos Aires.
En ese lugar de la Patagonia se escribió uno de los capítulos más intensos y extrañamente olvidados de la leyenda de los bandoleros norteamericanos mas buscados, Butch Cassidy y Sundance Kid.
La visita a Cholila fue parte del Segundo Simposio Internacional sobre Bandoleros Norteamericanos en la Patagonia, que se desarrolló la semana pasada en Trevelin, un pueblo de origen galés situado al pie de la Cordillera, en Chubut.
La iniciativa de la Dirección de Cultura de Trevelin, el Centro Nacional para la Patagonia y la revista La Bitácora también convocó a medios internacionales como el semanario norteamericano Newsweek y el diario español El País.
La televisión galesa preestrenó durante el encuentro un documental, Butch Cassidy, el capitulo perdido, que busca reconstruir la vida de Cassidy, el Kid y Ethel Place en la Patagonia.
Ese periodo fue ignorado en la película Butch Cassidy y Sundance Kid, dos hombres y un destino, que en 1969 protagonizaron Paúl Newman y Robert Redford, pese a la riqueza de los hechos y la leyenda.
Pero quizá la mejor revelación del simposio haya sido la presentación del libro Buscados en la Patagonia, del historiador Marcelo Gavirati, autor de vanos artículos sobre bandoleros publicados en la revista Todo es Historia.
Gavirati logra reconstruir las andanzas de estos personajes que cambiaron el Lejano Oeste por la aún más lejana Patagonia a través de la recopilación de documentos desperdigados en Argentina, Chile, Bolivia y los Estados Unidos y de un descubrimiento, un expediente policial que se labró en 1911 y que permaneció escondido.
En sus 500 fojas, el legajo resume las actuaciones policiales e incluye cartas y notas firmadas por Santiago Ryan (Cassidy) y Harry Place (Sundance). El expediente se inició a raíz del secuestro en Chubut del estanciero Lucio Ramos Otero, hecho que derivó en la persecución y muerte de otros dos bandoleros norteamericanos, Willie Wilson y Robert Evans a quienes la Policía Fronteriza encontró en las inmediaciones de Río Pico.
En esa localidad de Chubut se encuentran los restos de Wilson y Evans, que dieron lugar a otra leyenda; muchos afirman que pertenecen a Cassidy y el Kid, contrariando así la versión casi confirmada de que murieron en un tiroteo en Bolivia.
Buenos Muchachos.
Los registros indican que Butch Cassidy, Sundance Kid y su flamante esposa, Ethel (Etha) Place, llegaron a la Argentina en 1901, huyendo de la justicia y de la Agencia de Detectives Pirkerton. Bajo los nombres de Santiago Ryan y Harry Place, se instalaron en Cholila, alentados por los odontólogos Ralph y George Newbery, quienes oficiaban en Buenos Aires como vicecónsules honorarios de Estados Unidos.
Los Newbery, que poseían tierras en las inmediaciones de Nahuel Huapi, impulsaron el asentamiento de otros norteamericanos, entre los que se cuentan lohn Comodoro Perry (sheriff de Crokett Country), el arriero texano Martín Sheffieid y muchos otros -en su mayoría con cuentas pendientes con la Justicia- que conformaron "una pequeña colonia de habla inglesa", según escribió uno de ellos.
En Cholila construyeron una cabaña de troncos -que aún se conserva: parte de las actividades del simposio fue una visita- donde soñaron con pasar el resto de sus días "Me establecí para siempre -le escribió Cassidy a una amiga, en agosto de 1902- Tengo 500 vacunos, 1500 ovinos, 28 caballos de silla, dos peones que trabajan para mi, además de una casa de cuatro habitaciones y galpones, establo, gallinero y algunas gallinas. Los Estados Unidos me resultaron demasiado pequeños durante los últimos años".
En los valles cordilleranos, los bandoleros encontraron la amistad y el respeto de varios vecinos. Hasta firmaron documentos como garantes del comisario de la Colonia del Valle 16 de Octubre y alojaron en su cabaña al gobernador del Territorio del Chubut, Julio Lezana.
Durante una gira que realizó por los poblados cordilleranos en marzo de 1903 "Es difícil imaginar la extraña combinación de sensaciones que debieron pasar por las mentes de estos fugitivos buscados en los Estados Unidos al recibir en su casa una comitiva integrada nada menos que por el jefe de la Policía y el mismísimo gobernador del Territorio del Chubut dice Gavirati en su libro.
El Sueño Terminó.
La paz y la tranquilidad duraron poco para Cassidy el Kid y su mujer, en 1905 comenzó una serie de robos y atracos. Aunque esta casi comprobado que los hicieron otros asaltantes norteamericanos la condición de prófugos y la sospecha de que algunos de los autores de los asaltos podrían haberse guarecido en su cabaña, hicieron que el trío comenzara a inquietarse y preparase su partida del lugar.
Los hechos se iniciaron en Telsen Chubut en 1904 con el robo de una remesa de dinero a un proveedor de la compañía inglesa Tierras del Sur.
Cuando en febrero de 1905 el Banco de Londres y Tarapacá ubicado en Río Gallegos sufrió un asalto la policía sospecho de la complicidad por lo menos de los ganaderos norteamericanos establecidos en Cholila.
Los tres prófugos decidieron abandonar sus tierras vendieron la propiedad a la Compañía Cochamó de Chile y cruzaron los Andes.
Su rastro se hace confuso: se separaron, volvieron a reunirse; Etha viajo a San Francisco y casi no se volvieron a tener noticias de ella. El 19 de diciembre de 1905 se produjo un atraco en el Banco Nación de Villa Mercedes (San Luis) que es considerado el único asalto protagonizado por Butch Cassidy y Sundance Kid (junto con otros dos pistoleros) en la Argentina, adonde habrían reingresado desde Chile por Mendoza.
Huyendo de la policía, los bandoleros se dirigieron nuevamente hacia el sur. Se separaron, Cassidy cruzó otra vez hacia Chile y Sundance Kid regresó a Cholila, donde liquido el cobro de la venta de sus propiedades.
Los diarios de Buenos Aires La Nación y La Prensa competían por difundir los pedidos de captura de los norteamericanos, sus corresponsales comenzaron a recoger testimonios de sus andanzas, reales o imaginarias, por todo el centro sur del país.
Pero los hechos ubican a Cassidy y Sundance Kid recién hacia 1908, en Bolivia, donde al parecer también tenían intenciones de instalarse como hacendados. Pero el destino los había marcado.
El Fin.
Luego de trabajar en el arreo de mulas para empresas mineras, los bandoleros dieron su último golpe, asaltaron una remesa destinada a la Minera Aramayo, Francke y Cía. Huyeron hacia el norte, escapando de los uniformados que los esperaban por el sur, pero el 6 de Noviembre de 1908, en una casa del pueblo de San Vicente, los alcanzo el regimiento de Abaroa, del Ejercito Boliviano.
Los militares se acercaron sigilosamente, pero desde una puerta comenzaron a dispararles.
El jefe de la partida ordenó rodear el edificio para evitar que los bandidos huyeran por los fondos "Mientras se encontraban en esa tarea -dice Gavirati en su libro, basándose en investigaciones de los norteamericanos Daniel Buck y Ann Meadows- se escuchan tres gritos de desesperación dentro de la casa, luego de lo cual cesa el tiroteo, situación que se mantiene durante la tensa y fría noche.
Al amanecer, la comitiva encuentra los cadáveres de los dos gringos. Uno de ellos, el que sería Butch, con un balazo en la sien y otro en el brazo, el otro Sundance, sentado detrás de la puerta, abrazado a un gran jarrón de cerámica, con varios disparos en los brazos y uno en la frente. En las alforjas de los bandoleros estaba completa la remesa robada a Aramayo".
Sus cuerpos fueron enterrados en el cementerio de San Vicente. En 1991, el antropólogo forense Clyde Snow dirigió la exhumación de los restos en la presunta tumba de los bandidos Los análisis realizados sin embargo, demostraron que los huesos allí enterrados pertenecían a un minero alemán llamado Gustav Zimmer.
No obstante, en el Simposio de Trevelin, tanto Gavirati como Buck y Meadows concluyeron que "las evidencias históricas muestran de forma concluyente que Butch Cassidy y Sundance Kid encontraron su final en Bolivia, el 6 de noviembre de 1908". Después de esa fecha, "ni sus amigos en Cholila, ni ninguna otra persona que se tenga conocimiento recibieron correspondencia de los forajidos".
La leyenda continúa.
La presencia de otros pistoleros norteamericanos en la Patagonia, y la continuación de vanos delitos, prolongó la leyenda de Butch Cassidy y Sundance Kid en la región, mas allá de las evidencias de su muerte.
El 29 de Diciembre de 1909 se produjo un asalto a la Cooperativa Mercantil Arroyo Pescado, en las cercanías de Esquel, donde fue asesinado Llwyd ApIwan, gerente de la sociedad creada por los productores galeses de Chubut. El hecho conmocionó a la colonia galesa del Valle 16 de Octubre y reavivó el fantasma de la banda salvaje viva y operante en la Patagonia.
Hoy se cree que lo cometió la banda de Wilson y Evans, autores también del atraco al banco de Río Gallegos en 1905 y que el 29 de marzo de 1911 secuestraron al estanciero Ramos Otero y fueron baleados en la huida. En Río Pico hay una cruz de madera sobre la sepultura de Wilson y Evans señala el final de ese dúo y de los bandoleros norteamericanos en la Patagonia.
Fuente: Por Gustavo de Vera, desde Trevelin.
Para Revista XXII
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