"Capital del Viento" |
|
|
Captura de video. En el año 2002 se construyó en Comodoro Rivadia un monumento en conmemoración del centenario de la llegada de los colonos sudafricanos a la Argentina.
«Monumento a los Colonos Sudafricanos de Cro. Rivadavia -2012-». (01:23).
|
Unas casitas de chapas, un hotel, el Cerro Chenque, el mar abierto, el viento del Oeste, eso era Comodoro Rivadavia en 1.902 cuando los primeros emigrantes de Sudáfrica llegaron.Las historias de las migraciones reconocen diversas causas como económicas, sociales, religiosas o políticas. La migración Boer estaba caracterizada por el sello de la Libertad.
Cruzaron el Océano en barcos cargueros de Bandera inglesa, Kornwall, Hingland Fling, etc., desembarcando en Buenos Aires donde los que disponían de dinero podrían comprar mercaderías y herramientas.
Los primeros años llevaron la marca de una encrucijada, dos actitudes básicas caracterizaron la época en que los colonos sudafricanos debían decidir, si regresar a su Patria usurpada o afrontar la realidad estableciéndose.
Todo era distinto, el clima, el paisaje, el idioma. Estaban en tierras lejanas y extrañas, pero debían seguir adelante porque era el precio que pagarían por ser libres, por poder vivir a su manera, y éste país se lo permitía.
Abrieron huellas en los montosos cañadones para llegar a los terrenos preadjudicados guiados por algún baqueano. Algunos traían carros con una yunta de bueyes y así fueron ocupando los lugares más cercanos como Los Manantiales (Manantiales Behr), Cañadón Baumann. Desde los altos faldeos de Pampa del Castillo y Pampa Salamanca hacia el mar, fueron los primeros campos que poblaron éstos inmigrantes, formando lo que por muchos años se conoció con el nombre de "Colonia Boer".
Si bien su hábitat era el campo, siempre tuvieron la necesidad de trasladarse al pueblo o al puerto, para adquirir mercaderóas o provisiones, o para comercializar sus productos. En éstos viajes descubrieron un problema muy preocupante, tanto para el del paso como para los pocos habitantes del lugar.
No había agua para ellos, para los animales de tiro, por ejemplo, cada vez eran más, primero bueyes, luego mulas, finalmente caballos, que debían permanecer en la zona de Quinta López. Así fue que los boer, colocaron a Comodoro un trágico apodo que sigue flotando en el ambiente "Vrek van Dors" que significa "morir de sed".
La falta de agua movilizó a la gente en busca de una solución y como parte afectada, los sudafricanos tomaron participación de ésto.
El único alimento durante los primeros días fue carne envasada y galleta dura. El agua escasísima era traída en barriles desde Manantiales Rosales, distantes unos 9km. Éstas personas debían proceder de inmediato a la ocupación del campo designado en algunos casos.
Necesitaban proveerse de hacienda y primero conseguir transporte. Recuerdan agradecidos a un Sr. Rodriguez, que se encontraba en Comodoro Rivadavia, encargado del transporte de los postes telegráficos que, comprendiendo el problema de los colonos, casi sin agua y paralizados en el pueblo, gentilmente puso a su disposición los carros a su mando.
Se inicia la ubicación de varias familias, aunque en forma provisoria. A veces al subir una loma, veían la lejana luz de una fogata campesina, allí estaba el hogar de una familia boer.
Varios colonos salieron a explorar en busca de un lugar apto para establecerse. Cazaron un guanaco, animal para ellos no conocido, cuya carne fresca fue la primera gustada desde su salida de Buenos Aires.
Por allí donde fue cazado el guanaco, se ubicó Don Francisco Behr. Descubrió abundante ojos de agua llamando a ese paraje "Los Manantiales". Éste agua captada en 1912 por YPF, abastecen aún hoy día a la población de Comodoro Rivadavia y sus alrededores. En honor a su primer poblador, desde ese momento los llamamos "Manantiales Behr".
Faltos de toda comodidad, empleaban tal cual lo suministrado por la naturaleza. Hacían sus habitaciones con ramas verdes entrelazadas. Cerca del manantial, los muchachos pisaban barro, para emplearlo como revoque de las paredes de sus viviendas. No contaban con cal, cemento, ladrillos, clavos o madera. Fabricaban las puertas con cueros de guanacos estaqueadas sobre ramas.
Debían apurar sus construcciones, porque el frío y la nieve no postergaban su llegada y los toldos en que vivían no era lugar adecuado para sus criaturas en invierno. Todo era improvisado, con troncos aplanados con un hacha y acomodados sobre piedras, formaban un asiento. Un pedazo de lona impregnado de sebo, era una antorcha.
Un toldo montado sobre un carro, sin médico ni remedios, servía de hospital o de maternidad.
El padre de familia, debía arreglarse con lo poco que tenía a su alcance. Traían el agua en bolsas de lona, que las mujeres habían cosido e impermeabilizado con sebo derretido. Los muchachos transportaban leña, tirando con la cincha del caballo. Los utensillos de cocina debían cuidarse mucho, la ferretería más cercana estaba en Buenos Aires y los barcos tocaban el lejano puerto cada tres o cuatro meses.
Ésta gente estaba repitiendo en la Patagonia, lo que sus antepasados habían hecho en Sudáfrica, siglos atrás. Pero aquellos, se habían enfrentado con los hombres de color y los animales salvajes de la selva africana.
Llegó el momento que el Sr. Francisco Behr y otros vecinos se entrevistaron con el Sr. Francisco Pietrobelli, primer poblador del pueblo y cambiaron ideas sobre la convivencia y dar solución a tan urgente problema del agua. Fue elevado un petitorio al Superior Gobierno de la Nación. Más tarde, en febrero de 1906, éste mando al Sr. José Fuchs, con un equipo de perforación para buscar el preciado y escaso líquido.
Los colonos boer, se fueron adentrando en la meseta patagónica, con una problemática distinta, que pasaba por la incomunicación, la imposibilidad de que sus hijos recibieron educación escolar, sumado a una profunda crisis en el terreno religioso a raíz de la existencia entre los mismos emigrados, de dos líneas distintas de la Iglesia Protestante, pero fueron superadas con el tiempo. Los descendientes boer hoy cuentan con una Iglesia Reformada construida en 1.934, que refleja la ideología de la Iglesia Reformada de Holanda.
Los boer eran creyentes fervorosos, lejos de un pastor o de una Iglesia, su piedad causaba profunda impresión. El padre de familia, en compañía de los demás miembros, se arrodillaba y daba gracias a Dios por su bondad, antes y después de las comidas. Si llegaban visitas a su hogar, algún paisano o indígena civilizado, lo recibían con gran cortesía, aunque no se entendiesen lo invitaban a compartir la mesa.
Era admirable el coraje de las mujeres boer, que solas muchas veces, vencían su timidez y su recelo para dar hospitalidad. En ocasiones, cuando sus hombres debían adentrarse en los campos, por días, cuidando sus animales, pastoreando la hacienda, arreando, o cazando, ellas debían encargarse de todas las rutinas diarias del hogar y alrededores de la casa, en ocasiones contaban con la ayuda de sus pequeños o jóvenes hijos.
Los Boer, en el Sur de Africa, se ocupaban principalmente de la cría de ovejas y poco entendían de cosas que no se relacionaran directamente con el campo. Aquí se decepcionaron al no encontrar un mercado para la adquisición de animales. Las personas ya establecidas en la zona, les indicaban como llegar a lugares para conseguir ovejas, la frontera de Chile o la Colonia Galesa, en el Valle del Chubut, distante unos 400km a través de la pampa, sin agua y sin provisiones intermedias.
El viaje en esas condiciones y guiados por la brújula, los acobardaba. Pero al final ya no hubo más escapatoria, partieron los encargados, llevando la misión de adquirir la mayor cantidad posible de animales. Iban en un carro tirado por dos caballos lerdos, llevaban los enseres necesarios para un viaje de 400km de 50 o 60 por día.
Siguieron las huellas apenas visibles, dejadas por los carros que habían dejado tiempo atrás los que transportaban los materiales telegráficos, algunas ya borradas o inexistentes en los terrenos duros. Viajaban una 8hs diarias. Por la noche era neceario vigilar la tropa de ovinos, evitando el acercamiento de algún animal depredador, puma, zorro o gato montés.
Todo fue bien y la comisión regresó, salvando varias dificultades. Las noticias de éxito ayudaron a levantar el ánimo de los colonos, muy decaído por el fracaso de la búsqueda de agua en Comodoro Rivadavia, por ese entonces.
Créditos:
- Publicado en el Sitio FedeComEx.
|
|
|