"Capital del Viento" |
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Hace aproximadamente un mes, un camión se llevó los rieles del tramo de vía que atraviesa Holdich. Y no era el primero. Según cuentan, no son pocos los ávidos en vender como chatarra lo que alguna vez fue símbolo de pujanza sureña.Al darse a conocer esta situación, trascendió el deterioro que en los últimos años se ha puesto de manifiesto en aquel lugar.
Las pocas construcciones que quedan en Holdich han sido saqueadas, dejando como paisaje sólo ruinas.
En consecuencia, vecinos de la localidad de Sarmiento iniciaron una campaña para juntar firmas y solicitar al Gobierno provincial que se declare patrimonio cultural al lugar y monumento histórico a su abandonada estación de trenes.
También en Comodoro, el director del museo Antonio Garcés, Hugo Pérez Ruiz, comprometió gestiones en idéntico sentido ante Provincia.
Alejandro Aguado escribió varios libros donde reúne la historia de los pueblos que nacieron al costado de la vía de tren. Allí describe la actividad que Holdich concentraba en los años 30.
«Era el paso de viajeros por la ruta de tierra que unía el sur de Chubut con el norte de Santa Cruz y la estación era utilizada para despachar la producción lanera de las estancias por medio del ferrocarril hacia el puerto de Comodoro Rivadavia», relata.
Por toda esta actividad, a mediados de los años 30, en torno a la estación se desarrolló un pequeño pero pujante poblado.
El escritor local enumera el panorama que revestía a Holdich. «En su época de mayor esplendor se contabilizaban la estación de chapa y madera del ferrocarril, el tanque de agua para surtir a las locomotoras, una vivienda de material para las cuadrillas de peones del ferrocarril, una subcomisaría de policía, dos hoteles-boliches de grandes dimensiones, varios galpones y un imponente edificio de correo erigido por la poderosa estancia ‘La Nueva Oriental’, propiedad del imperio patagónico Menéndez-Behety».
Estas construcciones, tras el abandono, han sido víctimas del saqueo.
En "vias" de extinciónEl ferrocarril se clausuró en 1978 y en la década del 80 un matrimonio conocido como «los vascos» daba batalla al frente de su boliche-hospedaje, aunque el tráfico vehicular entre Chubut y Santa Cruz se había trasladado a la ruta nacional N° 3.
Al quedar viuda, la «Vasca» abandonó su comercio en la segunda mitad de los 80 y el edificio no tardó en ser desmantelado hasta transformarse en ruinas.
Entre otras cosas, cabe destacar que el poblado fue utilizado como locación de la memorable película dirigida por Carlos Sorín, «La película del rey».
Aguado cuenta que «en los años 90, un particular se ocupaba de cuidar lo que quedaba del pueblo». Su labor contribuyó a preservar parte del patrimonio histórico de esa región.
Sin embargo, aquel guardián se alejó del lugar, por lo que Holdich no tuvo quien lo proteja. Así, fue perdiendo poco a poco lo más característico del paraje: las vías.
«Genera tristeza observar la cicatriz de tierra pelada que contuvo los durmientes y los rieles, que por el desgaste del material hoy sólo sirven como chatarra», sostiene.
En un llamado público, el autor del libro «Aventuras sobre rieles patagónicos» se pregunta: «¿era tan necesario levantar justo el tramo de apenas mil metros que comprendía la ex estación Holdich, existiendo tantos kilómetros de vías?».
Los datos indican que hacia 1995 aún quedaba bastante material que merecía ser rescatado, del que hoy perdura muy poco, y cada vez menos.
Muchos conocedores de este pueblo proponen elevar una voz de alerta para poner freno a su depredación y se aprestan a solicitar que representantes provinciales propicien que dichos pueblos sean declarados sitios históricos.
Esto permitiría frenar el desmantelamiento de los rieles y las pocas edificaciones que se conservan.
Aguado sugiere que «en un futuro esos poblados puedan utilizarse para realizar arqueología histórica, que serviría para acrecentar el patrimonio de los museos regionales, o bien para el turismo».
«Por lo pronto, a Holdich ya lo despojaron de su alma», concluyó.
Créditos:Publicado en el Diario El Patagónico. (25/06/06).
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