"Capital del Viento" |
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Una recorrida policial de la Seccional Primera halló ayer pasado el mediodía el cuerpo sin vida de “Narciso” Esponda (61), el último lustrabotas de la ciudad.Sospechan que el techo de su humilde casa sobre la calle Sarmiento se desplomó mientras dormía en su interior, bajo la lluvia del fin de semana. Los vecinos que le acercaban comida pidieron que “su alma descanse en paz”.
Muy pocos conocían detalles de su vida; sin embargo, la mayoría de los comodorenses lo conocía o al menos lo había visto frente a los televisores de alguna pintoresca vidriera de la San Martín, sentado sobre su inseparable cajón de lustra botas.
Narciso era uno de esos personajes del centro que escasean por estos días y su figura era conocida, sobre todo a la medianoche, cuando se distraía mirando a los caminantes de un pueblo que lo adoptó en sus calles cuando era muy joven.
Su historia es particular: nació en una estancia cercana al barrio Diadema y su infancia obliga a acudir a los viejos sastres de la ciudad ya que su padre de crianza, Belarmino Velázquez, tenía un importante comercio del rubro en la zona céntrica aunque vivía con “Lito” (como lo llamaban a Narciso de pequeño) en una casa del viejo sector “La Paloma”.
De chico, Narciso hablaba mucho, compartía sus tardes jugando con otros niños de la parte alta de la avenida Rivadavia y en la época de estudios su papá lo traía a la Escuela 83 (ex 24), en pleno centro de su ciudad.
Con el paso de los años, Narciso perdió la memoria, buscó refugio en sí mismo y de a poco también dejó que el viento de la Patagonia se apoderara de él en las calles.
Acudió al silencio siempre que alguien le ofrecía una palabra y regalaba una sonrisa cuando algunos de sus vecinos le acercaban un plato de comida a él o sus compañeros agregados: dos perros del cual él tampoco era su dueño.
Este fin de semana, Comodoro Rivadavia se sorprendió y entristeció ante la trágica partida de uno de sus habitantes más especiales. Narciso se fue sin despedirse de nadie, fiel a su elección de vida.
Murió en su refugioLos policías del centro lo conocían muy bien, eran sus acompañantes lejanos en las noches frías de invierno y por eso sabían que Narciso no hubiese sido capaz de dejar en su humilde mejora levantada con chapas amontonadas y maderas su casco metálico y su cajón de lustrabotas.
El hombre, a los 61 años, parece haber encontrado la muerte descansando, ni el frío ni la lluvia lo podían apartar de su solitaria vida y fue en ese escenario de la calle Sarmiento al 400 donde el viento empujó una de las chapas del techo de su refugio.
El pesado objeto habría golpeado en su cabeza y este impacto, sumado al frío y a la lluvia, derivaron en una muerte silenciosa. Más allá de lo que se veía a simple vista en el terreno donde vivía, la policía igualmente buscó signos de violencia en su cuerpo pero al menos ayer en los primeros informes no surgió ningún indicio de violencia.
El cuerpo de Narciso fue trasladado a la morgue del Hospital Regional y hasta anoche personal de la comisaría de Rivadavia y Güemes no había podido encontrar a algún familiar de la víctima.
Créditos:Publicado en el Diario El Patagónico. (22/08/05).
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