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Hace ya 8 años que el archivo de YPF, esa monumental fuente de memoria que contiene la historia de la industria petrolera argentina del siglo XX —y de gran parte de Comodoro Rivadavia— permanece vedado al público.Se encuentra en un galpón situado entre el colegio Deán Funes y la administración de Repsol donde funcionara hasta el último día, en condiciones que inquietan a los investigadores.
Pertenece al Estado nacional, pero está dentro de un edificio de Repsol. Aseguran que su seguridad y su permanencia en Comodoro depende desde hace 10 años de una decisión política que no llega.
Concluido el proceso privatizador de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), el archivo de la empresa quedó en poder del Archivo General de la Nación, aquí en Comodoro, pero dentro de instalaciones pertenecientes a Repsol, cerradas al público. Hace ya 8 años que nadie puede visitarlo.
La titular del departamento de Historia de la UNPSJB, Eda Crespo, considera que el archivo de YPF, que hoy yace oculto y en condiciones que se desconocen dentro del inmenso galpón lindante al colegio Deán Funes, es el más importante de empresas de América Latina.
Un incendio que se presume ocurrió en 1915 afectó buena parte del material reunido desde el descubrimiento del petróleo, en 1907, pero es una certeza que las toneladas de papel acopiado datan del año 1916 en adelante, aunque también se conserva material fechado en 1910.
El archivo se divide en dos y reúne en una de sus partes los legajos y todo tipo de material testimonial sobre la actividad laboral, familiar, política y hasta íntima del personal empleado por la petrolera en cada yacimiento de la Cuenca del Golfo San Jorge.
Los documentos que testimonian el funcionamiento económico-financiero diario de la empresa, entre 1916 y 1991, completan este archivo cuyo valor histórico y cultural es incalculable.
Penas de historiadorSonia Ivanoff es abogada y profesora de historia. Se desempeña en la cátedra Seminario de Historia Regional de la UNPSJB y es la representante legal de la Federación de Colectividades Extranjeras.
Descendiente de inmigrantes búlgaros, su trabajo como investigadora responde a la inquietud del colectivo comodorense sobre el complejo proceso de constitución de esta comunidad multicultural.
Ivanoff se preocupa por el destino del archivo de YPF desde que el gobierno de Carlos Menem liquidó el petróleo de los argentinos.
Según el relato que planteó la profesional a El Patagónico, que el archivo aún permanezca en Comodoro Rivadavia responde a la buena voluntad de la coordinadora del organismo, Elizabeth Cipoleta, con quien ella misma logró trabar una buena relación al calor de un interés común por sus orígenes búlgaros y de su aguerrida defensa por el patrimonio cultural, permitiéndose junto a otros investigadores evitar el destierro de la historia contenida en el invalorable archivo de YPF.
Los historiadores de la ciudad ya habían sufrido un desprendimiento doloroso. La privatización de los ferrocarriles había motivado el destierro del archivo que se conservaba en kilómetro 5, guardando testimonios de la vida que sobre rieles otrora compartieron Comodoro Rivadavia y Puerto Deseado documentación de la empresa; sobre sus finanzas y sus recursos humanos, abarcativa de los años comprendidos entre 1905 y 1974.
Los historiadores saben que hoy ese material también permanece oculto en cajones, en unos galpones situados camino a Aeroparque, en Buenos Aires.
FuncionariosDesde 1991, la oportunidad de garantizar la permanencia de este archivo en Comodoro Rivadavia espera a quien la aproveche. Sólo es condición del Archivo General de la Nación que una persona jurídica del derecho público lo tome en custodia.
Personas jurídicas del derecho público son, por ejemplo, la Universidad, el Municipio o la Iglesia. Cualquiera de las tres entidades podrían tener la custodia del archivo, a condición de tomar los recaudos necesarios para la conservación de ese material, que no por su delicadeza y significancia debe estar vedado al público.
Ivanoff y otros investigadores ya en 1991 comenzaron a tantear resortes en el seno de la universidad local. Pero eran tiempos en los que desde la casa de estudios se optaba por establecer alguna alianza con el poder hegemónico y no abundaban mucho las críticas hacia la política educativa del neoliberalismo.
Ivanoff recordó que era difícil entonces que los rectores (Arturo Canero, primero, y Hugo Bersán, después) le facilitaran los fondos para encarar las obras de infraestructura y las tareas profesionales que incumben a la correcta administración de un archivo.
Fue el primer no. Y pronto llegarían los «sí», los «sí, claro», específicamente.
«Entonces trasladamos la inquietud al municipio. Y hoy cualquiera en el Archivo General de la Nación, y también su director general, Miguel Unamuno, pueden dar fe sobre la cantidad de veces que han visto a directores de Cultura de Comodoro Rivadavia defilando en Buenos Aires por los pasillos del organismo, repitiendo ‘ya lo hacemos, ya lo firmamos; nos vemos mañana».
Hoy, según parece, todavía no es mañana.
Por la Dirección de Cultura, desde 1991 a esta parte pasaron Damián Bruno Berón, Viviana Almirón, Estela Cano, Nelson Dames, Patricia Moyano y hoy Guillermo Rodríguez.
El Patagónico le consultó a Rodríguez si podría transmitir alguna novedad sobre el triste proceso que entre la desidia y la burocracia mantiene el archivo a la sombra. El actual funcionario respondió alzando los hombros.
DisfuncionesEn su raconto, Sonia Ivanoff no obvió mencionar que sólo el papel pertenece al Archivo General de la Nación y que tanto el terreno sobre el que está emplazado el material como el galpón que lo recubre pertenecen a Repsol.
Luego de que se decidiera la clausura del edificio ubicado en Km. 3, empleados de la ex petrolera estatal que continúan trabajando en Repsol tomaron bajo su cuenta la tarea de cortar el suministro de luz dentro del galpón, y tapiar puertas y ventanas.
El cableado eléctrico de esas instalaciones era de tela y un chispazo hubiera podido convertir en ceniza la memoria de Comodoro Rivadavia.
Según trascendió, es muy posible que el municipio continúe postergando la decisión de tomar la custodia del archivo en virtud de una negociación que habrían pretendido entablar con la petrolera.
La discusión giraría sobre la cesión del espacio físico en favor del municipio, a cambio de una condonación de deudas contraída por la empresa.
«La discusión del 91 en adelante pasó por dónde puede meterse semejante volumen de papel», dijo la investigadora Ivanoff, entre la vergüenza y la angustia.
Historia trunca«Los investigadores no nos ocupamos tanto de la historia económica, sino más bien de lo social: redes, inmigrantes, cadenas migratorias, cuantificación de inmigrantes por grupos, indagaciones sobre los libros de notas de la administración o directivas o resoluciones de las gerencias».
La profesora de Historia local Sonia Ivanoff también se prestó a describir el interés que particularmente le despierta la vastísima fuente de consulta que representa el archivo histórico de YPF.
Sus investigaciones se concentran especialmente en el complejo proceso de constitución de identidad de la comunidad búlgara en Comodoro.
Su trabajo más acabado se concentró en el proceso de inmigración de ese pueblo: «cómo se contactan para venir a la empresa estatal, la vieja Explotación Nacional de Petróleo que luego con (Enrique) Mosconi adopta el nombre de Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
Y a partir de eso es cuantificar, porque no hay otra base de datos semejante. Si bien vos vas al Hotel de Inmigrantes y sabes cuántos búlgaros entraron, hay muchos que no necesariamente entraban por el puerto; se te pierden y por otro lado el Estado no contrataba a todos».
Ivanoff sostiene que «si bien existía una política inmigratoria donde el Estado contrataba desde Buenos Aires para los territorios nacionales, en el fenómeno de los búlgaros se daba el caso de que las familias que venían completas las mandaban a Chaco, donde trabajaban todos —hombres, mujeres y niños— y los hombres solos a la explotación minera, en este caso Comodoro».
Pero desde la clausura del archivo de YPF, Ivanoff no pudo continuar su investigación. Sólo llegó con sus indagaciones hasta el año 1933. Y sabe que inmigrantes búlgaros ingresaron a la petrolera estatal hasta 1945.
«Esto, para quienes investigamos, es penoso. Yo no sé si la red migratoria cambió a partir de 1933; no sé si los lugares de expulsión en Bulgaria cambiaron porque la primera oleada pudo haberse dado desde zonas rurales, y la segunda podría haberse producido más por una necesidad de búsqueda de ideología política.
Para los que estudiamos este tipo de cosas es totalmente significativo el contacto con la fuente», concluye.
Legajos de personalDesde Relaciones Institucionales de la petrolera española informaron ayer a El Patagónico que, a su entender, el material del archivo histórico de YPF que concierne al personal de la ex petrolera estatal está en poder de Repsol, en Buenos Aires.
Planteada la inquietud, los investigadores del departamento de Historia de la UNPSJB consultados por este medio dijeron considerar que la empresa sí pudo haber retirado del archivo legajos de personal, pero solo los de aquellos agentes que aún continúan desempeñándose en la misma.
Los "apuntadores" de MosconiEn el departamento de Historia de la UNPSJB no son pocos los historiadores dispuestos a entregar ad honorem su tiempo al archivo de YPF en caso de que alguna vez pudieran volver a acceder a él. Todos comparten una pasión, pero sobre todo un temor.
El estado en que se encuentra el archivo hoy es un misterio. Cuando Sonia Ivanoff habla, es notorio que por su recuerdo la impotencia empuja el relato.
«Los primeros libros donde la vieja empresa dejaba asentados sus partes, e incluso informes sobre el personal relacionados a su militancia política por ejemplo (algo sumamente interesante), están hechos con hojas del tipo del papel de calcar. En ese tipo de documento consta el trabajo de los ‘apuntadores’, una figura exclusiva de la empresa estatal cuyo mentor fue (Enrique) Mosconi, que era el tipo que se infiltraba entre los trabajadores para delatar la militancia política y las costumbres de sus ‘compañeros’.
Bueno, las hojas donde esa historia cotidiana se van pegando con la humedad, y la tinta cambia de color de acuerdo a la temperatura ambiente, y con el transcurso del tiempo pasa del verde, al violeta y cada vez a tonos más claros que hacen la lectura imposible. Yo recuerdo que ya en los años 92 y 93 debíamos poner hojas en blanco debajo para poder leer lo que decían».
Estracta: Diario El Patagónico. (03/08/03)
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