"Capital del Viento" |
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El protagonista de esta historia es Máximo Nicoletti, un ex integrante de la organización [terrorista] Montoneros, cuya habilidad como saboteador le había tocado probar en carne o, mejor dicho, en metal propio a la Armada Argentina.En 1975, Nicoletti y otros buzos montoneros colocaron gelamón en un pilote cercano a la fragata ARA Santísima Trinidad, en Río Santiago, y le produjeron serios destrozos.
Dos años después fue capturado y permaneció un tiempo detenido en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde accedió a facilitar información contra el terrorismo a cambio de que se le permitiera marcharse del país junto a su familia.
Pero su experiencia en la voladura de buques fue registrada por la Marina.
En 1978, cuando las diferencias con Chile por el canal de Beagle pusieron al país al borde de la guerra, gente de la Armada se comunicó con Nicoletti.
Los marinos le pidieron a Nicoletti que prepare un plan para realizar una operación similar a la de Río Santiago, pero esta vez sobre un buque chileno. Sin embargo, la mediación papal evitó el conflicto y el plan se dejó de lado.
El 2 de abril de 1982, Nicoletti estaba en Miami, cuando al igual que el resto del mundo se sorprendió al ver en las noticias que la Argentina había recuperado las islas Malvinas.
Con el conflicto desatado, la Armada comenzó a evaluar la posibilidad de atacar un objetivo inglés en Europa. La idea era mostrarle a Europa los riesgos de tener a una parte importante de la flota de la OTAN tan lejos de casa.
La operación Algeciras estuvo desde su inicio bajo el mando directo del Almirante Jorge Isaac Anaya, integrante de Junta como jefe de la Armada y mentor de la recuperación del archipiélago irredento. El 22 de abril Anaya convocó a su despacho del edificio Libertad, en la zona de Retiro, al almirante Eduardo Morris Girling, titular del Servicio de Inteligencia Naval (SIN).
-Lo que propongo es golpear en Europa- dijo Anaya.
-¿Exactamente con qué fin? -preguntó sorprendido Girling.
-Si tenemos éxito en la operación, los europeos advertirán que los buques destinados a protegerlos, por ejemplo de los rusos, están a miles de millas, cerca del Polo Sur, y presionarán para que regresen.El comando de la operación estuvo a cargo del almirante Girling. Creó un grupo con Nicoletti y otros dos ex montoneros, y como enlace designó al capitán Rosales.
Los buzos eran Nicoletti y un ex montonero cuyo nom de guerre era "el Marciano", y como enlace en tierra actuó otro ex guerrillero conocido como "el Pelado Diego".
Trabajar con un equipo de ex terroristas ofrecía a la Marina dos ventajas. Por un lado, la Armada Argentina, llegado el caso, podría afirmar que esos hombres no tenían nada que ver con la institución y formalmente quedaría desvinculada del incidente. Por otro lado, los ex montoneros tenían formación de tipo militar y una larga experiencia en operaciones clandestinas.
El plan diseñado por Anaya era simple. El grupo debía trasladarse a la base militar que Inglaterra posee en el Peñón de Gibraltar, frente al puerto de Algeciras, y una vez allí, equipados con los correspondientes equipos de buceo, debían colocar minas submarinas en un buque inglés. El marino designado sería el enlace con Buenos Aires, pero la faz operativa estaría a cargo de Nicoletti y sus hombres.
La operación era una copia de la que realizaron los italianos en la Segunda Guerra Mundial, cuando con buzos y torpedos humanos hicieron estragos en la flota inglesa, que recalaba en el puerto de Alejandría. El propio padre de Nicoletti -un inmigrante italiano- participó en su juventud de la foltilla de torpedos humanos MAS que ideó Benito Mussolini.
El sábado siguiente a que Anaya diera el visto bueno, Nicoletti y "el Pelado Diego" partieron desde Ezeiza (Arg.) en un vuelo a París con el equipo de buceo y un mapa turístico de Algeciras como único instrumento cartográfico para desarrollar la operación. Cuando llegaron a la capital francesa, oficiales de inteligencia sospecharon de inmediato de los argentinos.
Los pasaportes fueron los que llamaron la atención. Efectivamente, se trataba de pasaportes falsos que el ex montoneroi Víctor Basterra había hecho para la Marina.
Aunque los talentos de falsificador de Basterra eran muy respetados, todo indica que en ese trabajo no se había esmerado. El propio Nicoletti recuerda que eran tan malos que si se los ponía a trasluz se podía ver la marca "Rivadavia" [conocida papelera argentina] en las hojas utilizadas.
Luego de demorarlos un buen rato, se resolvió dejarlos continuar viaje. Nicoletti adujo que estaban en tránsito a Málaga y que no había motivos concretos para detenerlos. Aunque el incidente no pasó a mayores, siempre quedó la sospecha de que la inteligencia francesa pudo haber alertado a los servicios ingleses y españoles sobre la presencia de los argentinos.
Una vez en Málaga, Nicoletti y "el Pelado" alquilaron un auto y se dirigieron a Estepona, a 18 kilómetros de Gibraltar.
Unos días después se dirigieron a Madrid, donde se encontraron con "el marciano" y el capitán Rosales. Allí alquilaron otros dos autos y pasaron por la embajada argentina a recoger los explosivos.
Se trataba de minas italianas de carga hueca -con 25 kilos de trotyl cada una- que habían llegado a España por valija diplomática, envueltos en una boya de colores.
El traslado de los explosivos a Algeciras hizo pasar más de un momento difícil al grupo. Se temía una requisa de la Guardia Civil, que había intensificado los controles ante la posibilidad de que la ETA aprovechara la organización del Mundial de Fútbol para realizar un atentado.
En el camino de regreso a Algeciras, el grupo se detuvo en una tienda de "El Corte Inglés" y compró un gomón. Ya tenían todo lo necesario.
Una vez en el puerto de Algeciras se hicieron pasar por un grupo de pescadores argentinos, de vacaciones en la Costa del Sol, y comenzaron a recorrer la bahía.
Sus incursiones se volvieron tan familiares que los lugareños llegaron atomarlos como un divertido grupo de aventureros. En esas incursiones observaron que las garitas de vigilancia de la base inglesa estaban usualmente vacías, y comprobaron que bajo el agua no se habían colocado las redes que se utilizan para detectar la incursión de submarinos. Era evidente que los ingleses no esperaban un ataque.
Sólo quedaba elegir el blanco y las condiciones climáticas adecuadas.
El problema era que en la base el único buque inglés de importancia era una fragata, que entraba y salía, y no siempre coincidían las condiciones climáticas necesarias-cielo nublado y baja visibilidad- con la presencia del buque en la bahía.
El más ansioso por dar el golpe era Nicoletti, quien primero propuso volar un pequeño buque minador, con casco de madera, que estaba atracado junto al muelle.
Para comunicarse con Buenos Aires el grupollamaba desde una cabina telefónica a una casa particular alquilada por la Armada y que estaba a nombre de un jubilado.
Anaya no autorizó la operación, porque consideró que el minador era un objetivo menor y que no se iba a lograr la repercusión buscada. Días después, ingresó a la bahía un supertanque de bandera liberiana, y Nicoletti volvió a proponer su voladura.
Esta vez Anaya rechazó de plano la propuesta, porque consideró que iba a causar un desastre ecológico y un gran número de muertes civiles, y lo único que se lograría sería un contundente repudio internacional.
En este punto, las versiones difieren: Nicoletti niega los dos llamados y sostiene que un día tuvieron las condiciones climáticas perfectas y un blanco adecuado. Según su versión, en Buenos Aires ordenaron suspender la operación porque se estaba desarrollando una instancia clave en las negociaciones que se llevaban adelante para terminar con la guerra.
Por esos días el canciller Nicanor Costa Méndez se reunió con el secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, en Nueva York, en la sede de las Naciones Unidas. [Nota: cuando EEUU rompió su supuesta neutralidad para apoyar decididamente a GB, a Haig comenzaron a llamarlo en Argentina Chesterfield, por la marca de cigarrillos cuyo eslógan era el americano más vendido].
Lo concreto es que finalmente recaló en la bahía de Algeciras el destructor Ariadne, un modelo tipo 42, similar al Sheffield. Después del hundimiento del crucero General Belgrano, el 2 de mayo, Buenos Aires autorizó la operación y ésta se programó para el lunes siguiente.
La versión oficial sostiene que el operativo Algeciras fracasó por un incidente casi fortuito. El sábado previo a la fecha fijada el capitán Rosales y el "Pelado" fueron a renovar el alquiler de los dos autos en los que se movilizaban. No sabían que ese etalle doméstico iba a tirar por la borda toda la operación.
El jefe de Policía del lugar había ordenado a la agencia que le informara de inmediato si volvían a aparecer los argentinos que había alquilado autos pagando en dólares, sin utilizar las habituales trajetas de crédito.
Aparentemente, el motivo era que en meses anteriores se habían producido una serie de asaltos a bancos y joyerías, en los que estuvieron involucrados argentinos y uruguayos. A raíz de esos episodios la policía española dedicaba especial atención a las actividades de cualquier rioplatense.
Apenas ingresaron por la puerta del local, los empleados de la empresa dieron aviso al comisario. Éste se hizo presente en el lugar y comenzó a interrogarlos. Cuando la situación empezó a complicarse, el capitán pidió hablar a solas con el comisario. -Soy oficial de la Armada argentina- le dijo.
-Si tú eres marino argentino, yo soy sobrino del Papa.-le contestó risueño el comisario y ordenó a la policía que detuviera a los otros dos argentinos que esperaban en el hotel.
"Perdimos", pensó Nicoletti apenas vio entrar a los policías en la habitación. Con una larga experiencia en detenciones, sabía que las primeras horas pueden ser muy largas y les pidió a los policías que les permitieran almorzar. El propio Nicoletti cuenta que fue un almuerzo divertido, en el que los policías españoles lamentaban que el episodio ya hubiera lleagdo a oídos de sus superiores.
"Los españoles nos trataron muy bien. -recuerda- Vino uno y nos dijo: 'Hombre, si yo sabía que estábais por hundir un barco inglés os dejaba'." Después de todo, el Peñón de Gibraltar también es territorio usurpado por Inglaterra. Luego del almuerzo, que incluyó una doto compartida entre los ex guerrilleros, el capitán argentino y los policías españoles, fueron trasladados a Málaga.
El primer ministro español, Calvo Sotelo, realizaba una gira de campaña por la zona y se enteró del episodio. Inmediatamente ordenó tapar el asunto y liberó ocho asientos en el charter que utilizaba. Dispuso que los cuatro argentinos y cuatro policías regresaran a Madrid con él.
Ya en la capital, Calvo Sotelo embarcó a los argentinos en un vuelo de línea a Buenos Aires, y los frustrados comandos fueron acompañados por efectivos de la policía española hasta las Canarias. Desde allí continuaron viaje solos.
Muchas son las críticas que se podrían hacer a la operación Algeciras. Desde haber utilizado un mapa turístico en lugar de una carta militar, hasta hasta el uso de pasaportes falsos de mala calidad y el hecho de que utilizaran dinero en efectivo, llamando así la atención de las autoridades.
Además, este tipo de operaciones suelen ser planificadas por un grupo que hace las tareas de reconocimiento y ejecutadas por otro. Tampoco esto se cumplió.
Más allá de esto tuvo su cuota de romanticismo y audacia, logrando que quienes se habían enfrentado antes en una lucha fratricida se unan luego detrás de una causa justa.
Estracta: Adaptación del artículo publicado en Revista "La Primera", del 29 de julio del 2000 y publicado en el Foro "Argentina y América es Posible". (24/02/04)
Visitar: Operación Algeciras, la película.
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