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Salud

Anorexia y Bulimia
 


Si se arma una estadística de los más frecuentes trastornos de la alimentación, la anorexia y la bulimia, ocupan los dos primeros lugares del podio. A pesar de ser enfermedades comunes, los datos epidemiológicos sobre el número de afectados son escasos y fragmentarios.

Pero los mitos que las rodean son numerosos y completos. Aunque resulte extraño, las II Jornadas Internacionales de Anorexia y Bulimia realizadas recientemente en Córdoba dejaron en claro que lo poco que se conoce a ciencia cierta contradice en mucho la imaginación popular.

Entre las principales fábulas que los especialistas desmienten, se destacan las siguientes:

Nada indica que la incidencia de la anorexia esté en aumento, aunque sí parece haber más casos de bulimia.

No se trata de trastornos exclusivamente psiquiátricos, causados por factores culturales.

No son enfermedades que afectan sólo a mujeres de países occidentales y de clase media y alta.

Los textos médicos explican que la anorexia nerviosa es un desorden alimentario caracterizado por la negación a comer que puede llegar a poner al afectado en riesgo de muerte.

Prácticamente en el 90% de los casos, las pacientes son mujeres de entre 10 y 29 años. Un detalle característico de esta enfermedad es que las anoréxicas se sienten gordas, aunque su peso real esté muy por debajo de lo indicado para su contextura.

En cambio, el bulímico alterna atracones de comida con vómitos autoproducidos, laxantes o diuréticos, y ejercicios físicos extenuantes. Todo eso le sirve para purgar su comilona.

En aumento

Las cifras que publican los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de los Estados Unidos aseguran que la anorexia nerviosa afecta a cerca del 1 % del total de la población mundial, mientras que entre un 2 y un 3% de las adolescentes mujeres de Occidente sufren de bulimia.

Pero lo cierto es que ningún estudio serio indica que la incidencia de anorexia esté en aumento. Una de las asistentes al congreso cordobés, la doctora Frances Connan, jefa de Residentes de la Unidad de Psiquiatría en los hospitales Maudsley y Bethlem de Londres, aclara:

"Es difícil interpretar los datos cuando se trata de una enfermedad de este tipo, pero un análisis general revela que no hay indicios que muestren un incremento en la incidencia de la anorexia. En cambio, sí está aumentando la bulimia".

Claro que ambas -especialmente esta última- son difíciles de diagnosticar y es muy posible que las cifras reales de afectados sean mayores.

Esta falta de precisiones se acentúa en la Argentina. Según explica el especialista Oscar Meehan, uno de los organizadores de las jornadas, "lo cierto es que no hay estadísticas locales sobre la incidencia de estas afecciones.

Son trastornos que no reciben demasiada atención pública y fondos para estudios. Pero podemos movernos con algunas cifras aisladas.

Por ejemplo, una investigación realizada en el Hospital de Clínicas de Córdoba, reveló que cerca del 23% de las estudiantes universitarias sufre algún tipo de trastorno de la alimentación. Y ese estudio excluía la obesidad".

El origen

Otro de los mitos que rodean estos trastornos es su origen cultural. "Es una enfermedad de moda, que sólo afecta a adolescentes presuntuosas, en Europa y Estados Unidos", se piensa.

Sin embargo, la psiquiatra Janet Treasure, titular del Departamento de Trastornos Alimentarios del Instituto de Psiquiatría de la Universidad de Londres, asegura:

"Hay muchos trabajos epidemiológicos que demuestran que estos trastornos siguen típicos patrones genéticos. Por ejemplo, dentro de una misma familia se encuentra mayor frecuencia de casos respecto de grupos no relacionados. Por otra parte, en estudios de riesgo de este tipo de trastornos se ha determinado que si una persona tiene un pariente cercano con un desorden alimentario dicho individuo está sometido a un riesgo de siete a diez veces mayor de repetir el problema que la población general".
Además, se sabe que no se trata de una enfermedad cultural. La doctora Connan detalla: "Tenemos relatos médicos de la Edad Media donde se describen síntomas compatibles con la anorexia. Además, se registran porcentajes similares de casos de anorexia en todo el mundo, cosa que no ocurre con la bulimia.

Todo esto sugiere que ese tipo de desorden alimentario no tiene una causa social, sino que se origina en la interacción de factores tanto biológicos como culturales.-

Buscando, justamente, explicaciones biológicas, los expertos descubrieron que hay una estrecha relación entre ansiedad, stress y trastornos de la alimentación. Así, si una persona descubre que se encuentra en un edificio que comienza a incendiarse, su hipotálamo (una región del cerebro) inyectará en el torrente sanguíneo una oleada de hormonas -especialmente cortisol y adrenalina-.

En segundos se incrementa la presión arterial, la sangre en los músculos y el latido del pulso: ahora, la persona está lista para defenderse o huir del peligro. En esa preparación para la lucha, lo último que se necesita es sentir hambre, sueño o deseo sexual.

Y por eso el mecanismo hormonal del cortisol y la adrenalina se ocupa de suprimir temporalmente esas sensaciones. Cuando la situación de stresss finaliza, bajan las concentraciones de las hormonas de acción y se generan otras sustancias bioquímicas -como el AVP- que se ocupan de despertar el apetito.

"Lo que hoy estamos viendo -explica Connan- es que, si el stress se hace crónico, la concentración de AVP aumenta y modera el sistema, generando un poco de hambre. Pensamos que en la anorexia nerviosa algo en ese mecanismo falla y el paciente queda sin apetito.

Como si estuviera atrapado -de manera permanente- en el techo de ese edifico en llamas."

También se sabe -a partir de experiencias en animales- que los mecanismos regulados por la serotonina (neurotransmisor clave del cerebro, que también actúa sobre la sensación de hambre) están relacionados con la depresión y los trastornos alimentarios.

Oriente y Occidente

Aunque usualmente se considera que la anorexia y la bulimia serían enfermedades culturales, con una fuerte influencia de los modelos sociales, los medios de comunicación y la estructura familiar, lo cierto es que se ha determinado que en diversos grupos sociales de Asia, Africa e islas de América Central el índice de personas con síntomas de anorexia es similar al de los Estados unidos y Europa.

"Por otra parte, hay revistas médicas inglesas publicadas en 1873 donde médicos clínicos describen casos de bulimia y anorexia entre sus pacientes", asegura Horacio Losinno, psicólogo y ex director del Servicio de Consultoría de la Universidad de Buenos Aires para Trastornos de la Alimentación.

Lo cual vendría a desmentir su exclusivo origen cultural. Tal vez la mejor definición posible sobre la causa de estas afecciones es la que da Janet Treasure: "Cada vez queda más claro que los genes cargan el revólver, pero es el medio ambiente -donde se desarrolla cada persona- el que aprieta el gatillo de estas enfermedades".

Daños muy reales

Al tratarse de trastornos de la alimentación es fácil caer en la creencia de que se trata de enfermedades menores, que sólo afectan a chicas tontas, preocupadas por su figura.

"Lo cierto es que de mito tienen poco, pero con seguridad traen daños físicos y hasta riesgo de muerte (ocurre en uno de cada 10 casos)", explica la doctora Frances Connan, jefa de Residentes de la Unidad de Psiquiatría en los hospitales Maudsley y Bethlem de Londres.

Entre las complicaciones causadas por estos trastornos se encuentran: osteoporosis, problemas cardíacos, anemia y daños en el hígado, además de desgarros de esófago y problemas generales de desnutrición.

Por otra parte, la anorexia genera un alto riesgo de esterilidad, especialmente si se cronifica. "Luego de un año de enfermedad -explica el doctor Oscar Meehan-, el 40% de las pacientes se vuelve estéril por un problema de desbalance hormonal que afecta al útero y los ovarios. Así -en Londres-, a muchas de estas pacientes no las diagnostica un médico clínico o un psiquiatra, sino que se las identifica en las clínicas de fertilidad.

Prevención

El 3 por ciento de las adolescentes occidentales sufren de bulimia. Di Pietro/Knight

"Muchas veces se confunde la prevención en anorexia y bulimia con educación sobre nutrición. Lo cierto es que esta tarea -aunque importante- no es decisiva.

Y el mejor, y triste, ejemplo es el siguiente: en diversas ciudades se han realizado campañas de divulgación sobre nutrición para luego comprobar que, aunque se sabía más de alimentación sana, la incidencia de los trastornos alimenticios seguía siendo la misma".

Quien asegura esto es la psicóloga Melanie Katzman, investigadora del Departamento de Psicología de la Universidad de Cornell, Estados Unidos.

Para Katzman, la clave pasa por cambiar lo que los pacientes hacen, no lo que comen. Así, recomienda trabajar con los afectados hablando no de la figura que puede tomar su cuerpo sino de las funciones, del metabolismo y de la mente. También es importante discutir -y cambiar- los modelos con los que se identifica una persona.

"Finalmente -asegura- no se necesita mucho dinero para implementar una campaña de prevención: es posible vigilar que los clasificados con ofertas de trabajo no discriminen por sexo, raza, religión, figura o peso de las personas. O, como ocurre en la ciudad de Barcelona, exigir que en los negocios de ropa haya talles normales y no sólo extra-pequeños."

En los colegios, los profesores pueden estimular a chicos y chicas de todos los pesos a practicar actividades tradicionalmente encasilladas para los flacos (como la gimnasia deportiva o el ballet). También es posible generar charlas con modelos de adultos exitosos, cuya figura física diste mucho de la flacura.

Créditos:
Por Enrique Garabetyan
Para La Nación

 



   
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