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“Decidimos enviar a Santa Fe las 125 mil porciones de ‘Súper sopa’ (www.supersopa.unq.edu.ar) que habíamos producido hasta ahora”, explica, orgulloso, Julio Villar, rector de la Universidad Nacional de Quilmes.La súper sopa es una sistema alimentario que, originalmente, estaba destinado a mejorar la nutrición de la población carenciada del partido de Quilmes y zonas de influencia, pero, en la Argentina, otra vez, lo urgente desplazó a lo importante, esta vez, justificadamente.
Así, la primera partida de la Súper sopa, suerte de “guiso” enlatado, debutó en Santa Fe y sus hacedores, que no persiguen fines de lucro, renovaron la apuesta: ya están listos para garantizar su provisión a numerosos comedores infantiles y familias carenciadas del sur bonaerense.
La Súper sopa es una ración alimentaria elaborada bajo las normas de la Food Agriculture Organization (www.fao.org/index_es.htm), en base a hortalizas, carne vacuna, arroz o fideos, proteínas y nutrientes como el calcio, hierro y zinc.
De alto valor nutritivo, cada porción es producida en óptimas condiciones de higiene y seguridad. El costo aproximado de cada porción es de $ 0.10, pero a los comedores llega a $ 0.03.
“El procedimiento se puede reproducir a muy bajo costo en cualquier fábrica de conservas de las tantas que hay abandonadas en nuestro país”, afirma Villar.
El producto llega fraccionado en latas de 4 litros o 50 porciones, es fácil de manipular y se almacena por dos años sin frío. Para ingerirlo solo es necesario mezclar el contenido de la lata con dos partes de agua caliente.
La Súper sopa es un programa desarrollado por la Universidad Nacional de Quilmes con el apoyo del Gobierno de la Nación, que en los últimos meses avanzó significativamente.
Desde hace un mes, su flamante planta está en condiciones de cumplir con su objetivo: producir un millón y medio de porciones por mes para alimentar a los niños.
“Para volcarnos a la fabricación masiva necesitamos el subsidio que se comprometió a aportar el Gobierno”, explica Villar, quien espera ansioso noticias del diputado Eduardo Caamaño sobre el millón de pesos que necesitan para elaborar, durante un año, la friolera de 18 millones de porciones de sopa. El sistema empezó a aplicarse hace algunos años en Brasil, donde ya hay siete plantas por el estilo produciendo raciones similares.
En nuestro país, la iniciativa hizo pie en la provincia de Buenos Aires, mientras el hoy presidente Eduardo Duhalde era gobernador. “Habían comprado algunas máquinas y las pusieron en manos del Mercado Central, pero el proyecto nunca arrancó”, explica Villar.
Hace un tiempo, el Gobierno le donó aquella maquinaria a la Universidad, que compró algunos equipos más y, entre enero y marzo, construyó una planta vecina a su predio. Hoy, el desarrollo está en condiciones de producir 1500 latas de alimento concentrado por día, siempre con los comedores comunitarios de los alrededores de Quilmes como horizonte principal.
En la planta, trabajan 20 becarios dirigidos por dos jóvenes profesionales, todos de la carrera de Ingeniería en Alimentos que dicta la propia unidad académica.
“Las universidades deberían tener más participación, hay muchas cosas que podemos hacer sin que esto signifique incrementar las partidas presupuestarias”, estima el rector, convencido de que el problema del hambre, si existe voluntad política, es de pronta resolución.
Enseguida, Villar aboga por un control de precios que frene los aumentos generados por el “boom” exportador: “Nos falta organización y buena administración, pero en nuestro país, la comida tiene que ser más barata”, apunta, y se indigna con la desigualdad de un país que produce alimentos para 400 millones de personas y no garantiza la ingesta básica de sus 36 millones.
“Nos faltan ideas, necesitamos que la gente y los gobiernos nos demanden más cosas. Desde las universidades podemos responder”, se ilusiona.
Estracta: Diario Clarín . (05/05/03)
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