"Capital del Viento" |
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Una experiencia cargada de emociones y adrenalina vivieron, en el mes de noviembre pasado, directivos del Museo Egidio Feruglio de Trelew que al formar parte de un proyecto de investigación de la Universidad de Kansas, Estados Unidos, pudieron viajar al Continente Antártico para trabajar en la propuesta de recolección de restos fósiles vegetales de los períodos Triásico y Pérmico, cuya vida datan de 200 a 250 millones de años atrás.Más allá de la investigación, la experiencia vivida por el director del MEF, Rubén Cúneo y por el jefe del Laboratorio Técnico del MEF, Pablo Puerta, merece destacarse: Vivir un mes con temperaturas en promedio de 40 grados bajo cero, en tierras absolutamente blancas y con media docena de ropas para protegerse del frío, comiendo alimentos que había que descongelar siempre y con reservas de otros tantos alimentos deshidratados, además de vivir con el sol bien alto durante las 24 horas del día, días sin noche.
Cúneo ya tuvo oportunidad de viajar para diversas investigaciones al Continente Antártico; en tanto Puerta viajó por segunda vez pero en esta ocasión con una particularidad, había sido padre 6 días antes del 11 de noviembre, día fijado para partir.
Un largo viajeEl 11 de noviembre Cúneo y Puerta viajaron hasta Nueva Zelandia, en un vuelo traspolar, y llegaron el 13 de noviembre porque «cuando se viaja en un vuelo traspolar se pierde un día, se pasa el límite horario del Pacífico y adelantás un día».
Cuando llegaron a Nueva Zelandia fueron muy bien recibidos, y agasajados. Junto a los representantes del MEF estuvieron los Dres. Edith y Tom Taylor, Jeffrey M. Osborn, Ph. D., y Charles P. Daghlian, Ph.D. También se sumó un montañista.
«Llegamos a Nueva Zelandia, allí nos esperaban, porque ahí es donde opera el Programa Antártico Americano, tienen una gran población. Ahí, durante un día, hicimos la prueba de equipo, ropa, etc., donde nos dan todos los equipos especiales para prepararnos para ir a la Antártida. Pasamos ese día allí», recordó Cúneo.
Desde Nueva Zelandia viajaron hasta la Base Mac Murdo, ya situada en el Continente Antártico: «Fueron 5 horas de vuelo, viajamos en un avión especial, el doble de tamaño de un Hércules. Ahí nos hicieron una recepción, nos alojaron. En esta base hay 2 mil personas en verano».
El avión aterrizó en una plataforma de hielo, arriba del mar congelado. La capa de hielo del mar tenía entre 4 y 5 metros de espesor».
SupervivenciaCúneo no realizó el curso de supervivencia que sí realizó Puerta, junto a otras personas que por primera vez pisaban suelo antártico, en la Base Mac Murdo.
«Estuvimos 4 ó 5 días haciendo los preparativos para el campamento. En la Base se preparó la comida, carpas, equipamiento del campo, etc.», dijo Cúneo.
Puerta habló del curso de supervivencia, destacando que había que construir un iglú y dormir una noche. Noches que en realidad no existen en el Polo Sur en el mes de noviembre, uno de los seis meses en que hay claridad, ya que los otros seis son de oscuridad en forma completa.
Pablo construyó una trinchera, una especie de nicho, y allí pasó la noche en el curso de supervivencia, durmiendo en la bolsa térmica.
El trabajoTambién en un avión especial que partió de la Base Mac Murdo llegaron al campamento, ubicado en Amundsen-Scott, a una hora y media de la base. La zona del trabajo fue la cercana al Glaciar Beatmore, que es el glaciar más ancho del mundo, de 25 kilómetros de ancho, al borde del Plateau Antártico.
El universo blanco quedó para los expedicionarios y se dispusieron, asimismo, otros campamentos para personal de logística de los investigadores como cocineros, choferes, carpinteros, administrativos.
«El proyecto de investigación volvió a ponerse en marcha en el año 2001. El eje del mismo consiste en estudiar todo el reino vegetal del pasado en un sector de la Antártida de los períodos pérmico y triásico, entre 200 y 250 millones de años atrás», dijo Cúneo.
Los días vividosLos investigadores estuvieron un mes sin bañarse, imposible hacerlo en el campamento. Los trajes tenían cierres especiales, adaptados para hacer las necesidades fisiológicas.
Nunca llegaba la noche, se encontraron con pingüinos emperadores, algunos lobos marinos, pocas aves, nada de vegetación, ni siquiera líquenes. No pudieron filmar, las cámaras se congelan y se rompen; sí pudieron recoger numerosos testimonios fotográficos.
Vestirse llevaba un buen tiempo. Incómodos, pero sí o sí debían vestir ropa térmica especial para temperaturas bajo cero: Sobre la piel un equipo de polipropileno; arriba otra prenda más liviana; la tercera prenda era un polar completo; arriba del polar un pantalón especial para el viento; luego un chaleco y arriba de todo eso, las camperas. Y enormes botas.
FantásticoEl informe sobre la Antártida del proyecto de la universidad estadounidense, que integra el MEF de Trelew, estará terminado en dos o tres años más.
Para Cúneo y Puerta haber vivido la experiencia, «a nivel emoción es fantástico, porque nos mantiene relacionados con grupos importantes que trabajan en la Antártida», coincidieron.
En cuanto a la investigación «nos interesa sobremanera saber cuáles eran las relaciones entre la Patagonia y la Antártida, ya que los dos continentes estuvieron en un momento juntos.
Qué pasó, cómo fue esa historia, qué animales vivían, cómo eran los climas, las plantas, cuál era la relación de un continente y otro para nosotros es muy interesante desde el Museo porque queremos contar la historia desde acá integrada al resto de un supercontinente», dijeron.
Crédito:Publicado en el Diario El Chubut. (01/02/04)
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