"Capital del Viento" |
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Sandra cumplió 38 años.
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Con la actitud similar de un niño que se sorprende al ver la casa decorada con globos y guirnaldas, y sin entender bien el motivo, Sandra —para siempre “persona no humana”— salió de su cama y comenzó a recorrer lentamente el habitáculo que ocupa desde 2019 en el Center of Great Apes, en Florida (EEUU). Su pelaje rojizo relucía, señal de buena salud. Quizás no tenía idea, pero estaba cumpliendo 38 años.Cuántas cosas dejó atrás. Quizás no las tenga presente o quizás cada tanto las sueñe. Es probable que los orangutanes tengan más sabiduría que los humanos y solamente vivan el presente. El de ella es al lado de Jethro, su compañero de vida desde hace cuatro años.
Porque mientras las puertas del mundo se cerraban ante la pandemia de coronavirus, las del recinto de esta orangutana se abrían para probar si podría, tras una década en la más absoluta soledad, convivir con un par. Pudo. Alguna foto indiscreta hasta los muestra dándose unos besos, cual enamorados.Antes de esta vida —La vie en rose, diría la excepcional Edith Piaf—, Sandra conoció lo que ningún ser sintiente (con capacidad de sentir y con conciencia) debería conocer: vivió 33 años en cautividad. Nació en un zoológico alemán en 1986, pasó sus primeros 9 años en una jaula de cemento y, paradójicamente, tocó por primera vez la tierra cuando llegó al Zoológico de Buenos Aires, en agosto de 1994.
Llegó acompañada de Max en los años en que el exconductor televisivo Gerardo Sofovich lo dirigía. Allí permaneció un cuarto de siglo en una jaula con doble enrejado y detrás de un doble vidrio, más tarde.Fue madre de Gembira, su cría a la que dicen que no aceptó y fue enviada a China. Max ya estaba en el zoo de Córdoba. Quedó completamente sola, azorada ante las miles de personas que por día la miraban. Quizás tampoco entendía cuál era el atractivo de verla allí, sobreviviendo. Y entonces, algunas almas notaron en ella la particularidad de su mirada.
Lo que siguió desde ese momento fue el inicio de la amada libertad para Sandra. Esa que desde el 26 de septiembre de 2019 disfruta. Salió del Ecoparque ante la celosa atención de un grupo de activistas por los derechos de los animales que desde hacía uno años atrás se apostaba en la puerta del actual Ecoparque de Palermo para pedir que liberen a los cautivos.Ese reducido grupo, la despidió entre llantos, levantando las manos en señal de despedida o moviéndolas a los lados, en aplauso silencioso, de la misma manera que aplauden las personas sordas e hipoacúsicas. Eso lo hizo tremendamente emotivo y cuando la camioneta en la que iba con destino al Aeropuerto Internacional de Ezeiza se alejó lo suficiente alguien gritó:
¡Liberación animal!Sandra iba adentro de una caja especialmente preparada para ella por las personas del santuario: su imagen estaba estampada a los lados. Con extremo cuidado, fue subida a la bodega de un avión de línea con destino a Texas.
Allí, hizo una parada “técnica” para que le hicieran los chequeos médicos necesarios y luego de 39 días de cuarentena en el zoológico Sedgwick County de Kansas llegó a su actual hogar, en la localidad de Wachula donde una veintena de otros de su especie la esperaban.Sandra llegó al Jardín Zoológico de Buenos Aires cuando los orangutanes ya eran considerados “en peligro de extinción”. Dejó el Ecoparque porteño el 26 de septiembre de 2019. Allí pasó, exactamente, 9.137 días.
De un tiempo a esta parte...El 6 de noviembre llegó a la reserva de 40 hectáreas ubicada en un área boscosa y húmeda que funciona desde hace 35 años. Desde ese día, convive con 52 orangutanes y chimpancés rescatados de las distintas industrias del entretenimiento (películas de Hollywood incluidas, como El planeta de los simios) y del mascotismo (hasta de celebridades como Michael Jackson).
“Nuestro personal y voluntarios están ansiosos por conocer a Sandra, quien es el primer orangután en recibir el estatus legal de ‘persona’ en Argentina”, decía una publicación del santuario que mostraba los preparativos mientras la esperaban. No fueron los únicos: su historia fue reflejada en los medios más importantes de España, Chile, Perú.La recibieron con bombos, platillos y un cartel en su (entonces flamante) recinto: “Welcome a CGA, Sandra”. Detrás de eso había algo más, tan grande como el incansable trabajo y el reclamo legal por su traslado llevado adelante por la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (AFADA), representada por el constitucionalista Andrés Gil Domínguez, quien consideró inaceptable que el animal estuviera “encerrado en una caja de cemento”, y elevó un pedido ante la Justicia para que ya dejara de ser considerada una “cosa” u “objeto”, como lo establece el Código Civil y Comercial argentino.
La causa pasó a la Sala II de la Cámara de Casación Penal que determinó que efectivamente tenía derechos: tras el recurso de amparo impulsado por AFADA, la jueza en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la ciudad, Elena Liberatori escribió la sentencia histórica y que sentó precedentes.
“Estudié leyes para defender a los inocentes, y no hay nada más inocente que un animal”, explicó la magistrada sobre su fallo del 21 de octubre de 2015 que decía que Sandra era reconocida como “sujeto de derecho” y que le ordenó al Gobierno porteño (dueño del zoológico y, por tanto, de la orangutana) que le garantizara “las condiciones naturales del hábitat y las actividades necesarias para preservar sus habilidades cognitivas”.Pasaron 3 años, 11 meses y 5 días para que el cumplimiento de la sentencia de la jueza Liberatori se hiciera efectivo... Hubo trabas que quizás ahora no son necesarias de recordar, pero sí que la Sala Tercera en lo Penal resolvió el 12 de diciembre de 2016 que el fiscal no había respetado los derechos de los demandantes (AFADA) y consideró que “nada obsta a considerar a este tipo de animales como sujetos de derecho no humanos”.
Eso significó que la sentencia de Liberatori estaba firme: Sandra quedó reconocida como persona no humana y se le concedió un recurso de hábeas corpus, el procedimiento legal por el que cualquier detenido tiene la posibilidad de comparecer ante el juez para que éste determine sobre la legalidad de su privación de libertad. Lo que seguía era lo más esperado: que fuera trasladada a un santuario para continuar con su vida en condiciones más acordes con su especie.
Jethro, el amigo tras una década en soledadTras 33 años en cautiverio y más de una década en soledad, finalmente, Sandra logró acercarse a un orangután y entablar una relación de confianza. El procedimiento para reconocerlo fue a su propio tiempo.
Cuando logró vincularse, poco antes de cumplir 34 años, sus nuevos cuidadores lo celebraron. “Sandra y Jethro han estado viviendo en el mismo hábitat durante algunas semanas, pero ambos son muy tímidos y aún no se han tocado”, le contó entonces a Infobae Patti Ragan, fundadora del Center for Great Apes.También contaron que se mostraba “está muy interesada en ver a Jethro, pero ha estado sola durante tantos años que podría llevarle mucho tiempo sentirse lo suficientemente cómoda como para estar cerca de él”, que es “bastante tranquilo y parece que le gusta Sandra, pero no la está presionando ya que también es tímida”.
La mujer, que en 1993 fundó el primer santuario de primates en los Estados Unidos, dijo emocionada: “Todos en la reserva estamos enamorados de Sandra. ¡Es una maravillosa orangutana! Todos la amamos ¡y esperamos que Jethro también lo haga!”.
En las redes del santuario, recién dieron a conocer las imágenes del festejo de los 38 años de Sandra y compartieron también cómo fue avanzando la relación con su compañero, tres años menor.
Créditos:
- Por Fernanda Jara. Artículo publicado en el Sitio Infobae. (26/02/24).
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