Comodoro Rivadavia - Chubut Argentina
"Capital del Viento"

Reino Animal

El Zorro Lobo de las Malvinas (Dusicyon australis)
 


Ejemplar hembra taxidermizado.

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  • En el lejano Atlántico Sur, a los 52° de latitud y a escasos 500 kilómetros de la costa de Sudamérica, econtramos el archipiélago de las islas Malvinas o Falkland. Se trata de dos grandes islas que ocupan el 70% del archipiélago, una ubicada al este y denominada Soledad - de 6.306 km2- y la otra, llamada Gran Malvina, se sitúa al Oeste y posee una superficie de 4.352 km 2. Hay una distancia de 350 kilómetros entre el Cabo Belgrano de la Isla Gran Malvina y el Cabo San Juan de la Isla de los Estados, que a su vez dista sólo 24 km de la costa de Tierra del Fuego, datos de interés para lo que acá narramos.

    La vida es esas gélidas tierras se manifiesta generosa especialmente en la cantidad de especies de peces e invertebrados marinos, aves y mamíferos marinos. Pero no es tan así con los escasos mamíferos terrestres. Y, para que esta carencia sea mas evidente aún, el destino (o el hombre) se encargaron de extinguir, hace ya más de un siglo, la única especie que fue un cánido, el zorro o perro malvinero (Dusycion australis).
    Despertó la curiosidad de muchos biólogos la presencia de esta especie literalmente aislada, y comenzaron las conjeturas sobre cómo había ido a “parar ahí” este animal confinado por la biogeografía.

    Se especuló que podría tratarse de alguna de las especies de zorros que habitan el extremo sur de Sudamérica que hubiera cruzado esos pocos cientos de kilómetros que separan al archipiélago del continente, lo que parece bastante poco probable por tratarse de un bravío y frío océano que separa ambas partes, el Atlántico. Una de las posibilidades más factibles de imaginar sería el traslado por parte del hombre, que de hecho realizó este cruce, pero los yámanas, nombre del pueblo aborigen del sur de Argentina, datan una existencia no mayor a los 12.000 o 14.000 años y se estima que nuestro protagonista zorro malvinero estaría en su tierra desde hace unos 70.000 años; por lo que también fue descartada esta conjetura.

    Giacchino y Cardillo (1998) indican: “Según el mastozoólogo inglés Oldfield Thomas, los zorros que poblaban cada una de las dos grandes islas del archipiélago malvinense correspondían a dos subespecies distintas: Dusicyon australis australis (Kerr, 1792) que habitaba las isla Gran Malvinas, y Dusicyon australis darwinii (Thomas, 1914) que habitaba la isla Soledad. Para otros autores el zorro malvinero habría sido una especie insular del género Dusicyon que incluiría a otras especies similares de Sudamérica. Berta en 1987, sostiene en cambio que el género Dusicyon debe reservarse exclusivamente para esta especie. Los que sostienen esta última postura suelen emplear el género Pseudalopex para las especies cercanas”.

    Más tarde, en 2009, con los análisis genéticos del equipo dirigido por Graham J. Slater, investigador de la Universidad de California, se esclarece bastante la incógnita. Publicaron sus conclusiones en la revista Current Biology, indicando que el familiar vivo más cercano del zorro lobo de Malvinas es una especie sudamericana, aunque ambos se separaron en América del Norte. Se referían al aguará-guazú o lobo de crin (Chrysocyon brachyurus) que habita desde el centro de Brasil hasta el norte o casi centro de Argentina. Obtuvieron muestras de ADN de cinco ejemplares de museo - probablemente los únicos existentes-, analizaron las variaciones comparándolo con el ADN de la especie actualmene viviente. Pudieron así construir un árbol filogenético y establecer el momento en que se separaron ambas especies.

    Slater dijo que el estudio reveló que el aguará guazú y el zorro-lobo de Malvinas compartieron un ancestro norteamericano hace algo más 6 millones de años atrás y se habrían separado hace unos 3 millones de años cuando se formaba el Istmo de Panamá, lo que en paleozoogeografía se llamó el gran intercambio biótico americano. No obstante esta postura carece de un aval muy necesario cual sería el hallazgo de fósiles en Norteamérica similares al lobo malvinero. También sostuvo, al descartarse la posibilidad de ser trasladado por el hombre, que los lobos deben haber flotado sobre vegetación o témpanos de hielo para arribar desde el continente a las islas. O sea que habría llegado a las islas Malvinas antes del final de la última edad de hielo, fecha en la que todavía los humanos no habían colonizado América del Sur.

    Descripciones hubo varias dado que distintos viajeros lo observaron y expresaron datos inherentes a sus características físicas, además de los que nos muestran las pieles de los ejemplares (sólo 4) que se encuentran en los museos más un ejemplar taxidermizado. Nos parece oportuno transcribir la clara descipción del zorro malvinense que realiza Chebez (2008) en su obra “Los que se van”:

    “Zorro robusto de aspecto semejante al zorro colorado o culpeo (Dusicyon culpaeus) de la Patagonia, con unos 90 cm de largo de cabeza y cuerpo y 30 cm de cola. El pelaje era sumamente tupido y tenía una tonalidad pardo-amarillenta con la punta de los pelos negros especialmente en el dorso. Las orejas eran internamente grisáceas y externamente bayas y la cola, parda en la base, pasaba luego a negruzca para rematar en una punta blanca, característica que sólo compartía con el aguará guazú (Chrysocyon brachyurus) entre los cánidos sudamericanos”. Otra descripción bastante coincidente con la anterior, la proporcionan Lydekker, Johnston y Ainsworth Davis (1910), diciendo: “El lobo antártico, Canis antarcticus, era bastante más pequeño que los ejemplos más grandes de coyote americano; tenía las patas más cortas y una abultada cola. El tono general de su pelaje era amarillento en la base, con las puntas negras; su garganta, barbilla y márgenes internos de las orejas eran de un tono blanquecino”.

    En cuanto a su comportamiento se sabe que eran animales muy mansos, muy proclives a acercarse a los poblamientos humanos, habitaban asiduamente los grandes pajonales de pasto tussock (Poa flabellata) y su territorio habitual fueron las zonas costeras donde obtenía alimento consistente en carroña, se lo habría visto ingiriendo algunas cría de lobo marino y también un viajero cuenta que lo observó arrojarse al agua para llegar hasta una isla donde había colonias de aves marinas. Los alimentos más comunes habrían sido las avutardas, peces, crías de pingüino, las ovejas y el conejo introducido ya en ese entonces. No se los veía en el interior de las dos grandes islas sino mucho más en las costas y vivían en cuevas o madrigueras que construía entre los pastizales de cierta altura.

    Según dicen Cabrera y Yepes (1962) “las primeras noticias acerca de éstos cánidos de las Malvinas se deben a Richard Simson, autor del relato del viaje que a las islas hizo en 1689 el barco inglés Welfare. En dicho relato, cuyo manuscrito se conserva en el Museo Británico, se habla de “zorros dos veces tan grandes como en Inglaterra”, y el cronista dice acerca de ellos: “ Agarramos uno joven vivo, que tuvimos a bordo, varios meses, pero en el primer combate que sostuvimos, al disparar los cañones, se asustó y se arrojó por la borda. Era de una familia muy antigua y astuta. En cuanto a su antigüedad, desde el momento que no puede volar, ni nadar tanta distancia, o ha habido dos creaciones distintas, o América y estas islas han sido formadas del mismo continente, que es lo más probable”.

    “Cuando Bougainville visitó las Malvinas con ánimo de colonizarlas, en 1764, también encontró estos cánidos, que su gente bautizó con el nombre de zorros-lobos, o lobos-zorros. Al año siguiente estuvo ahí el inglés Byron, y de su relato parece deducirse que dichos animales constituían entonces una verdadera plaga, a menos que aquél no sea una de aquellas exageraciones en que con tanta facilidad incurrían los viajeros de la época.”

    Luego Byron relata un suceso que contradice la muy comentada mansedumbre de este animal. Cuenta que habiendo enviado a su contramaestre a inspeccionar un área, al regresar narró que se había topado con cuatro zorros malvineros que se lanzaron con ferocidad al agua y se dirigieron hacia los botes pretendiendo atacar a sus tripulantes y debieron llevar el bote de inmediato adonde había más profundidad.

    Sin lugar a dudas el testimonio de Darwin, al visitar las islas el 1 de marzo de 1833 y otra vez el 16 de marzo de 1834, sea tal vez por la agudeza de sus observaciones y la experiencia que ya tenía como naturalista, el más valioso. En su libro “Diario del viaje de un naturalista alredededor del mundo” nos narra: “El único cuadrúpedo originario de la isla es un zorro grande parecido al lobo (Canis antarticus), que es común a las dos islas Falkland, la oriental y la occidental. No dudo que es una especie peculiar y confinada a este archipiélago, porque muchos cazadores de focas, gauchos e indios que han visitado estas islas sostienen unánimes que no se halla semejante animal en ninguna parte de Sudamérica. Molina, fundándose en la semejanza de hábitos, creyó que este zorro era el mismo animal que su Culpeo; pero los he visto a ambos y son enteramente distintos. Estos zorros alobados son bien conocidos por las noticias que de su domesticidad y afición a husmear todo que da Byron; los marinos que los vieron por vez primera tomaron por muestras de ferocidad las cualidades anteriores. Hasta la fecha sus costumbres siguen siendo las mismas. Se le ha visto entrar en una tienda y sacar la carne que había debajo de la cabeza de un marinero dormido. Los gauchos, además, los han matado frecuentemente, por la noche, alargándoles un pedazo de carne con una mano y empuñando en la otra el cuchillo para clavárselo. No creo que haya otro ejemplo en ninguna parte del mundo de que una pequeña masa de tierra, distante de un continente, posea un cuadrúpedo aborigen tan grande y peculiar de la misma”.

    Y continúa diciendo proféticamente el gran naturalista: “Su número ha decrecido rápidamente, y han desaparecido ya de la mitad de la isla, situada al este de la lengua de tierra entre la bahía de San Salvador y Berkeley Sound. A los pocos años de estar colonizadas estas islas, el zorro de referencia tendrá que ser clasificado con el Dodo, animal que ha desaparecido de la superficie de la tierra”.

    Obsérvese la firmeza de las conclusiones a las que arriba Darwin con sólo dos visitas a las islas, diciendo por un lado sin dudarlo que el zorro malvinero es autóctono del archipiélago; desdiciendo a Molina indicando que no se parece en nada al Culpeo; que sin dudarlo era manso y que la observación de los marineros de Byron era errónea confundiendo su afán de acercarse amistosamente con ferocidad y por último ve clarísimo que se va a extinguir... sorprende realmente.

    Como hemos leído precedentemente todos los cronistas que mencionan en sus escritos al lobo malvinero, a excepción de Byron, dan cuenta de la mansedumbre del cánido. Es muy probable que este comportamiento haya contribuido a su extinción. Lo que sí sabemos en que los poseedores de hacienda ovina realizaron una campaña para cazarlo debido a que aseguraban que atacaba a las ovejas y sus crías.

    En 1839 sufrieron una intensa persecución por parte de norteamericanos especializados en su caza, y su piel era vendida a buen precio en Nueva York por la compañía de un tal John J. Astor, según consta en un documento.

    También otro relato da cuenta que para cazarlos se prendía fuego a los pastizales para concentrarlos en un lugar determinado y así poder ultimarlos fácilmente. Darwin al respecto expresaba “Los colonos consideraban a este lobo como una amenaza para sus ovejas, al que combatieron con intoxicaciones organizadas y disparos a escala masiva. La ausencia de bosques llevó al éxito rápido de esta campaña de exterminio, que se vio facilitada por la mansedumbre del animal, como es común en las especies que habitan la insularidad, debido a la ausencia de depredadores”.

    En otro documento consta que las autoridades de las islas, para colaborar con los ganaderos, ofrecían dinero por cada ejemplar muerto. El hecho lamentable es que en el año 1876 fue visto el último ejemplar, en la isla del oeste, del que fuera el único mamífero nativo del archipiélago austral. Se trata de la primera extinción conocida de un cánido en tiempos históricos.

    Por lo menos cuatro ejemplares fueron exhibidos en el Zoo de Londres y eran propiedad de la Sociedad Zoológica de Londres, pero nunca se tuvo una pareja para intentar su reproducción en cautiverio; condición a la que no de adaptaba bien. En la Argentina no quedó ningún animal embalsamado ni restos corporales de ninguna índole. En 1989 se encontró otro ejemplar embalsamado en Europa y por gestión del curador del museo de las islas fue trasladado a Malvinas ese mismo año. Actualmente quedan 11 ejemplares disecados, alguna piel, cráneos y mandíbulas en los siguientes museos del mundo: : el British Museum of Natural History, Naturhistoriska Riksmuseet (Stockoholm), el Institute Royal des Sciences Naturelles de Belgique (Bruselas), la Academy of Natural Sciences (Philadelphia), el Rijksmuseum van Naturlijke Historie (Leiden) y el Museum of Royal College of Surgeons (Londres) y con respecto a los restos que encontraban en el Museo de Historia Natural de París al parecer se han extraviado (Giacchino y Cardillo, op.cit.).  


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