"Capital del Viento" |
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Durante años, mientras recorría los 100 Km. de distancia entre las Localidades de Cañadón Seco (Santa Cruz, Argentina) y Comodoro Rivadavia (Chubut, Argentina) por la Ruta Nacional 3, quedaba por algunos minutos embelesado al llegar al paraje donde se divisa la figura imponente de esa meseta.Meseta que, a cuentos de mi padre, también fascinó a los trabajadores italianos de la empresa Saipen, que allá por los años sesenta trabajaban en la zona norte santacruceña.
Cuando éstos preguntaban que era, los lugareños le decían: "Es La Tumba de Patoruzú".
Me imagino la cara de incredulidad y de admiración de los "tanos"; y la sonrisa que se dibujaba en el rostro de los artífices de esta inocente broma.
Durante años la imagen de su relieve me cautivó, hasta que un día una amiga -Naty- me preguntó si quería acompañarla a subir hasta la cima. En ese momento se me iluminó el rostro y acepté.
Pero debieron pasar algunos años para concretar la empresa.
A principios del 2002 recordé ese momento y me decidí, debía realizarla este mismo año. Pero, ¿cuando?.
Pasaron los meses, meses donde me han ocurrido cosas buenas y no tan buenas. Hasta que creí saber cual era la fecha correcta. Debía ser un día especial.
Al fin sabía que lo soñado se concretaría ese nueve de Octubre.
Faltando pocos días puse manos a la obra. Recuperé, gracias a mi hermano Martín, una vieja mochila que me acompañó en varios viajes.
Tracé un pequeño plan que debería tener en cuenta el transporte, la ropa, elementos necesarios para probables emergencias. Siempre es bueno contemplar las diferentes alternativas que se nos pueden presentar.
Los consejos de Mamá -cuando no- y los buenos augurios de mi hermana Claudia me animaron.
Llegó la fecha ...
Las condiciones climáticas no eran las mejores. Era el peor de los días en mucho tiempo. El viento, el Kóshkil, nos castigaba como nunca. El viento superaba los 80 Km. por hora, con ráfagas superiores a los 120 Km./H.
Pero esto no me detendría, era un obstáculo mas a vencer.
Me dirigí a la Terminal de Transportes de la Ciudad de Comodoro Rivadavia, y tomé uno que tiene como destino final Caleta Olivia. Eramos pocos los pasajeros, algunas caras conocidas de anteriores viajes. En Rada Tilly sube una chica.
Pasando el Límite Provincial, ella observa el techo del colectivo, le sigo la mirada y veo: parece que se va a desprender, o era solo una ilusión.
Ya estamos en la recta, me adelanto y le pido al conductor que me permita descender. El me mira y le comento cual es mi intensión. Se ríe y me dice que había elegido un mal día para ello.
Pienso que tiene algo de razón pero el día es especial para mí. Me bajo. La primer ráfaga que golpea sobre mi cuerpo me hace trastabillar. No es "moco de pavo", está realmente duro. Sobre todo en este descampado.
No importa, tomo fuerzas y enfilo hacia la mole. Primero debo sortear un alambrado que delimita el campo. En ese momento uno de las correas de la mochila, por el peso, el viento, y lo vieja que está me rompe la parte de lona que sirve de pasador.
Pierdo algunos minutos arreglándola, por suerte no es de consideración. Son las 13 hs. comienzo a caminar por esa tierra mágica. Me lleva solo media hora en llegar al pie de la meseta. La rodeo, ya que de frente a ella no se puede subir, pues los últimos metros las paredes son verticales.
La idea es atacarla por el Oeste, donde no presenta grandes dificultades. Pero no contaba con el viento.
El clima no mejoraba; es mas, parecía que se empeñaba en castigarme un poco más. Soy algo terco, proseguí con mi camino. Aunque por momentos y sobre todo ya llegando tenía que trepar "gateando", ya que el viento no me permitía que tomara la vertical.
Hace tiempo que no practico deportes como antes, por lo tanto mi estado atlético deja mucho que desear. Pero la dificultad no es tan exigente.
Al cabo de media hora logro mi cometido. Me sentí grandioso. Mientras el viento me transportaba hacia el Este con su fuerza irresistible.
En mi imaginario siempre creí que sería el primer en subir. Cual sería mi sorpresa y desazón al ver que había un caño de la industria petrolera erguido a modo de mástil.
Y a su pie una "piedra a modo de pizarra" con las siguientes inscripciones:
Silvia y Susi
24 Mar 02
Cumplimos uno de
Nuestros Queridos
sueños
y Seguiremos por
Muchos mas.
Las Perez
Por SiemprePini - Esteban
Ro - Edu
Hoy Mayo 02
PatagoniaLa desilusión del momento dejó paso a un momento de alegría.
Alegría de saber que no era el único con sueños.
Que no era el único con el sueño de llegar a conquistar la "Tumba de Patoruzú".
Había otros, que sin conocernos compartíamos una idea. Idea que en el tiempo y la distancia nos acercaba y nos unía.
No estaba solo.
Hice campamento ahí mismo. El viento seguía rugiendo en toda su potencia. Por momentos ni siquiera mis pensamientos podía escuchar. La vista es hermosa. Al este y al pie de la meseta un mar amarillo se despliega ante la vista, más allá la serpenteada ruta 3 y más allá el mar azul que despeinado por el viento me mostraba sus incipientes canas.
A duras penas podía desplazarme, el viento -¡cuando no!- me demostraba su fuerza golpeándome y zamarreándome a su gusto. Por momentos me movía -sin mi consentimiento- un par de metros, como si jugara con mi humanidad.
Resignado me senté, apoyando mi espalda en el mástil. Abrí mi mochila y procedí a degustar unos emparedados de queso y mortadela que fui armando. La permanente presencia de Eolo se manifestaba con remolinos que aderezaban mis emparedados con arena de los alrededores. A pesar de ello estaba feliz.
A mi modo di Gracias a Dios, ser creador o como quieras llamarlo; por tanta hermosura y por permitirme admirarla. Recordé a mi Papá Antonio y mi hermana Cristina.
A las 16,30 comencé el descenso. Lo hice por la ladera Oeste. Les puedo asegurar que no fue fácil, el viento se empeñaba en mostrarse intransigente en su postura. A duras penas logré llegar a la base, no sin antes sufrir los embates de mi "Amigo".
Comencé a transitar por el terreno cubierto por esos plantines cortos amarillentos propios de la Patagonia, que se mecían por influjo del viento, dando la sensación de pequeñas olas en ese mar de desolación.
Llegué a la ruta. A esa altura estaba vestido de la manera más increíble, un pantalón buzo de gimnasia color bordó, zapatillas, un rompe viento verde petróleo y sobre este una campera verde de abrigo, pasamontañas completo, guantes, anteojos y mochila. El frío se estaba haciendo sentir. El mayor problema que se me presentaba en ese momento era que cuando hicieras señas al Transporte de pasajeros no quisiera parar.
¡Cuando no!, el mal presagio se cumplió. El colectivo que pasó a las 17,45 hs. de la Cooperativa de Transporte La Unión, no paró. A pesar que minutos antes me había despojado de los lentes y el pasamontañas.
Pero no perdí las esperanzas, solo debía esperar otros 45 minutos para que pasara otro transporte. Es por ello, y para no llamar demasiado la atención en la ruta, decidí ir a la playa que horas antes había admirado desde una posición privilegiada.
Me recosté sobre el canto rodado, pasé los minutos en esa postura descansando. Mientras me deleitaba viendo como las aves marinas pescaban, buscando su sustento.
Nuevamente en la ruta, comencé a hacer señas para que parara el transporte. Esta vez el conductor se apiadó. Ya en el mismo y despojado de la mochila, sonreía. Era un día muy especial, estaba concluyendo mi cumpleaños.
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