"Capital del Viento" |
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Arriba de izquierda a derecha: Juan Pablo Bustos Thames, Teresa de Anchorena, Marcelo White de Pueyrredón, María Sáenz Quesada. Abajo de izquierda a derecha: Carlos José Sáenz, Manuel Belgrano, Mario Passo y Francisco N. Laprida. Foto: LA NACION.
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Belgrano llegó de traje y con una escarapela. Al cruzar la entrada, Passo se acomodó su poncho salteño, que amenazaba con dejar descubierto un hombro. "Yo no uso poncho, lo visto", aclaró, inflando el pecho. Mientras escribía un mensaje en su iPhone, Thames saludaba a los demás con una sonrisa amplia. Lo siguieron Pueyrredón, Anchorena y Sáenz. Laprida, último en llegar, se sacó la boina para dar las buenas tardes. Poco tiempo después, todos estaban juntos en un ascensor, donde una luz llamó la atención de Laprida. "Pará, pará, que yo sé cómo se llama eso? ¡smartwatch!", adivinó, señalando la muñeca de uno de los presentes. Hubo vítores.Hace 200 años, los que portaban sus mismos apellidos eran protagonistas centrales del período fundacional de la Argentina. Choznos de aquéllos, se reunieron ahora en LA NACION para tomar un café, recordar anécdotas familiares y reflexionar sobre el peso de su origen.
Alrededor de una mesa, los descendientes parecían sorprenderse de los apellidos de los demás y dialogaban sobre la genealogía de cada uno. Hasta hablaron de los que sufrieron cambios en la historia, como el del presidente de la Asociación Fundadores de la Patria, Mario Passo, ya que en algún momento le agregaron una "s" al apellido del entonces diputado por Buenos Aires Juan José Paso. O al abogado e ingeniero en sistemas Juan Pablo Bustos Thames, cuyo familiar José Ignacio Tames aparecía sin "h" en la declaración de la independencia.
El primero en hablar fue Francisco N. Laprida, chozno de quien presidió la sesión del Congreso de Tucumán cuando se declaró la independencia y que lleva su mismo nombre. Para él, un apellido como el suyo debe llevarse con "discreción", y es por eso que en su familia nunca se hizo "un culto" de su origen. "En casa había un retrato y un blasón de armas traído de Asturias, pero nunca fuimos proclives a la difusión porque así fue él", contó.
Laprida habla acelerado, pero parece pensar dos veces cada frase para no dejar afuera ningún detalle. Así contó una anécdota que viajó de generación en generación en su familia: cuando Laprida se disfrazó de monje y fue a la cárcel para tratar de liberar al entonces gobernador de San Juan José Ignacio de la Roza. El detenido se negó a intercambiarse las ropas y eligió permanecer preso. "Así como estaba tuvo que escaparse a Mendoza junto a su familia por la persecución de [el gobernador José María] Echegaray", relató. El chozno, además, contó que envió una carta a la Cámara de Diputados para celebrar la iniciativa del diputado José Luis Gioja, que pretende bautizar el recinto con el nombre del prócer.
Passo, en tanto, recordó entre risas otra anécdota que sobrevivió el tiempo: cuando, por carta, Juan José Paso le pidió al primer director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Gervasio Antonio de Posadas, que le actualizara el salario, porque como diputado no percibía nada.
"Con razón sos descendiente de Belgrano, ¡sos idéntico!", bromeó Teresa de Anchorena, la presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos y tataranieta del diputado por Buenos Aires Tomás Manuel de Anchorena. El presidente del Instituto Nacional Belgraniano, Manuel Belgrano, acababa de presentarse como el descendiente del general. Mientras todos lo escuchaban en silencio, el pariente del creador de la Bandera destacó la "modestia" de su familiar y dijo que siente al apellido como una "responsabilidad". Sin embargo, afirmó que prefiere que otros sean los que hablen del general y no él. Por eso le pidió a María Sáenz Quesada, historiadora y tataranieta de Pedro Sáenz, el hermano del entonces diputado por Buenos Aires Antonio Sáenz, que hablara de Belgrano. Ella lo definió como un "lujo absoluto" como dirigente, en tiempos en los que "la ética en la función pública está tan desvalorizada".
La historiadora, por su parte, contó que en su familia se hablaba del prócer como el "tío Antonio" y afirmó sentir "el profundo respeto" que le genera la "responsabilidad de narrar la historia para los otros", dado que ella la recibió de forma abrumadora. "Evitar que la carga sea tan pesada es hacer de la historia una profesión", sostuvo.
Cuando Thames era chico se la pasaba explicando el origen de su apellido a sus compañeros de colegio. "¡Era la primera vez que aparecía el nombre de un alumno en los libros!", bromeó. La curiosidad que destacó: si la independencia se hubiera declarado en agosto de 1816 y no en julio, el presidente de la cámara y responsable del hecho histórico hubiera sido su pariente.
En el caso de Marcelo White Pueyrredón, descendiente de Juan Martín (y también de Cornelio Saavedra), el peso del apellido no sólo recayó sobre él en el aula, sino también en el servicio militar. "Cuando hice la colimba y descubrieron mi apellido, me iban a buscar al grito de «¡llamen al prócer!»", contó. ¿Siente responsabilidad por su origen? "Sí, pero no es que deje de hacer macanas por mi apellido", respondió, y todos rieron.
"Tener este apellido es un orgullo grande, pero íntimo. Sólo se conversa en situaciones como ésta, del Bicentenario, para que se sepa bien quién fue y no sea sólo el nombre de una calle", sostuvo Carlos José Sáenz, descendiente por partida doble (de Laprida por vía materna y de Sáenz por vía paterna). Para su familia, el recuerdo de los próceres es un sentimiento profundo. "Mi abuela materna lloraba cada vez que se acordaba de la muerte de Laprida", relató.
Hacia el final, Teresa, la tataranieta de Anchorena, se diferenció de los demás al explicar que en su familia no se hablaba demasiado de su familiar y que los detalles que sabe hoy los incorporó en la escuela. Aunque afirmó sentir "orgullo" por el entonces diputado, con su voz suave, casi silenciosa, convocó a los demás a reflexionar. "¿Hasta qué punto influye la ascendencia en lo que uno es? Todo es una historia que se lleva adentro y que no lo hace ni mejor ni peor, pero es lindo saber que uno tiene raíces tan profundas en el país", dijo.
Con las manchas de café secas y el reloj marcando la hora de la cena, los descendientes dejan de hurgar en la memoria y vuelven al presente. Antes de terminar la reunión, sin embargo, Belgrano aprovechó para dejar un mensaje hacia el futuro. "Ahora empezamos a vivir el tricentenario. Los próceres fundaron la patria, pero no la pudieron construir porque todo fue muy duro en ese tiempo. Hoy tenemos que rendirles homenaje construyendo la gran nación que soñaron esos hombres que dejaron todo. Lo soñaron para las generaciones futuras. Hay que volver a vivir ese gran encuentro de hace 200 años", dijo. Su voz grave resonaba en el silencio aprobatorio de los demás.De camino a la salida, todos recordaban algunos detalles de la historia. Cada conversación podía extenderse mucho tiempo más que el que lleva abandonar la Redacción del diario. Pero quedó claro que el encuentro de choznos no iba a quedar ahí cuando, de vuelta en el ascensor, debatían a dónde irían a cenar juntos.
Créditos:
- Por Alan Soria Guadalupe. Publicado en el Diario La Nación. (05/07/16).
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