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Historia Argentina

Así es la primera escuela que fundó Sarmiento a los 15 años
 


"La primera escuela que fundó Domingo Faustino Sarmiento". Foto: Osvaldo Grisolía.
En el norte de la provincia de San Luis hay una localidad que promete convertirse en un polo de atracción turística, San Francisco del Monte de Oro. Allí se conserva un lugar histórico que pocos conocen si no pasaron por esa localidad, cabecera del departamento de Ayacucho. Se trata de un rancho de techo de paja, que convenientemente se resguarda bajo un techo que lo protege de las inclemencias del tiempo.

Pero ¿por qué conservar con tanto cuidado un viejo rancho con piso de tierra y una ventana minúscula?
Es que allí, hace casi dos siglos, fundó su primera escuela a los 15 años Domingo Faustino Sarmiento, quien nació un 15 de febrero de 1811.

El gran sanjuanino, polémico como pocos, admirado por muchos y denostado por tantos otros, había llegado a San Luis para acompañar a un sacerdote, José de Oro, pariente de su madre Paula Albarracín.
El cura vivía allí una suerte de exilio, ya que no acataba las reformas religiosas impuestas por su amigo, el gobernador de San Juan, Salvador María del Carril. Sarmiento quería a ese cura como a un padre, y logró el permiso de familiar para seguirlo.
A su cuidado, el adolescente que sería presidente de la Nación aprendía de su protector gramática, historia, matemática y latín, y lo ayudaba a restaurar la parroquia y a juntar leña para la cocina.

En sus recorridas, Sarmiento descubrió un rancho abandonado, con dos habitaciones en ruinas. Pero, con la ayuda del “tío”, como lo llamaba al sacerdote, logró cierta restauración y la convirtió en una pequeña escuela.
Allí dio clases a siete alumnos (el menor tenía 21 años), más algún oyente de la zona, ya que no había ninguna escuela en casi 170 kilómetros a la redonda. El improvisado maestro consiguió una bandera argentina y la izaba y arriaba todos los días.

La experiencia en San Luis terminó cuando sus padres consiguieron recursos para que Sarmiento fuera a estudiar a Buenos Aires. Se lo informaron por carta y el sanjuanino les respondió con un rechazo lleno de indignación y furia.
Tuvo que ir su padre hasta el lugar para hacerlo entrar en razones. Había un destino marcado para el joven maestro, que era enseñarle no solo a un puñado de curiosos sino a todo un país la importancia de la educación.
 


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