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Qué son las olas de calor marinas, una consecuencia cada vez más frecuente
 


Las olas de calor marinas pueden dañar los ecosistemas marinos, que no reciben nutrientes beneficiosos del agua y que sufren por el crecimiento de algas nocivas (Getty).

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  • El calentamiento global es un fenómeno que constantemente adquiere nuevos y más preocupantes ribetes. La contaminación del aire que respiramos y el aumento de la temperatura promedio del planeta son dos de los ejemplos más tangibles. Sin embargo, el agua del mar también está padeciendo esta situación que, de esta manera, afecta a la vida de todas las especies que lo habitan.
    En ese contexto, las olas de calor marinas (MHW, por sus siglas en inglés) aparecen como una consecuencia cada vez más frecuente. Pero, ¿de qué se trata esta situación y cómo puede afectar a la vida en el océano?.

    Las olas de calor marinas se manifiestan cuando hay períodos prolongados -semanas o incluso meses- en los que aumenta considerablemente la temperatura del mar en una determinada región. Esto puede provocar graves efectos en el ecosistema marino.
    La mortalidad creciente de peces, de mamíferos y de aves; la disminución de nutrientes beneficiosos en el agua; y la aparición de algas nocivas, son sólo algunos de ellos.

    En marzo de 2022, expertos del Instituto de Estudios Marinos y Antárticos de la Universidad de Tasmania, en Australia, realizaron un estudio para comprender por qué están cambiando las habituales épocas de frío en el mar. Una de las conclusiones a la que llegaron fue alarmante: la disminución de la intensidad y de los días anuales de las olas de frío marinas (MCS, por sus siglas en inglés) -que son lo contrario a las de calor- se pueden explicar en gran medida por las altas temperaturas de la superficie del mar, que están en línea con el calentamiento global.

    Según estos especialistas, los fenómenos naturales relacionados al calor son cada vez más frecuentes e intensos. El problema es que, en contrapartida, aquellos eventos en los que predomina el frío -como las MCS- disminuyen paulatinamente: en la última década sucedieron aproximadamente 10 días al año en todo el planeta, mientras que en 1985 llegaban a los 40 días.
    Asimismo, diversos indicadores muestran que los combustibles fósiles como el carbón y el petróleo, que son quemados para la producción y el consumo de energía, influyen en el agua de los mares ya que éstas absorben el 90% del calor de este nocivo procedimiento.

    En ese sentido, científicos del Centro Oeschger para la Investigación del Clima en la Universidad de Berna, Suiza, demostraron en 2020 que durante los últimos 40 años las olas de calor marinas han sido al menos 20 veces más pronunciadas.
    “Estas olas de calor han tenido un impacto grave en los ecosistemas marinos, que necesitan mucho tiempo para recuperarse después, si es que alguna vez se recuperan por completo”, detalló Charlotte Laufkötter, una de las autoras de este trabajo.

    “Los objetivos climáticos ambiciosos son una necesidad absoluta para reducir el riesgo de olas de calor marinas. Hay que prevenir la pérdida irreversible de algunos de los ecosistemas más valiosos”, agregó la profesional.
    Laufkötter y sus colegas concluyeron, entre otras cosas, que los océanos se están calentando más de la cuenta por el cambio climático y que las temperaturas de la superficie se volvieron más variables que antes.

    Como se ve, las olas de calor marinas son cada vez más frecuentes y afectan, de esta manera, a los diversos ecosistemas marinos, que sufren por la aparición de algas nocivas y por la falta de nutrientes en el agua. Sobre esto último, la oceanógrafa de la Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas, Sofia Darmaraki, alertó que aquellos “eventos extremos cálidos o fríos” pueden llevar a cualquier ecosistema a su límite de supervivencia.
    Cuidar nuestros mares es, así las cosas, esencial: según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre un 50 y un 80% de la vida en el planeta Tierra se encuentra bajo la superficie oceánica. A su vez, el organismo estimó que para 2050 podría haber más plásticos que peces. Como la mayoría de esos residuos proviene de la actividad humana, hacer hincapié en cómo puede repercutir es un compromiso urgente.

     


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