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Educación

Educadores con nuevo síndrome
 


De ser una autoridad para la comunidad ahora es cuestionado, vapuleado por los padres y por sus propios alumnos.

El incremento de la tasa de ausentismo docente encubre en Mendoza un fenómeno creciente que afecta a los educadores que están frente al aula: el “síndrome del docente quemado”.

Se trata de una compleja manifestación de síntomas a veces no tan visibles que padecen los maestros y profesores que intentan educar en un ámbito lleno de hostilidades.

La definición, acuñada por el pedagogo e investigador mendocino Alejandro Castro, sintetiza una problemática difícil de cuantificar pero que viene en aumento desde el 2001 en adelante, especialmente.

Un docente promedio hoy cobra un sueldo bajo con relación a las necesidades que exige la vida cotidiana, trabaja en escuelas con déficits materiales que llegan a extremos vergonzosos y sufre a diario un desprestigio social como nunca antes ha ocurrido.

De ser una autoridad para la comunidad ahora es cuestionado, vapuleado por los padres y por sus propios alumnos.

Tiene que cumplir funciones de asistencia psicológica y social para las que su profesión no lo formó.

Trabajar en estas condiciones produce un desgaste que no está medido pero que termina impactando en el número de licencias por enfermedad que el Estado debe conceder, analizó el especialista Castro, colaborador del Observatorio Brasileño de Violencia Escolar para la Unesco.

El fenómeno del docente con cansancio crónico preocupa tanto en el ámbito público como en el sector privado.

El Estado por un lado intenta poner la atención sobre los docentes que más faltan para darles contención sanitaria y hacer más prevención.

Por su parte, en el ámbito privado el fenómeno preocupa mucho. El presidente del Consejo de Educación Católica, que nuclea a los colegios católicos de gestión privada de Mendoza, Federico Martínez, manifestó que el tema del ausentismo preocupa mucho en este ámbito entre otras cosas porque resiente la calidad educativa.

Castro dice que la realidad de la escuela ha cambiado mucho. “Hay unos cuantos factores que han colaborado para que la tarea del educador se dé en un ámbito hostil”.

“Hoy el docente tiene que trabajar con alumnos desinteresados, con alumnos indisciplinados o lo que es más grave con niños y adolescentes violentos”, acotó.

En segundo lugar la desautorización que sufre el docente socava todas las posibilidades de ejercer la educación. El padre no respeta al docente, mucho menos lo respetará el alumno”.

“Hoy los docentes se han acostumbrado a escuchar a padres que le responden ‘y para esa pavada me llamó’, o advertencias como ‘usted a mi hijo no me lo toque’. Antes los padres iban a la escuela a preguntar ‘cómo anda mi hijo’ y ahora increpan diciendo ‘qué le hicieron a mi hijo’”, ejemplificó el pedagogo.

“Lo más que ha influido es la pérdida de prestigio y de autoridad del docente frente al alumno. El maestro se prepara para enseñar, pero si el clima escolar no le permite trabajar en lo que sabe, y encima al alumno no le interesa aprender y el padre lo cuestiona, el docente termina totalmente desalentado. Hoy la docencia es una tarea de alto riesgo”, redondeó Castro.  


Crédito:

  • Por Sara González. Publicado en el Diario Uno (16/09/05)
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