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No es la primera vez que se habla sobre el fracaso del sistema educativo. Y tampoco la primera vez que se cuestiona el nivel de exigencia de los maestros y profesores en las escuelas primarias y secundarias.Cada vez son más las señales de la profunda crisis de la educación argentina. Los chicos aprenden poco y mal; los maestros, obligados en los últimos años a realizar tareas asistenciales, resignaron en parte su tarea pedagógica; y los resultados alarman en todos los niveles.
En la Universidad, a casi 20 años de su implementación como instancia niveladora, el Ciclo Básico Común de la UBA terminó como un "filtro" donde la mayoría falla en materias clave como matemáticas. Hay más evidencias del problema. La Universidad de La Plata centró las miradas cuando los alumnos, en pruebas de ingreso, no pudieron con temas del secundario.
Nada de esto es nuevo ni reciente. Sin embargo, el debate lo reabrió la semana pasada el ministro de Educación, Daniel Filmus, en la inauguración del Curso de Rectores del Consudec. Allí les pidió a los docentes que "eleven su nivel de exigencia, porque hay que lograr mayor exigencia sin ser expulsivos".
Días después, lo siguió el director de Educación bonaerense, Mario Oporto: "El poco esfuerzo y la poca dedicación fue una postura, un camino corto de zafar, y acá hay que estudiar mucho".
Consultados por Clarín, prestigiosos pedagogos y especialistas señalaron la urgencia de exigir más, y ratificaron el valor de la cultura del esfuerzo. "Aprender exige trabajo, esfuerzo y disciplina. Tenemos que lograr que los chicos se interesen por ese trabajo y que no sea una tortura.
Sin cultura del esfuerzo, la sociedad se encargará de demostrarles que, sin esa vía, no se consigue nada", opinó Juan Carlos Tedesco, director del Instituto de Políticas Educativas (IIPE-Unesco).
"No sabemos por ningún estudio que los maestros hayan baja do sus exigencias. Pero existe esa sensación —agregó—. A veces no tienen más remedio porque los chicos están en muy bajas condiciones de educabilidad.
En las escuelas privadas podrían exigir más pero también existe esa cultura del facilismo y no se estimula el esfuerzo en el aprendizaje".
La prestigiosa pedagoga Berta Braslavsky eligió darles un mensaje a los alumnos: "Los alumnos deben adquirir conciencia de su propio destino y de sus responsabilidades, hay un estado de ánimo de esa naturaleza. Los chicos se van a integrar a una sociedad que es exigente, y deben tener esos valores para afrontarlo".
Los maestros encabezados por CTERA exigieron que las autoridades revean las políticas que se implementaron en los últimos diez años. El titular del gremio, Hugo Yasky, señaló a la Ley Federal de Educación de 1993 que impulsó la reforma educativa, y que hoy es cuestionada. "Es voluntarismo plantearles a los docentes elevar los niveles de exigencia sin hacer un replanteo profundo ni poner en tela de juicio la última década".
Lo que se abandonó en los últimos tiempos, según los expertos, es la convicción en que el proceso educativo debe funcionar como un círculo virtuoso. Ese desafío rescata la doctora en Educación Silvina Gvirtz.
Plantea que los profesores deberían estar satisfechos cuando a sus alumnos les va bien; al ser exigentes en preparar sus clases, en su forma de enseñar; y cuando sus alumnos estén satisfechos porque estudiaron.
Pero, aclaró Gvirtz, no sucede siempre así: "Hay profesores que creen que exigir es hacerlos estudiar más materiales. Sienten que su tarea está cumplida cuando muchos desaprueban, y no ven que es una señal para rever su propia tarea".
En este planteo, Nora Elichiry, doctora en Psicología Educacional y máster en Educación de Harvard, alerta sobre la "cultura de la simulación": "La tendencia a exigir, sin alternativas de acompañamientos ni considerar las condiciones del trabajo docente, suele generar una cultura de la simulación: unos hacen que evalúan, otros que estudian y en el medio se pierde al aprendizaje".
Exigir sin excluir significaría enseñar lo máximo posible, logrando que a los alumnos les resulte significativo lo aprendido, con las estrategias necesarias para que no repitan ni reprueben. Así reflexionó Gvirtz.
"Hay que trabajar por exigencias, que los chicos aprendan a resolver problemas teóricos y prácticos, que la educación sea más eficaz, en el sentido de feliz".
Créditos: Diario Clarín (11/02/04)
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