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Es una de las caras más ocultas y preocupantes de la exclusión social en el país: más de 960.000 argentinos nunca fueron a la escuela, según surge del último censo del Instituto de Estadística y Censos (Indec). Dado que en el país existe un total de 1.142.151 graduados universitarios, se advierte que hay casi un analfabeto puro por cada egresado.A este cuadro se suma otro fenómeno preocupante: 3.695.830 argentinos nunca terminaron la educación primaria y pasan a integrar, por lo tanto, la categoría de analfabetos funcionales, es decir, no tienen la capacidad de comprender lo que leen ni de expresarse con claridad tanto en forma verbal como por escrito.
Aunque el número de los que nunca tuvieron contacto con el sistema educativo tiende a descender, preocupa la situación de los analfabetos funcionales porque, según los especialistas, es un grupo en crecimiento.
Ya se habla, incluso, del "analfabetismo académico", es decir, el de aquellos ingresantes en la Universidad que no pueden comprender lo que leen, expresarse, argumentar o entender una consigna. Desde 1989 no existen en el país políticas nacionales para enfrentar el fenómeno del analfabetismo, que quedó así sujeto a iniciativas aisladas, impulsadas por algunos gobiernos provinciales y organizaciones sociales y comunitarias.
Sin planificación, conviven experiencias disímiles de alfabetización, que ya no se agota en enseñar a leer, escribir y calcular. Consiste en preparar a una persona para que regrese al sistema educativo, devolverle confianza en sus saberes, conciencia de sus derechos, manejo de la tecnología y una serie de habilidades para tomar decisiones de manera autónoma.
"El sistema educativo no garantiza la adquisición de las competencias básicas para moverse en el mundo. Sin embargo, si se recorta el analfabetismo a un problema educativo, se lo está limitando. Es una cuestión social", dijo a LA NACION María Cristina Planas, especialista en didáctica de la lengua y la literatura, y coordinadora del programa "La escuela lee más" en la Dirección de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires.
Diferencias que persisten"En números absolutos, la alfabetización aumentó, pero en todas las regiones se mantienen las diferencias", dijo Silvia Llomovatte, secretaria de Transferencia y Desarrollo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y especialista en sociología de la educación.
Según sus investigaciones, desde el primer censo nacional, en 1869, cuando el analfabetismo puro alcanzaba al 77,4% de la población, hasta hoy, las diferencias por provincias se mantienen. Así, la ciudad de Buenos Aires tiene el 0,5% de analfabetismo, pero en Chaco la cifra se eleva al 9 por ciento.
El analfabetismo que preocupa, sin embargo, desborda las definiciones técnicas y se reproduce al calor de los niveles de deserción escolar, los efectos de la reforma educativa -que dejó la educación atada a los vaivenes económicos y políticos de cada provincia- y el contexto general de pobreza y marginalidad.
"Muchos de los chicos que están en la escuela e incluso algunos de los que están en la universidad tienen algún grado de analfabetismo funcional", dijo Susana Ortega de Hocevar, directora del Instituto para la Lectura de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCu), en Mendoza, que es subsede de la cátedra Unesco para la lectura y la escritura.
Es el mismo fenómeno que está detrás de los difundidos fracasos de los ingresantes en las universidades. "Cuando terminan el secundario, los chicos tienen tales déficit en lectura comprensiva y escritura que no podemos decir que estén totalmente alfabetizados", dijo Hocevar.
En las escuelas primarias, los maestros se sienten impotentes para compensar, en algunas horas de clase, los efectos de la nutrición deficiente, de familias golpeadas por la desocupación y en riesgo social.
"El sistema educativo no actúa en el vacío, sino en medio de condicionamientos sociales y culturales, pero tampoco se prepara a los docentes para trabajar en contextos de extrema pobreza. Los maestros no reciben elementos mínimos de formación para trabajar con eso", dijo Llomovatte. Se trata, además, de un sistema educativo que dificulta el regreso después de que se lo abandonó una vez.
"Faltó una política nacional de educación de adultos y mejorar en la legislación el deber del Estado de proveer educación para toda la vida", admitió el ministro de Educación, Daniel Filmus. "El número de quienes no completaron la primaria bajó desde 1991 por la extensión de la escolarización, pero el descenso es lento y demuestra que no se puede resolver el problema sin políticas específicas", dijo.
Según anticipó Filmus, en septiembre próximo el Gobierno lanzará un Programa Nacional de Alfabetización y Terminalidad de la escolaridad básica, que combinará programas televisivos (28 de letras y 12 de matemáticas), de radio, videos, material impreso y provisión de útiles para 100.000 personas por semestre. Funcionará a partir de convenios con las provincias y ONG y sobre la base de una red de voluntarios (estudiantes universitarios, maestros y jefes y jefas de hogar con título secundario).
Quienes trabajan en iniciativas de alfabetización coinciden en que el Estado debería aprovechar las iniciativas que ya están en marcha. "La alfabetización es una herramienta básica de la condición ciudadana. El Estado tendría que poner en sintonía las iniciativas que ya existen", dijo Damián Fió, director del Programa Nacional de Alfabetización Nunca es Tarde de la Federación Universitaria Argentina (FUA).
"El objetivo es que vuelvan a la escuela. Además de leer y escribir, tienen que adquirir una postura frente al conocimiento y revalorizar sus propias experiencias y saberes", explicó Kelly Pereyra, coordinadora de Vinculación con la Sociedad de Filosofía y Letras de la UBA, donde desde el año último trabajan formando alfabetizadores en organizaciones sociales, a partir de sus propias demandas.
Créditos:Por Raquel San Martín para Diario La Nación (11/08/04)
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