"Capital del Viento" |
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Una de las teorías más sugerentes sobre la vida en la Tierra es la que considera que nuestro pequeño planeta es, en realidad, un gigantesco organismo con vida propia que se adapta, crece y responde a las agresiones externas como lo haría un ser vivo (1).De algún modo, el espacio virtual emula al planeta que le acoge, actuando las empresas, servidores, internautas, virus, terminales y gobiernos de aquél como los océanos, minerales, atmósfera, vegetación, animales y bacterias de éste.
Si Gaia es un único ser cuya suma de elementos interconectados da lugar al comportamiento y evolución de todo el entorno, lo mismo puede decirse del espacio virtual de Internet.
Obviamente, la web no actúa como un único ente, pero las decisiones individuales forman parte de un patrón que va configurando el comportamiento de este ente como un todo.
El hecho de que se produzcan poco casuales tendencias a la concentración o dispersión de la audiencia en momentos y geografías determinados demuestra la previsibilidad (estadística) del comportamiento humano. Una previsibilidad descubierta a posteriori, por supuesto.
Los matemáticos ya han elaborado una proyección del crecimiento de Internet basado en datos y patrones de comportamiento históricos. Podría parecer osado en exceso determinar cuántas empresas e individuos están dispuestos a engancharse y/o aportar contenidos a la Red.
No en vano, se trata de decisiones individuales condicionadas por factores económicos, emocionales, políticos o incluso meteorológicos.
Sin embargo, el trazo está dibujado y los individuos dispersos (e ignorantes de ese camino trazado con tinta invisible) acuden disciplinados a engrosarlo, otorgando así validez a una fórmula matemática. ¿Sicología de masas o teoría económica de alta precisión?
Como en Gaia, en la Telaraña conviven una efímera cantidad de seres inteligentes, una enorme magnitud de autómatas -que se desplazan (navegan), alimentan (compran) e interactúan (chatean/concursan) tal y como les dicta el instinto y/o los factores de producción interesados- y un creciente porcentaje de materia muerta (esas páginas desactualizadas a la deriva) que hace las veces del humus y la corteza de los árboles en Gaia.
También hay depredadores, imperios emergentes, civilizaciones en declive, especies en peligro de extinción, comportamientos agresivos, asociaciones y relaciones simbióticas.
Un microcosmos de carbono, cobre y silicio desprovisto, en definitiva, de un órgano central pensante pero al que la suma de comportamientos otorga una acentuada tendencia hacia la supervivencia por la reproducción.
Finalmente, si en la mitología griega, Gaia surgió de y venció a Caos, la Web es para algunos una fuerza irruptora que promete acabar con las ineficiencias en el sistema de relaciones económicas, todavía anclado en prácticas fenicias.
En cambio, para otros, la virtualidad introduce un grado de anarquía inédito en las relaciones verticales de productores y consumidores.
Pero Gaia y Web difieren sustancialmente en su esencia. La segunda es un liquen que se asienta sobre la primera (cables, antenas, satélites), desarrollado a partir de un potente virus (el hombre) y cuya velocidad de reproducción supera en varios órdenes de magnitud a la paulatina dispersión de la vida en la Tierra y al propio ritmo de crecimiento de la raza humana, genuino Pantocrator de la Red.
(1) "Gaia, una nueva visión sobre la vida en la Tierra", James Lovelock, 1979.
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