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Economía

Cuarta Revolución Industrial: los desafíos del cambio irreversible
 


En Dubai, una oficina hecha con tecnología de impresión 3D, la primera del mundo.

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  • Ya hay más celulares que cepillos de dientes. La mayor flota de “taxis” del mundo pertenece a una firma que no tiene autos propios: Uber. Sólo en Argentina, la plataforma Airbnb supera en capitalización a las grandes cadenas hoteleras, sin tener ninguna habitación a su nombre. La compañía que aglutina a nivel mundial el mayor caudal de contenidos (Facebook) no necesita editores ni genera, realmente, texto. Amazon, la inmensa compañía de logística, carece prácticamente de stock. Y no hay modo de huirle a esos conceptos que millones de sujetos dominan con la misma soltura con que (aún) muchos resisten: “algoritmos”, “ciberseguridad”, “smart cities”, “Internet de las cosas” o el temible “big data”.

    Algo cambió. Algo enorme y radical, de peso histórico. Los expertos creen que como lo estamos viviendo ahorita no nos damos cuenta de su magnitud. Y además: que no tiene un final previsto, justamente porque es parte de su esencia ser innovación, ser transformación permanente. Es la Cuarta Revolución Industrial.
    Antes de chocar contra la pared del “¡no estamos listos!”, algunas definiciones. La Primera Revolución Industrial había tenido de protagonista a la máquina de vapor, y vio el pasaje de la economía rural y agrícola a una de carácter urbano y mecanizada.
    "De las 10 primeras compañías a nivel mundial, 7 son tecnológicas y 3, automotrices. Hace una década era exactamente al revés".
    En la segunda, el tamaño de los mercados se ensanchó gracias a la industrialización y las nuevas fuentes de energía: gas, petróleo y electricidad. La tercera, de perfil “científico-tecnológica”, trajo energías renovables y tecnología inteligente (smart grid).

    Pero hasta hace quince o veinte años todavía se podía oír a varios (modelo 60, modelo 70) lamentándose así: “Uh, me olvidé el reloj. Me siento desnudo”. Habría que andar unas horas sin smartphone para vivenciar algo semejante, y aun así la sensación de desnudez sería distinta y peor.
    En el marco del Smart City Expo Buenos Aires que se hizo esta semana, Érica Chávez Castillo, de Microsoft, fue clara: “Esta no es una época de cambios sino que el cambio marca la época. Lo que es innovador ahora no lo va a ser más en dos meses”.
    Un dato fuerte en palabras de Aníbal Carmona, presidente de la Cámara de la Industria Argentina del Software (CESSI): “De las diez primeras compañías a nivel mundial, hoy siete son tecnológicas y sólo tres automotrices. Hace una década era exactamente al revés”.

    Además explica que “si pasás del disco de pasta al CD-Rom estás sustituyendo tecnología. Pero del CD-Rom a Spotify lo que cambiás es el modelo de negocios”.
    Referentes de las grandes empresas acuerdan en darle un lugar central a la reflexión sobre estos cambios. Es el caso de Diego Bekerman, gerente general de Microsoft en Argentina, que dialogó con Clarín: “Venimos de tres revoluciones industriales tangibles y concretas, cada una separada más o menos por un siglo. Pero esta, la cuarta, es la revolución del conocimiento, de la innovación, atravesada por la tecnología, y es menos tangible. Además sólo pasaron 50 años”.

    Se estima que en 2020 habrá más de 20.400 millones de objetos conectados en todo el mundo, según la consultora Gartner.
    “Básicamente hablamos de la ‘nube’ y de la capacidad de acceder al procesamiento, captura y generación de información a altísima velocidad, lo que da gran acceso a los gobiernos y corporaciones, pero también a un municipio chico o una pyme, porque el costo es como pagar la luz”, aclara el gerente de Microsoft, y adelanta: “Hoy hablamos de la nube y pensás en tu smartphone, pero las heladeras, semáforos, sensores fluviales, todo va a poder estar interconectado y generar un volumen de datos”.

    "Los empresarios saben muy bien que están en una disyuntiva: innovar o morir. Es un tema de supervivencia". Con optimismo, Bekerman esboza que estas “innovaciones son habilitadores antes que amenazas”. Y suma: “Si estamos listos o no, no sé si es el mejor ángulo para verlo. La transformación digital te permite usar la tecnología como un habilitador para buscar oportunidades de impacto económico y social”.
    Antes no existía una idea de madurez por fuera de su sentido biológico. Ahora sí. “Nos pusimos a medir la madurez digital empresarial”, cuenta Carmona, e informa: “Sólo el 17% de las empresas argentinas están avanzadas en su proceso de transformación digital. Pero el 95% coincidió en darle gran importancia a la tecnología”. Su juicio es tajante: “Ellos saben muy bien que están en una disyuntiva: innovar o morir. Es un tema de supervivencia”.

    "En la Argentina, una de cada tres personas tiene acceso a Internet, y casi el 40% carece de conocimientos para manejarlo".
    Según se explicita en un informe de diagnóstico nacional que desde el Ministerio de Modernización compartieron con este medio, “aunque la conectividad parezca un recurso tan básico, en Argentina sólo una de cada tres personas tiene acceso a Internet, y casi el 40% carece de conocimientos para manejarlo”.
    “Además (sigue el texto), a partir de un relevamiento hecho al inicio de la gestión descubrimos que más del 90% de los municipios del país no brindaba trámites a distancia, no ofrecía wi-fi gratuito en espacios públicos, ni publicaba datos de gestión. Muchos no contaban con programas básicos como el paquete Office o computadoras para poder gestionar”.

    Clarín se contactó con el World Economic Forum (WEF o Foro Económico Mundial) para ahondar en su visión sobre los logros y cuentas pendientes ante las exigencias que plantea la Cuarta Revolución Industrial. Es que, como afirmó el organismo en informes pasados, los grandes líderes mundiales -políticos y empresariales- no estarían realmente tomando nota de los nuevos desafíos.
    Así lo explicó desde ese gigante internacional el economista Daniel Gómez Gaviria. A partir del Informe Global de Competitividad 2017-2018 publicado esta semana, “países emergentes como China, India e Indonesia ya empiezan a acercarse a las capacidades de innovación de líderes mundiales como Suiza y Estados Unidos. Pero no hubo suficiente convergencia en los temas de preparación tecnológica y la capacidad de las economías de usar estas innovaciones para el beneficio de la sociedad”.

    El experto detalló que “el Informe Global de Competitividad incluye un pilar sobre las instituciones, incluso las públicas, que analiza la eficacia y eficiencia de los gobiernos, al igual que temas como ética y corrupción, transparencia en el gobierno, seguridad y estado de derecho. En este pilar, que refleja la preparación de gobiernos para estas transformaciones, hay grandes disparidades entre regiones. Latinoamérica vio deterioros y se ubica ‘de últimas’, junto con países de África sub-sahariana”.
    A estos temas se refirió el decano de la Escuela de Ingeniería y Tecnología del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), Noberto Lerendegui: “Una persona formada en programación encontraría hoy un espacio muy grande de trabajo. Países como India hicieron una revolución en esto, y son líderes en provisión de software para exportación. Una política claramente inclusiva”.
    Es que, se sabe, la brecha social amenaza con volverse realidad aumentada. Porque, como remarcó Lerendegui, “las primeras revoluciones industriales modificaron cómo hacemos las cosas, pero esta cambió cómo somos. En las primeras se aumentó la productividad, pero la revolución que estamos transitando ahora cambió nuestra mirada sobre el mundo y cómo lo percibimos”.

    Habría que preguntar: ¿cómo se va a medir el costo de quedarse afuera? La relación entre inclusión y transformación digital no es tampoco tan lineal, desde ya. El presidente de la Cámara del Software aclara los números: “Cada 10 puntos de transformación digital en Argentina, el empleo crece 1,2% y casi 0,7% el PBI”.
    Todos aseguran que el meollo están en la educación. Carmona es contundente: “Un chico que recién empieza en el área tecnológica gana 20.000 pesos; para salir de la línea de pobreza una familia necesita 15.000. Nuestro sueño es convertir la frase mi hijo el doctor en mi hijo el programador”.

    Los especialistas consultados comparten una visión optimista de los pasos que viene dando la Argentina. Lerendegui quizás sea el más cauto: “Tenemos mucho talento histórico. Pero una cosa es tener sensibilidad por el fenómeno y percibirlo, y otra distinta, incorporarlo. En esto no hemos sido muy buenos los argentinos. A veces tenemos buenas ideas pero nos falla su seguimiento. Es un problema endémico, cultural... en los países sajones, el problema es crear la ley, pero el cumplimiento está garantizado. En los latinos, parece al revés: somos buenos para hacer leyes, pero en el seguimiento no tanto”.

    Hablando de leyes, un tema que despierta paranoias de todo tipo es el manejo de tanto dato. Por suerte, Bekerman no trató de exagerada a la cronista cuando ésta le expresó su preocupación: “Estoy totalmente de acuerdo. La tecnología habilita, pero en Argentina hay una ley de protección de datos personales y debe ser respetada. El tema es entender que esto es una negociación: como usuarios entregamos demasiados datos a cambio de que nos hagan la vida más fácil. Hay que asegurarse de que el entorno sea seguro. La nube debe ser inteligente, privada y segura”.

    Bekerman insiste en un punto clave: leer los infatigables términos y condiciones. Es que el crecimiento digital no le compete sólo a las empresas: “Es necesario reeducarse en ciudadanía y madurez digital”.
    Los expertos dicen que la fuerza del trabajo ya no importa tanto como el talento. Que los servicios basados en el conocimiento (el talento) impactan en el 22% del PBI (en Estados Unidos es el 38%). Que la información no es un bien escaso, pero la formación sí. Dicen que el objetivo es que se pase del “Internet del consumo” al “Internet de la producción”. Que los consumidores sean prosumidores.
    Y dice, por fin, Carmona: “Tenemos casi 90% de consumidores de la web, pero no tenemos productores. Es nuestro objetivo. Hay seguir andando. Paralizarse no está permitido”.
     


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