"Capital del Viento" |
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Capitán Sarmiento, provincia de Buenos Aires. Con asombrosa rapidez, seis hombres guardan el líquido dorado en pequeños frascos de vidrio mientras otros tantos pares de manos etiquetan con cuidado el tesoro. No se trata de un metal precioso, pero genera tantas utilidades como si lo fuera.Es el oro de los apicultores argentinos, que en los últimos meses han conquistado los más variados mercados mundiales convirtiendo a Argentina en el principal exportador de miel del mundo.
En la estancia La Elisa, ubicada en la localidad de Capitán Sarmiento,120 kilómetros al norte de la capital, un reducido grupo de 14 empleados trabaja intensamente en la extracción, elaboración y posterior envasado de la miel, que pocos días después estará a la venta en las góndolas de algún supermercado del mundo.
Este establecimiento, como otros 25.000 productores apícolas, vive una auténtica "luna de miel": en los primeros diez meses del año el país exportó el dulce néctar por una cifra récord de 150 millones de dólares, superando su marca histórica de 100 millones.
La miel de Argentina, el tercer productor mundial, fue la elegida por la Unión Europea - Alemania fue el mayor comprador -, Estados Unidos, Canadá, Japón y Brasil, entre otros destinos.
Un negocio redondo para un país con su moneda devaluada en más del 60 por ciento y que destina el 95 por ciento de su producción apícola al mercado internacional, que cotiza en dólares.
Y mientras la economía argentina comienza a transitar poco a poco por el camino de la recuperación, el negocio apícola muestra otra ventaja: las inversiones de capital de trabajo no son tan elevadas como en otros rubros del sector agropecuario y en poco tiempo se puede tener una cosecha y vender el producto.
"Hay un auténtico boom de la miel argentina, que empieza en el 2002 con la devaluación de la moneda y que este año alcanzó niveles récord acompañado por una serie de circunstancias que se dieron en el mercado mundial", dijo Mercedes Nimo, directora del área de Industria Alimentaria del Ministerio de Economía.
Una de esas "circunstancias" fue la decisión de la Unión Europea y Estados Unidos de cerrar sus fronteras, desde febrero de 2002, a la miel de China, primer productor mundial, debido a la presencia de cloranfenicol, un antibiótico cuyo uso está prohibido.
Las estrictas normas internacionales exigen mieles libres o con un mínimo de residuos antibióticos o contaminantes.
Argentina aprovechó entonces la oportunidad para salir a conquistar el mundo con la reconocida calidad de su miel, que se distingue por su color, aroma y las características biológicas de las abejas productoras.
"Argentina se ha convertido en la niña mimada del mundo por las cualidades de su miel", explicó Rodolfo Smith Estrada, dueño de La Elisa, que recientemente abrió una sucursal en Brasil.
Bajo un sol abrasador, Pablo Ferrari, vestido con un pesado traje blanco de amianto que lo protege de las picaduras de abeja, extrae con sumo cuidado la miel de uno de los panales distribuidos en las 4.400 hectáreas de La Elisa.
En sus manos contiene el resultado del laborioso trabajo que meses atrás las abejas iniciaron al alimentarse del néctar de flores y cardos, que luego depositan en las alzas melarias, las celdas del panal.
La recolección se lleva a cabo en dos momentos del año, otoño y primavera. La miel resultante puede estar hasta dos años apta para el consumo.
No muy lejos de allí, en un gran galpón, un grupo de empleados controla las máquinas de filtros que ayudan a eliminar los residuos de la miel, que luego será expuesta a diferentes temperaturas para obtener las tres clases de producto que se comercializa: miel líquida, cremosa y cristalizada.
Pero los apicultores saben que el éxito del negocio no sólo está en las ventajas competitivas sino también en los sistemas de control de calidad del producto.
"Si bien las perspectivas son favorables, tenemos que hacer muchos deberes internos para adecuar nuestro producto a las exigencias del mercado", advirtió Nimo.
Y es que la suerte de este sector está atada al mercado internacional, ya que a nivel interno el consumo de miel es muy escaso por la falta de hábito, la fuerte competencia del azúcar y el desconocimiento de las propiedades del producto.
El próximo año se perfila prometedor para los apicultores por otro motivo: Estados Unidos analiza bajar el actual arancel de 36,5 por ciento sobre las importaciones de miel argentina.
"Tener como objetivo un mercado de 400 millones de dólares sólo en los Estados Unidos nos plantea un gran desafío. Pensando en el mediano y largo plazo representaría importantes beneficios", sostuvo Smith Estrada.
El único trago amargo, reconocen los apicultores, son los altos impuestos de entre el 5 y el 15 por ciento que deben pagar por las exportaciones.
Sin embargo, esto podría cambiar a partir de 2004, cuando el gobierno aplique una reducción en el monto de las retenciones sobre algunos productos exportables, entre los que podría estar el oro dulce.
(*) The Associated Press, corresponsalía Argentina, 2003.
Estracta: www.urgente24.info. (23/11/03)
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