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La Argentina está cada vez más cerca de contar con santos propios. De la mano del fuerte impulso que dio el Papa Juan Pablo II a la proclamación de santos —al alentar la presentación de candidatos y simplificar los arduos procesos que exige la declaración de santidad—, las causas de canonización de argentinos se aceleraron sensiblemente en los últimos años.Los datos cantan: el país cuenta actualmente con cinco beatos y siete venerables —los escalones anteriores a la proclamación de santidad—, de los cuáles cuatro de los primeros y seis de los segundos fueron declarados tales desde comienzos de los años ''90 hasta la actualidad.
Este año marcará un récord para la Iglesia argentina. En los primeros seis meses se declararon dos verenables —José Gabriel "el cura" Brochero y la hermana María Crescencia Pérez (de las Hijas de María del Huerto)— y en octubre se proclamará una beata —la hermana Ludovica de Angelis (de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia)—, sin perjuicio de que en los meses que restan para terminar 2004 se conozca el avance de otra causa.
En 2002 habían sido proclamados dos beatos, el enfermero salesiano Artémides Zatti y la madre Tránsito Cabanillas, conocida popularmente como la "santa de la canastita".
La proclamación de beatos y santos es de enorme importancia para la Iglesia argentina que hasta ahora no cuenta con ningún santo ciento por ciento argentino, a diferencia de otros países de la región como Perú y Chile.
El caso del hermano salesiano Héctor Valdivielso Sáez, proclamado santo en 1999, es relativo ya que si bien nació en estas tierras, siendo niño se trasladó con sus padres a España, donde murió fusilado por su fe en una revuelta previa a la Guerra Civil Española.
Los santos —el ideal de cristiano— confirman la riqueza de una iglesia y muestran modelos propios a imitar.
La proclamación de santidad es un largo y complejo proceso que se inicia en la diócesis donde murió el candidato. Allí se hace un primer estudio de su vida a partir de minuciosos testimonios y escritos.
Si se considera que tiene méritos suficientes, es declarado siervo de Dios y girada la causa a la Santa Sede. En Roma comienza un estudio aún más riguroso que puede demandar años y hasta décadas. No hay plazos. Si se confirma que vivió su fe de un modo extraordinario ("virtudes heroicas") es declarado venerable.
Luego, para ser proclamado beato, hace falta comprobar que Dios obró un milagro por intercesión del candidato. Se trata, por lo general, de una curación de una enfermedad grave, terminal, que no tiene explicación científica.
Esto implica contar con el caso, determinar que se pidió la intercesión de ese candidato y pasar el severo examen de una junta médica del Vaticano. Si se le comprueba un segundo milagro, es declarado santo. Existe otra vía para llegar a los altares: el martirio, o sea que el candidato haya muerto por su fe.
La carencia en un país de santos proclamados no quiere decir que ese país no cuente con ellos, sino que los casos no fueron estudiados o los estudios no llegaron aún a su fin.
De allí el anhelo de Juan Pablo II —el pontífice que más beatos y santos proclamó en la historia de la Iglesia—de mostrar que la santidad no es algo imposible.
Los obispos argentinos, conscientes de esta carencia, crearon hace unos años una comisión para el seguimiento informativo de las causas de argentinos.
Las causas son impulsadas generalmente por las congregaciones o comunidades a las que pertenecían los candidatos.
En el caso de Brochero, figura emblemática del sacerdocio rural, fue impulsada directamente por la Conferencia Episcopal. Brochero iba con su mula por las sierras cordobesas evangelizando y asistiendo a todos. Fue, además, un gran impulsor de obras de desarrollo.
El popular Ceferino escapa a la aceleración actual. Fue declarado venerable en 1972. Pero su causa pareció estancarse en algún momento porque se le habría detectado un culto público previo, algo prohibidísimo en la Iglesia hasta que el candidato sea declarado por lo menos beato. También es anterior Vicuña —la milagrosa niña chilena que se santificó en nuestro sur—, beata desde 1988.
En cambio, parece haberse destrabado la causa de fray Mamerto Esquiú, a estudio en la Santa Sede desde 1978. El secretario de Culto, Guillermo Oliveri, visitó hace poco la localidad catamarqueña homónima, donde hay una gran expectativa. Oliveri y el embajador ante la Santa Sede, Carlos Custer, comprometieron todo su apoyo.
Entre las causas más recientes presentadas se cuenta la de Enrique Shaw, fundador de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), que podría convertirse en el primer empresario en llegar a los altares. Los obispos analizan, además, impulsar la candidatura del cardenal Eduardo Pironio, quien murió en 1998.
Estracta:Por Sergio Rubin para Diario Clarín. (04/08/04)
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