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Aplausos, risas y lágrimas se vivieron ayer en la Escuela San Juan Bosco durante el emotivo homenaje al padre Juan Corti, quien recibió del Senado de la Nación una medalla de oro y un diploma en reconocimiento a su trabajo en favor de la comunidad.La Escuela San Juan Bosco se vistió de fiesta y no es para menos. Es que ayer el padre Juan Corti recibió un diploma y una medalla de oro de manos del senador Marcelo Guinle, por su cualidades personales y el cúmulo de las obras realizadas en favor de la comunidad.
El salón del colegio fue ornamentado con una bandera y carteles que señalaban sus virtudes: «piedad, esfuerzo, humildad y lucha».
Sólo halagosCorti nació en Italia y en 1949 se instaló en la Patagonia con un bolso cargado de sueños, donde dedicó su vida por completo a educar a los niños de los barrios más marginados, preocupándose día a día para que mejoraran su condición de vida.
Autoridades municipales, concejales y el personal educativo asistieron al homenaje al «cura gaucho», quien también recibió salutaciones del obispo Pedro Ronchino y del ministro de Educación Dardo López.
Los abanderados de las escuelas Juan XXIII, Ceferino Namuncurá, San José Obrero y San Juan Bosco se ubicaron frente suyo como muestra viva del trabajo abnegado y la dedicación que posibilitaron su construcción.
Roberto Die fue y es uno de sus más estrechos colaboradores. El fue quien recordó ayer «algunas de las obras de Corti», entre ellas el Oratorio Don Bosco, guarderías, cooperativas y el centro médico de Kilómetro 5.
«Es como si su vida hubiera estado desparramando las obras como cuentas de un rosario», describió emocionado Die.
Por su trabajo en Comodoro, en 1965 el gobierno italiano condecoró a Corti con la orden «caballero del trabajo».
«Nuestro cura gaucho es un ejemplo de vida», aseguró el presidente provisional del Senado de la Nación, Marcelo Guinle, al recordar la humildad con que pedía mantener sus copas de leche y comedores barriales.
«No tengo dudas de que Don Bosco nos ha puesto en el camino al ‘cura gaucho’. Tenemos una inmensa suerte y el deber de contarle al país de su vida porque es un símbolo de la Patagonia», aclaró después.
Al recibir las distinciones, el sacerdote salesiano despertó más de una risa al decir: «hoy no voy a pedir, voy a agradecer». Pero luego las lágrimas comenzaron a rodar cuando narró la valentía de su madre María Riva.
El 22 de setiembre de 1948 arribó a Genova el barco argentino «Santa Cruz», que por primera vez llevó trigo a Italia donde «estábamos hambrientos después de sufrir seis años de guerra, de comer ratones y papas crudas cuando éramos ricos».
Su madre le dijo entonces que «si vas a la Argentina para no hacer nada no te dejo ir, pero si vas para que hagas algo, te dejo y te doy la orden: haz cosas que me hagan honor a mí». María Riva murió un domingo a las 6 de la mañana, cuando tenía 55 años y ordeñaba una vaca.
«He buscado la forma de cumplir con ese deseo que me inculcó desde pequeño», contó después para luego dejar un nudo en la garganta en cada una de las visitas al contar los sacrificios que hizo desde niño para poder sobrevivir.
No me lo merezcoDespués Corti evocó «las tramullas» que hizo («todas perdonadas por Dios») para edificar la Escuela Santo Domingo Savio: todos los días durante tres años, y mientras regresaba en moto al final de la misa, pasaba por una obra donde «el ingeniero me dijo que junte las bolsas rotas de cemento; entonces les pedía a los obreros ‘rompan bolsas’ y así junté 10.500 para levantar el ‘monstruo’».
Por último, el salesiano de 79 años manifestó: «todo esto no me lo merezco porque ustedes hacen la misma cosa igual que yo, cada uno en su categoría», dirigiéndose a docentes y funcionarios.
Para continuar en la causa de los más postergados, explicó que todos los días «le pido a Dios y a Don Bosco, que es más pícaro que todos, que me den tiempo para trabajar y que, si me llevan, que sea cuando esté durmiendo o rezando».
Estracta:Publicado en el Diario El Patagónico. (19/11/04)
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