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101 días de Duhalde y sin política económica
 


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Santiago Lozano distribuye una newsletter de la que extractamos los siguientes numeritos:

 



 


Artículo acerca de los errores de la política económica, producido por la consultora Exante:

Por Santiago Gallichio (*)

Existen posiciones muy extendidas en la discusión político-económica que se desarrolla en el país que enfatizan en las cuestiones de fondo.

Así, muchos se refieren con frecuencia a la recientemente finalizada década de convertibilidad como al "modelo económico del neoliberalismo"; otros insisten en que antes de cualquier decisión de política económica que se adopte se debe tener en claro y suficientemente discutido "qué país queremos ser" o "hacia dónde vamos."

Ambas posiciones, y muchas otras, tienen en común un supuesto: el de que corresponde a quienes participan activamente de la política el decidir qué país quieren o imaginan, para luego instrumentarlo lo mejor posible.

Por último, queda esperar que la ciudadanía se adapte a esas reglas de juego y, si no lo hace, apelar a instrumentos correctivos de las conductas desviadas: penalizaciones impositivas, coacciones por la ley o por la fuerza, etc. La ciudadanía debe obedecer las decisiones de quienes mandan, que para eso están.

Cuando se piensa de esta manera se suele caer en la confusión de no distinguir entre reglas de juego básicas, que no están disponibles para la reforma por parte de los políticos de turno, y reglas de juego discrecionales, como incentivos o desincentivos económicos traducidos en subsidios o impuestos instrumentados de manera más o menos directa.

Entre las primeras reglas de juego, en los países capitalistas se cuentan el respeto de la propiedad privada y las libertades económicas básicas: la de la fijación de los precios por parte de quienes ofrecen los bienes y servicios que producen, la de la libertad de contratación entre las partes, etc.

La confusión de estos dos tipos de regla sucede a menudo debido a lo equivocado del planteo de fondo.

Si uno comienza por imaginar qué país quiere y confronta luego esa ilusión con la realidad del momento, la solución que rápidamente achica el espacio mediador (que suele ser extenso) pasa a menudo por la reubicación de los elementos existentes en un nuevo orden que se considera más justo.

Este es el planteo del gobierno de Duhalde. Los ingresos de los exportadores representaban el 10% de los ingresos del país.

Tras la devaluación del peso, esos ingresos pasaron a constituir el 25% del total.

El gobierno recreó las retenciones para apropiarse del 12% (promedio) de esos recursos: creó de la nada recursos fiscales nada menos que por un 3% del PBI.

Con esos recursos se puede plantear una amplia política de subsidios a los jefes de familia sin ingreso: $150 por mes para 2 millones de familias, es decir, $ 300 millones de pesos (cien millones de dólares) mensuales.

Otro ejemplo de reasignación de recursos privados: los plazos fijos en dólares acorralados en noviembre (US$ 40 mil millones) terminaron valiendo para sus titulares sólo un 35%.

Los US$ 26 mil millones que perdieron estos ahorristas sirvieron para muchos fines del Estado: para evitar el recorte del gasto público y mantenerlo en los niveles previos, sin tener que enfrentar lo que todo el sector privado viene enfrentando: la dura reducción de ingresos y de actividad; para hacer competitivas a varias empresas locales, tornando en mucho más cautivos los mercados nacionales por el cierre de la economía, etc.

Los ahorristas financiaron a los viejos empleados públicos, a los nuevos subsidiados y a algunos empresarios también.

El problema estratégico más serio que presenta la política elegida por el gobierno, dejando de lado las cuestiones que hacen a su profunda iniquidad, es que descansa en la presunción de que las fracciones del ingreso nacional de que se dispone como piezas de una rompecabezas son estáticas.

Un país con US$ 26 mil millones de exportaciones anuales o US$ 70 mil millones de depósitos claramente no es este país de hoy.

Las exportaciones llegaron al récord de 2001, aumentando año a año, porque se respetaron durante 10 años reglas de juego elementales del capitalismo, lo que provocó que se invirtieran cifras millonarias en emprendimientos internacionalmente rentables.

Los depósitos se acumularon porque se dieron las señales de que se respetaría el valor de la moneda, la independencia del Banco Central y el libre movimiento de fondos con el exterior.

Esto significa que el financiamiento por expropiación sólo puede realizarse una vez, es decir, sólo bajo la modalidad del asalto. No es una fuente estable de recursos públicos.

Si bien asumimos que el gobierno entiende esto en el caso de los depósitos del corralito, pues hasta un niño lo entiende, no parece entenderlo en el resto de los casos.

Así, el ministro Remes Lenicov, por caso, ha expresado reiteradamente su confianza en el buen desempeño del peso frente al dólar, basándose en que la oferta de dólares proveniente del saldo comercial será de más de US$ 12 mil millones este año.

Ese razonamiento demuestra que el gobierno cuenta con que las exportaciones de la post-convertibilidad seguirán su crecimiento inexorable de la era anterior. Incluso se ilusiona con que aumentarán debido a la ganancia de competitividad.

Sin embargo, tras unos cuantos meses de inercia, las exportaciones seguirán el curso que siguieron cuando la economía argentina estuvo cerrada, con un dólar alto, propio de las fugas de capitales, y reglas de juego equivocadas y cambiantes como el clima.

Un país mercantilista, como el que sueña la Triple Alianza que determina nuestros destinos, en el que se exporte mucho y se importe poco y nada no existe sobre la faz de la Tierra. Las leyes de la economía lo demuestran con claridad, desde que el gran David Hume pusiera al descubierto la falacia del razonamiento de quienes lo antecedieron en la teoría económica.

Eso mismo pasará con las otras fuentes de recursos que el gobierno y muchos legisladores miran con apetito: las ganancias de las empresas de servicios públicos.

Podrán asaltar sus patrimonios locales, pero no podrán impedir que esos capitales huyan despavoridos y duden mucho en regresar en un futuro próximo.

Repartir la bonanza de otros es fácil y brinda réditos inmediatos. Pero hace que quienes se esforzaron para acumular los frutos de su trabajo dejen de hacerlo. Esto es lo que sucederá en nuestro país, el que sigue dando muestras inéditas de un sector público afectado por un ingénito facilismo vandálico.

(*) www.exante.com.ar/  


Crédito:

Newsletter www.urgente24.tv. (10/04/02)
 



 
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