"Capital del Viento" |
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Mariela Santamaría y un Hércules. Foto: Gustavo Castaing.
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Dicen que para cumplir los sueños hay que volar alto. Fue así como Mariela Santamaría logró demostrar que no existen límites para abrir las alas y aprender a volar. A sus 32 años se convirtió en la primera mujer de Argentina en comandar un avión Hércules y la única del género que realizó vuelos entre las bases argentinas en la Antártida. Es capitana y trabaja en la Base Aérea de El Palomar.Un largo camino la llevó a cumplir su objetivo de pilotear uno de los aviones más grandes del mundo. Pasó cuatro años en la escuela militar de Córdoba y le tomó otros dos aprender a volar. “Mi primer vuelo no lo disfruté. Por un lado, se me estaba concretando un sueño, y por el otro, tenía miedo de que algo saliera mal”, recuerda Santamaría.
Pero fue recién cuando llegó a la Base Aérea de El Palomar, hace tres años, que pudo subirse a un Lockheed C-130 Hércules como piloto. El avión tiene 30 metros de largo y puede llevar hasta 70 mil kilos de carga. Y es por eso que cuesta creer que con su contextura diminuta, domine a la enorme aeronave de transporte conocida por su labor en la Guerra de Malvinas y sus misiones de rescate.
Aunque en la Fuerza Aérea hay cinco mujeres piloto, la capitana Santamaría es la única que eligió especializarse en Hércules. “Me decidí por ese avión por su tarea humanitaria. En las operaciones generalmente se trata de llevar comida a quienes la necesitan o de ayudar en alguna catástrofe”, explica. Y agrega: “Cumple una función de servicio y eso es lo que más me gusta”.
Cuando le comentó a su familia que quería dedicarse a la aviación, todos se sorprendieron. Incluso su papá le advirtió sobre lo dura que podía ser la carrera militar. “A mí no me importó. Mi sueño era volar Hércules y lo pude alcanzar. Hice todo lo que tenía que hacer. Cumplí con las etapas y las exigencias para llegar a donde estoy hoy”, sostiene.
Al terminar la secundaria, en 2001, se anotó en la escuela de aviación. “Decidí que quería ser piloto, pero mi familia no me podía pagar las horas de vuelo. Así fue como terminé haciendo la carrera militar sin tener ni la más mínima idea de cómo era el régimen”, confiesa Mariela, que forma parte de la segunda promoción de mujeres aviadoras de la Fuerza Aérea y está de novia con un paracaidista.
No todas las pasiones se heredan, algunas se llevan en el alma desde la infancia. “Siempre me gustaron los aviones. De chica iba una vez al año a las jornadas a puertas abiertas en la Base de Morón. Veía los despegues y quedaba fascinada”, recuerda Mariela, cuyos padres nada tienen que ver con la profesión: su mamá es diseñadora de indumentaria y su papá tiene una rectificadora de autos.
Hoy, la piloto mira hacia atrás y dice estar satisfecha de haber invertido tanto esfuerzo en concretar su sueño. “Amo lo que hago y aspiro a seguir creciendo”, expresa.
A pesar de que la carrera militar es un terreno históricamente dominado por hombres, la capitana Santamaría nunca recibió un trato diferente. “Jamás me sentí discriminada, al contrario, los hombres me tratan como uno más”, revela entre risas.Su vida, claro, gira en torno a la aviación: realiza vuelos periódicos con el Hércules hacia diferentes puntos del país desde la base de El Palomar. La misión se hace en el día y es para llevar provisiones y pasajeros. Aunque también viajó a otros países, como Chile y Estados Unidos. “La gente se sorprende cuando digo que soy piloto -marca-. Sin embargo, para mí es algo natural”.
Si bien su objetivo era pilotear Hércules, antes debió aprender a comandar un avión de transporte más pequeño llamado Twin Otter. A bordo de esa aeronave pasó a ser la primera mujer en pilotear vuelos internos dentro de la Antártida. Realizó dos campañas de seis meses y conectó Marambio con Esperanza y Carlini, las otras dos bases que pertenecen a Argentina.“Es una experiencia única. Desde el paisaje hasta la responsabilidad de manejar el único medio de comunicación entre los tres asentamientos. Además, junto con la tripulación cumplimos un rol fundamental que es transportar comida, pasajeros y correo”, recuerda Mariela con una sonrisa en el rostro.
Sin embargo, no fue casualidad que la piloto haya sido la primera en volar por el Continente Blanco. “Ninguna otra se había animado a hacer una campaña antártica. Yo, en cambio, me propuse que quería ir. Junté las horas de vuelo que necesitaba en Comodoro Rivadavia y ahora formo parte del selecto grupo de personas que la conoce”, admite.Aunque recorrió buena parte del país y también otros países, elige su estadía en la Antártida como la mejor experiencia que le tocó vivir. “Cuando estuve ahí, supe que iba a querer volver”, confiesa.
Créditos:
- Publicado en el Diario Clarin. (19/04/16).
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