"Capital del Viento" |
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Loca genialidad: la expresión de la Ferrari F12 transmite la esencia de la marca de Maranello.
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Va una adivinanza: no son animales, no son personas, pero se mueven todo el tiempo alrededor nuestro y tienen caras y cuerpos. ¿Qué son? Es fácil: son los autos.
Pasa que los seres humanos tendemos a trasladar atributos y características que nos son propias a todo lo que nos rodea. Y los autos no sólo no son la excepción, sino que tal vez sean los productos de consumo más humanizados. Tal es así que, aunque sean objetos inertes, les atribuimos características de personalidad (son simpáticos, agresivos, elegantes, cancheros.), tal como lo haríamos con una persona o, en todo caso, con una mascota. Si le quedan dudas, piense cuántos de esos calificativos se los asignamos a los celulares, a los lavarropas, a los aviones o a las casas.Pero esa relación -consciente o inconsciente- que hacemos de los autos con caras y cuerpos no es ni casual ni caprichosa. La misma morfología de los automóviles se presta a la perfección para eso.
Desde que abrimos por primera vez los ojos cuando somos bebes, tenemos una natural predisposición para prestar atención a los rostros que nos rodean. De hecho, a medida que vamos creciendo nos vamos volviendo expertos en reconocimiento facial. Las caras de las personas son de las cosas que más pregnancia generan en nuestra memoria, y está bien que así sea, ya que nuestra vida social depende de eso. Por eso tendemos a ver caras en todo lo que responda a una estructura de dos elementos en una misma línea horizontal, y otro un poco por debajo y en el medio (Tom Hanks y la pelota Wilson pueden dar cuenta de eso).Resulta que la parte frontal de los autos tiene exactamente esa estructura, y por eso la proyección de una cara es algo casi natural. Es bastante evidente: las luces son los ojos, la entrada de aire por debajo del paragolpes hace las veces de boca, y la parrilla suele cumplir la función de nariz, a veces combinada con la forma del capot.
Esta asociación es algo que los diseñadores conocen a la perfección, y la usan -con mayor y menor éxito- para darles carácter y personalidad a los vehículos. Faros rasgados tienden a generar una impresión de agresividad, mientras que unos ojos más redondeados transmiten una apariencia más amena y amigable. La entrada de aire inferior puede parecer una sonrisa -si tiene una curva por debajo- o una mueca de enojo -si la tiene por arriba-. Básicamente, como un emoticón.Entre los extremos amigable y agresivo, tenemos todo tipo de variantes, que dependen mucho de lo que vea cada observador. Por eso, decir que un auto tiene cara de malo, o cara de bueno o, incluso, cara de tonto, no tiene nada de banal, sino que es absolutamente pertinente.
Siguiendo con la misma idea asociativa, podemos decir que esas caras forman parte de una estructura mayor, una unidad, un cuerpo. De hecho el idioma inglés (que no se anda con muchas vueltas a la hora de establecer nombres para las cosas y las acciones), directamente denomina body -cuerpo- a la carrocería del auto.Pero la relación entre una carrocería y un cuerpo no es sólo una cuestión semántica. Del mismo modo que con la trompa, la estructura del resto del auto, con sus cuatro ruedas apoyadas en el piso sosteniendo el resto de la carrocería, es asimilable al cuerpo de un ser vivo de cuatro patas. Y como todo cuerpo, el de los autos tiene partes bien definidas: cintura, hombros, caderas, y por supuesto cola y patas. También músculos, nervios, tendones y hasta huesos. Puede sonar un poco raro al principio, pero lo cierto es que hasta el mismo lenguaje descriptivo de los automóviles se vale cada vez más de estas analogías.
Y no es un tema menor, porque consciente o inconscientemente les asignamos un valor estético a esos cuerpos de metal, casi como lo haríamos con uno de carne y hueso: los hay estilizados y atléticos, los hay grandes y robustos, y los hay directamente rechonchos. No nos olvidemos que en toda primera impresión el aspecto estético es clave, y no es lo mismo un cuerpo fibroso y bien proporcionado que uno que denota una alta ingesta de tallarines y muy poco ejercicio físico.
En definitiva, cuando miramos un auto no hay que tener ningún complejo en dejar fluir nuestro costado más lúdico y asociativo.De hecho los diseñadores tienen eso muy en cuenta a la hora de combinar formas y elementos para lograr una aproximación más emocional con nosotros. Además, es una buena manera para entender un poco mejor por qué nos gustan los autos que nos gustan.
Créditos:
- Por Renato Tarditti. Publicado en el Diario La Nación. (23/07/16)
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