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El arqueólogo escudriña en la tierra la escondida historia de los pueblos Antropólogos, geógrafos y botánicos le ayudan a reconstruir el ambiente cultural y físico que rodeaba al hombre. En esta empresa se reconstruye aquella historia que no alcanzó a dejar testimonios escritos de su propia existencia y cuyos recuerdos se han perdido o transformado con el paso de los siglos.Esta escondida etapa de la vida del hombre se ha llamado Prehistoria, y el interés por encontrarla se hunde en lo más profundo de la naturaleza humana el ansia de saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
El problema de los orígenes del pueblo mapuche interesó vivamente a los investigadores de comienzos de este siglo, tales como Latcham, Guevara, 0yarzún y Medina. El primero de ellos, basado en argumentos etnográficos, sostenía que el "araucano era un producto del mestizaje surgido como consecuencia de la irrupción de un grupo étnico moluche, grandes guerreros y cazadores que habitaban las extensas pampas argentinas, quienes habrían conquistado los territorios ubicados entre los ríos Bío-Bío y Toltén.
Al mezclarse con la población autóctona, de costumbres sedentarias y agrícolas, este grupo habría quebrado la homogeneidad racial que existía entre el río Choapa y Chiloé, plasmando la división entre Picunches (habitantes del norte del Bío-Bío), Araucanos (población mestiza entre el Bío-Bío y el Toltén) y Huilliches (ubicados al sur de este último río).
Los demás investigadores rechazaban este mestizaje y abogaban a favor de la unidad étnica del mapuche y su parentesco con las culturas septentrionales. Los trabajos arqueológicos y etnográficos de estas últimas décadas han puesto más énfasis en la historia cultural de los pueblos que habitaron en el sur de Chile, que en sus orígenes.
Se ha comenzado a develar, de esta manera, un panorama muchísimo más rico, variado y dinámico que el propuesto en épocas anteriores. Sabemos que desde hace varios milenios el hombre ocupó los ricos ambientes del litoral, aprovechando los inagotables recursos que ofrecía el mar, complementado con la recolección de vegetales y caza de aves y fauna de la región.
A mediados del primer milenio de nuestra era, llegaron poblaciones que ya conocían el arte de la cerámica y cultivaban algunos productos agrícolas en pequeños huertos, para lo cual despejaban los bosques y aprovechaban las lluvias de temporada.
Los arqueólogos han dado el nombre de Pitrén a estos pueblos por haber sido detectados primeramente en este sitio cerca del lago Calafquén, por el científico Osvaldo Manghin, el que les dio esa denominación. Estas agrupaciones se establecieron principalmente en las orillas de los lagos precordilleranos de la región, lo que permite sugerir una economía basada en la recolección.
Enterraban a sus muertos con ofrendas, de las cuales han permanecido cántaros de cerámica muy bien facturada y cocida, con decoraciones incisas y modelados, a menudo afectando formas antropomorfas o zoomorfas, los que a veces conservan restos de pintura resistente en su superficie.
Alrededor de cinco siglos más tarde, al sur del río Bío Bío, aparecen asentamientos humanos que dejaron allí sus cementerios con enterramientos en grandes urnas de cerámica de pálvulos y adultos, acompañados de ofertorios con cerámica pintada con líneas negras o rojas sobre engobe blanco y a veces con restos de adornos de cobre.
Estos sitios funerarios se encuentran generalmente ocupando el valle central al lado de los ríos, con una notable concentración en la zona de Angol y específicamente en la localidad de El Vergel, donde fueron identificados por el misionero Dillman Bullock.
Muy probablemente estos pueblos ya cultivaban maíz, porotos, quínoa, ají y calabazas en las riberas y lugares húmedos y hacían incipientes canalizaciones para regadío. Este énfasis agrícola de las agrupaciones El Vergel es sugerido por estar los cementerios ubicados en lo que ha sido hasta hoy uno de los centros agrícolas más importantes de la zona por la calidad de su tierra y la protección de la cordillera de Nahuelbuta, que le da condiciones de mayor continentalidad.
El Vergel debe haber tenido contactos con Pitrén, pues se ha demostrado la coexistencia de ambas agrupaciones ocupando lugares diferentes. Por otra parte, también está documentada para esta época la presencia de grupos cazadores y recolectores en la cordillera pertenecientes a otra tradición cultural.
El impacto de la conquista hispana de estos territorios, produce un fuerte y súbito trastorno en la vida de las poblaciones autóctonas las que, responden a la presión conquistadora con una fuerte cohesión. Una explicación viable para este proceso es que los diferentes pueblos que habitaban estos territorios se unen, incorporando elementos étnicos y culturales serranos, trascordilleranos y también hispanos. Este verdadero proceso de homogenización cultural, ha llegado hasta nuestros días bajo el nombre de cultura mapuche.
Es así como hoy se advierten en el pueblo mapuche elementos de los primeros pueblos andinos (me domestican los animales y las plantas, provenientes de su ancestro Pitrén. La tradición horticultora y la cerámica decorada, conocida hoy como Valdivia, seguramente le llegó a través de los pueblos El Vergel que también formaron parte de su acervo genético. Por último, la economía ganadera y la tradición ecuestre, sin duda provienen de elementos hispanos que también se advierten en el mestizaje racial.
Queda, sin embargo, mucho camino que recorrer en estos campos. Se deben intensificar los estudios de los escasos restos humanos exhumados en cementerios, poner más énfasis en excavaciones estratigráticas y hacer trabajos comparativos en los distintos nichos ecológicos para contribuir a despejar las incógnitas que aún persisten.
Desgraciadamente, las condiciones climáticas de la región conspiran contra la labor de los científicos, impiden la conservación de los restos órganicos y se pierde, de este modo, gran parte de las escasas fuentes de interpretación con que se cuenta para dilucidar el pasado prehistórico del mapuche.
Como contrapartida, sin embargo, el especialista cuenta con la presencia viva de la población actual la que, a pesar de las influencias foráneas recibidas, conserva gran parte de su acervo cultural tradicional. El estudio de este material etnográfico, bien aprovechado, debería suplir con creces la falta de antecedentes arqueológicos.
Fuente: Cultura Mapuche - Editado por el Departamento de Extensión Cultura del Ministerio de Educación de Chile - Julio 1986.
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