"Ciudad Luz" |
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Abel Alexander es investigador, coleccionista y conservador de fondos fotográficos. Un “Fotólogo”, según el neologismo que inventó para describir su actividad. Foto: Fernando Calzada.
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Hacia el año 1924, el bucólico pueblo de Bella Vista se vio sorprendido por la apertura de un nuevo negocio, completamente distinto de los habituales comercios: un estudio de fotografía a cargo de la familia Weiss. Por entonces, aquella localidad casi rural tenía una población aproximada de 7.000 habitantes.
La segunda sorpresa fue el hecho que aquella flamante casa de fotografía no se instaló en el tradicional núcleo comercial de Bella Vista, o sea, alrededor de la estación del entonces Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, sino a pocas cuadras de la Ruta Nacional N° 8, en una zona todavía descampada.La saga fotográfica de la familia Weiss se inició en Alemania en el último tercio del siglo XIX, con la actuación pionera de Carl Weiss cuyo hijo Carlos emigró con esta profesión hacia la lejana América del Sur, a principio del siglo XX. Lo hizo acompañado por toda su familia, entre ellos, su hijo Fernando. Tres generaciones cuyos conocimientos y secretos se fueron trasmitiendo de padres a hijos en una continuidad de más de un siglo. Los Weiss se sumaron en nuestro país a una lista de reconocidos pioneros alemanes de la fotografía, como Adolfo Alexander, George Alfeld.
Al desembarcar en Buenos Aires hacia fines de 1910, Carlos Weiss se enfrentó a una ciudad saturada en el campo fotográfico profesional. En ese momento, Buenos Aires contaba con alrededor de 200 estudios volcados en su inmensa mayoría al aspecto más rentable del negocio: la retratística social. Era, a todas luces, demasiada competencia, por lo que decidió tentar suerte en comunidades menores como Quilmes y La Plata, pero no tuvo suerte.
Tiempo después, Carlos Weiss encontró su ansiado “nicho” comercial al detectar que la nueva y gigantesca guarnición de Campo de Mayo no contaba con un servicio fotográfico acorde a sus necesidades. Fue entonces cuando decidió abrir el estudio profesional en la cercana localidad de Bella Vista y, por supuesto, ubicarlo lo más cerca posible del cuartel militar, sin importar lo alejado que estaba del centro de la localidad bonaerense. Una decisión de deja bien claro cuál fue su estrategia comercial: poner sus cámaras lo más cerca posible del Ejército Argentino. Por entonces, regía los destinos del país el presidente Marcelo Torcuato de Alvear y su ministro de Guerra, Agustín P. Justo.
Fotografía militarSu decisión de radicarse en Bella Vista fue total y definitiva pues, a diferencia de sus colegas que solían alquilar locales comerciales transitorios, Carlos Weiss compró una respetable fracción de terreno y decidió construir una amplia vivienda familiar. En sus planos, ya se incluía, como anexo, un completo estudio de fotografía, con la necesaria galería de toma, laboratorio, sala de retoque y el archivo para los negativos de vidrio. A solo 30 kilómetros de Buenos Aires, tenía la ventaja de surtirse rápidamente de los insumos necesarios.
Consideramos que su proyecto central fue convertirse en el principal fotógrafo de la guarnición militar, propósito que ya se adivina por el hecho que bautizó aquel establecimiento con el significativo nombre de Estudio Fotográfico “Campo de Mayo”. Por supuesto, competencia no faltaba en este rubro militar, pues en la zona ya actuaban otros fotógrafos, como el americano Harry Grant Olds y, en especial, el italiano Ceferino Macchiavelli, con su antigua Fotografía y Sastrería “Al Cielo Argentino”, ubicada en el centro de San Miguel.
Fundar una gigantesca guarnición militar y campo de maniobras en tierras del partido de General Sarmiento fue el sueño del teniente general Pablo Riccheri, quien tomó como modelo el de Francia y finalmente pudo concretar su idea hacia el año 1901 ya como ministro de Guerra del presidente Julio A. Roca. Este logro coincidió con la implantación del Servicio Militar Obligatorio, cuyos jóvenes conscriptos provenientes de todas las provincias argentinas serían la base misma del negocio fotográfico de los Weiss.
Tal como su colega Ceferino Macchiavelli antes, sabemos que Carlos Weiss contaba con un carnet especial para trabajar como fotógrafo autorizado en Campo de Mayo. Por aquel entonces, el disciplinado ejército alemán y sus poderosas fábricas de armamento influían notoriamente en la cúpula de nuestras Fuerzas Armadas. Contar, entonces, con un fotógrafo proveniente de aquella Alemania militarista estaba en línea con esa tendencia.
Con las cámaras al cuartelLas sucesivas firmas de “Carlos Weiss e Hijo”, “Fotografía Campo de Mayo” y, posteriormente, “Fernando Weiss”, fueron responsables de infinidad de registros realizados durante más de medio siglo en la amplia instalación de la guarnición de Campo de Mayo, en sus escuelas e institutos. En su mayoría, en la modalidad de grandes retratos colectivos con integrantes de las distintas agrupaciones castrenses, pero también con registros de las emotivas juras a la bandera o las clásicas clases de conscriptos de rotación anual. Gracias a estos registros, estas fotografías se encuentran distribuidas en las familias de aquellos conscriptos desde Jujuy hasta Tierra del Fuego.
Ponemos como ejemplo una fotografía grupal, donada recientemente por la señora Mabel Nanni, y que detallamos como “Escuela de Artillería. 1er. Grupo. 1a. Batería. Clase 1909 - Recuerdo de mi servicio a la Patria” y la firma autoral: “Carlos Weiss e Hijo. Bella Vista. F. C. P.”. Se trata de una copia a la gelatina de plata en la medida de 19,5 x 40,3 cm y montada sobre un soporte rígido de cartulina beige impreso con el escudo argentino en el centro. Nos muestra, sobre un fondo de palmeras, la correcta formación de 90 hombres en siete geométricas hileras y flanqueados por dos cañones montados en sus cureñas. Destacan, por su brillo, escarapelas, botones, hebillas y las botas de los uniformes.
Esta fotografía vintage –en correcto blanco y negro y del tipo panorámico– sobre jefes, suboficiales y tropa del Regimiento N.° 6 realizada hacia el año 1930 nos indica la complejidad técnica y comercial necesaria para obtener aquellos precisos registros, o sea, la geométrica ubicación de los numerosos retratados, el tamaño y la calidad de la cámara fotográfica, el volumen de copias que se debió realizar una a una en el laboratorio químico frente a las decenas de pedidos, los exactos montajes pegados sobre el grueso soporte secundario y la posterior venta a los interesados.
Aquel recuerdo agridulce sobre la “colimba” era incentivo para que los jóvenes y sus familiares compraran esas únicas y entrañables fotografías. En tal sentido, podemos mencionar otras opciones en el campo de la venta de “recuerdos”, como la edición impresa de un álbum de tapas rojas enteladas titulado “Bodas de Plata de la Escuela de Suboficiales ‘Sargento Cabral’. 1908 - 31 de marzo - 1933?, que perteneció a Serafín Bello. Otro ejemplo es una original composición mixta perteneciente a la coleccionista Adriana Lucero, residente en Cañuelas, donde en la misma lámina de impresión fotomecánica se ubican vistas turísticas sobre Buenos Aires como: “La Capital de la República”, “El Congreso”, “Plaza de Mayo” o “Casa de Gobierno”, intercaladas con imágenes sobre Campo de Mayo como: “Caballería”, “Aviación”, “Radio”, “Artillería” o “Ingenieros”, mientras que al centro se ubica el inevitable “recuerdo”, o sea, un retrato vintage de dos conscriptos posando para la posteridad en el estudio de Bella Vista.
En algún momento durante la década de 1930, la razón social “Carlos Weiss e Hijo” cambió por “Fernando Weiss”, pero siempre bajo el tradicional nombre de Estudio Fotográfico “Campo de Mayo”. Es evidente que Carlos resignó la titularidad de la firma hacia aquel hijo que continuaría sus pasos en Bella Vista.
Queremos resaltar que la firma, como era tradicional en el gremio, también se encontraba direccionada hacia otro importante segmento del negocio: la fotografía social al servicio de los vecinos de Bella Vista, quienes, hasta la aparición del fotógrafo Ramón Pimental en la década de 1950, tenían como única opción las cámaras de aquellos correctos alemanes cercanos a la ruta 8.
Podemos afirmar que, por su galería de pose, desfilaron varias generaciones de bellavistenses para los clásicos retratos de comunión, de bodas, en los alegres carnavales, grupos de familia y hasta por las pequeñas fotos carnet. Así lo recuerdan vecinos memoriosos como la docente Lelia Nerone, el también fotógrafo Ángel Píttaro o la autora Graciela Alemis, responsable de la Biblioteca Popular “Historiador Munzón”.El fotógrafo Fernando Weiss falleció en Bella Vista el 11 de mayo de 1973 sin dejar descendencia alguna. De esta manera, cerraba sus puertas el primer estudio fotográfico instalado en Bella Vista luego de más de medio siglo de trayectoria ininterrumpida.
El día en el que se destruyó Campo de MayoFue hacia 1985 cuando entré en contacto con los hermanos Rodríguez, de Bella Vista, quienes, al tanto de mi interés por la historia de la fotografía local, me informaron que eran cuidadores de la propiedad de la familia Weiss y se ponían a mi disposición. Finalmente, visité aquella vivienda y estudio fotográfico que marcó un hito en la historia fotográfica de esta localidad, ya por entonces completamente desocupada y cuyos únicos muebles eran algunos antiguos elementos fotográficos prácticamente abandonados.
Cual solitario guardián y al centro de la antigua galería de pose, se erguía la gran cámara de estudio montada sobre fuerte trípode de madera, así como otra cámara más pequeña. Cerca de allí, encontramos dos viejas ampliadoras y hasta un olvidado reclinatorio utilizado en las poses de primeras comuniones. Me llamó la atención el gran telón de fondo, que presentaba paisajes idílicos en ambas caras y montado sobre una pesada estructura de fierro que se movía por pequeñas ruedas. Hacia la década de 1960 –recordó Rodríguez– aquel estudio contaba con una silla especial, que incluía un soporte de madera acoplada al respaldo y, cuya función, era sujetar firme y erguida la cabeza del cliente durante la larga sesión de retratos.
Finalmente, pude conversar con la viuda –quien se había mudado a Buenos Aires– y comprar todos los elementos ya citados, los cuales actualmente se conservan en nuestro museo fotográfico de San Miguel.
Recorriendo el fondo de la finca, me sorprendió encontrar, entre los restos de una gran fogata de basura, varios negativos de vidrio en el formato de 30 x 40 cm. Con tristeza, comprobé que se encontraban rotos, quemados, pegados entre sí y muy dañados en su delicada emulsión. Pude, al fin, rescatar solo cinco placas que muestran retratos grupales de militares en Campo de Mayo y todos de una calidad sorprendente; incluso los registros de una banda del Ejército posando con sus instrumentos.Pero otra sorpresa nos esperaba en aquel basural: el hallazgo de tres negativos a la gelatina de plata en soporte de vidrio y en la medida 18 x 24 cm. Los soportes poco dañados se encontraban numerados como 1, 5 y 6, y registran un temprano e inédito relevamiento aéreo de la zona hacia la década de 1930.
Comprobamos que un avión a baja altura y su cronista fotográfico –¿el propio Fernando Weiss?– giran alrededor de la arbolada vivienda de la familia Weiss. En sus tomas, se reconocen perfectamente la avenida Senador Morón y la Ruta Nacional N.° 8 y, más allá, parte de la guarnición de Campo de Mayo. Lo sorprendente es que, gracias a estos registros, comprobamos que, excepto aquella solitaria vivienda, sus alrededores eran terrenos de labranza o grandes baldíos, donde hoy se levanta una populosa barriada.Pero la dolorosa estocada final fue entrar al pequeño cuarto que oficiaba de archivo fotográfico. Comprobamos que se encontraba completamente vacío, con sus estanterías de madera prolijamente numeradas, donde los grandes vidrios se guardaban por temas y apellidos. Hasta existió un libro mayor sobre el movimiento de la firma con asiento de pedidos, pagos, etc.
Nos explicaron que su viuda, al desconocer la importancia de este acervo y no encontrar utilidad alguna a esa gigantesca masa de vidrios negros, ordenó finalmente tirarlos en la esquina del estudio. Dicen que ese día varios afanosos botelleros se llevaron en sus traqueteantes carros a caballo aquel gigantesco archivo patrimonial calculado en alrededor de 100.000 placas rumbo a un destino ignominioso.
Para poner esta pérdida irreparable en un contexto histórico nacional, diremos que más de medio siglo de existencia sobre nuestra mayor institución militar se destruyó en tan solo 24 horas de ignorancia...
Créditos:
- Por Abel Alexander. Artículo publicado en el Sitio Infobae. (08/01/22).
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