"Ciudad Luz" |
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Desde hace 40 años, Miriani Pastoriza vive en Porto Alegre.
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El mundo podía estallar en cualquier momento: Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban los escombros del planeta. La tensión latente hacía pensar en una Tercera Guerra Mundial. Pero en plena Guerra Fría, en Santiago del Estero, Argentina, la preocupación era otra: saber del cielo.
En el verano de 1947 era tal el calor en Loreto, un pueblo a 60 kilómetros de la capital provincial, que por las noches los Pastoriza sacaban las camas de los cuartos y las colocaban en la galería de la casa. A falta de aire acondicionado y ventiladores, escapar al encierro de las habitaciones era un alivio a los 45 grados de temperatura. La mamá acomodaba las cinco camas, una para ella y una para cada una de sus cuatro hijas. Los Pastoriza eran las Pastoriza: su esposo había fallecido hacía 4 años.A la medianoche y con el pueblo a oscuras, la más chica de las hijas se empachaba de cielo: Miriani tenía 8 años cuando descubrió que no podía cerrar los ojos. ¿Cómo iba a dormir con tantas estrellas? Estudiaba las constelaciones y las presentaba a sus hermanas. ¿Ves ahí? Esa es la Cruz del Sur; ¿esas? Alfa y Beta del Centauro. Animada, pasaban minutos hasta que se daba cuenta que ya nadie la escuchaba: todas se aburrían y se dormían.
Las noches sofocantes derivaron en lecturas. Los libros de Constancio C. Vigil y la revista Billiken fueron las primeras. Pero la preferida fue Mundo infantil, que tenía una hoja dedicada a la física y explicaba qué era el átomo y también el sistema planetario."Desde esa época yo decía que iba a ser astrónoma", dice Miriani Pastoriza, la primera astrónoma argentina del otro lado del teléfono desde Porto Alegre, donde vive hace más de 40 años.
Aunque hizo la primaria y la secundaria sabiendo qué estudiaría luego, su mamá le dijo que pensara en otra carrera. Por entonces el único lugar en el que se podía estudiar Astronomía era en La Plata. Era muy lejos y muy caro: su madre, maestra y viuda, no podía costearlo.
Para cuando estaba en cuarto año se crea en la Universidad de Córdoba el Instituto de Matemática, Astronomía y Física. Era la oportunidad: ya no eran 1000 kilómetros, eran sólo 430 y su hermana mayor ya trabajaba como maestra y la ayudaría con dinero.Al frente de una de las primeras clases que tuvo, el profesor comenzó a hablar de seno, coseno, trigonometría. Miriani no entendía nada. Había estudiado en un colegio Normal y su nivel de matemáticas era muy inferior al del sus compañeros que sabían de cálculo numérico, integrales, derivadas.
—¿Qué hiciste?
—Y bueno... agarré un libro y nos metimos junto con una compañera también santiagueña y un muchacho cordobés a estudiar en una casa que era de un familiar suyo. Estaba abandonada. Ahí nos pasamos un enero entero estudiando para poder aprobar el examen de ingreso al Instituto. Yo creo que cuando uno tiene voluntad y le gusta algo supera todo. Aunque a veces lloraba abrazada a mi almohada. Extrañaba mucho Santiago y a mi mamá, pero no podía abandonar. Lloraba porque llegás a Córdoba y... sos santiagueña y, para colmo, mujer. Supe que para imponerme y para que las personas creyesen que yo tenía capacidad tenía que demostrar mucha convicción, mucha fuerza.—¿Más que un varón?
—Mucho más. Cuando terminabas el doctorado en el Instituto automáticamente pasabas a ser Jefe de Práctico adjunto. Todos mis compañeros pasaron menos yo; tuve que hacer otro concurso para entrar.Para estudiar en el Observatorio tuvo que pedir permiso: ella era la única mujer entre todos los estudiantes. En la Estación Astrofísica de Bosque Alegre, a 60 kilómetros de la capital cordobesa, los hombres se quedaban una semana. Durante el día descansaban en la casa de los astrónomos para, por las noches, subir al Observatorio. En las sierras, a 1300 metros de altura, tomaban fotografías de la galaxia con uno de los telescopios más grandes del hemisferio sur. Para que Miriani pudiera ser parte su profesor, José Luis Sérsic, tuvo que hablar con el rector.
Esas noches en las sierras cordobesas cambiarían la historia de la astronomía unos años después. Junto a su profesor, Miriani descubrió que en el núcleo de las galaxias se formaban estrellas: hasta entonces se creía que sólo había estrellas muy viejas.
"Comenzamos la observación de galaxias espirales. Un astrónomo estadounidense había observado con muy bajo tiempo de exposición nuclear que aparecían unas condensaciones. Las llamaban hot spots. Sérsic me propuso hacer un relevamiento de toda la galaxia del universo con muy corta exposición. Descubrimos varias del hemisferio sur que tenían esas condensaciones", cuenta. En 1978 publicaron el hallazgo. Ellos lo llamaron "galaxias con núcleo peculiar". Los colegas del mundo la rebautizaron: galaxia Sérsic-Pastoriza.Miriani dice que el telescopio decepciona a los más jóvenes: "A mis alumnos les digo que son astrónomos de laboratorio porque reciben datos y después a través de software reproducen la imagen. Pero no la ven directamente".
—¿Qué es lo que los decepciona?
—Sus ojos. Son un instrumento que tiene la posibilidad de ver una franja muy estrecha de luz; no ven el infrarrojo. En un horno microondas no ves la luz, pero dentro de él hay luz. Si ponés un detector infrarrojo vas a ver que se ilumina todo al encenderlo. Cuando uno ve una galaxia le ve la forma, la ves muy linda, pero sólo de color amarillita blanca. No ves todas las cosas que sí se ven con satélites o con telescopios muy grandes. Pero no hay frío, no hay viento, no hay desesperación por una nube que viene llegando.Aunque lleva en Brasil más de 35 años recién hace aproximadamente diez se sintió en casa. Es que Miriani debió exiliarse: en 1976 la corrieron de su cargo con la Ley de Prescindibilidad. Como no podía trabajar en ninguna universidad se fue a Santiago del Estero, donde vivió un tiempo de preparar alumnos de Ingeniería, al tiempo que mandaba cartas para pedir trabajo en otros países.
Cuando su marido fue liberado –estuvo un año y medio secuestrado- se fueron a Porto Alegre. Desde entonces vive allí, donde continuó con sus investigaciones además de formar –lo sigue haciendo actualmente- a cientos de científicos en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. En 2010 el presidente de Brasil Luis Ignacio Lula da Silva le dio la Orden Nacional del Mérito Científico y el año pasado recibió el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Córdoba.—¿Sentiste alguna pasión por otra cosa tan fuerte como esa?
—No. Adoro a mis hijos y a mis nietos (a mis nietos más todavía. ¡Que no me escuche mi hijo! Pero es que con ellos no tengo la responsabilidad de ser estricta o educar). En mi vida tuve una pasión.—¿Se sintió culpable alguna vez?
—Sí, pero para eso está el psicoanálisis, que te ayuda a decir que vos le enseñaste a tus hijos que hay que luchar por lo que uno quiere y que así se consiguen las cosas.—Hace unos días leí a Avi Loeb, el astrónomo de Harvard que declaró haber encontrado un objeto extraterrestre cerca de Júpiter.
—Lo leí. Para que lo detecten debe ser bastante grande, pero hay muchos objetos metálicos que están en las partes periféricas del sistema planetario y ellos tienen órbitas muy excéntricas. Es una hipótesis suya. Podría ser uno de esos objetos que son metálicos, trozos de pedazos de hierro que andan ahí en el espacio.—¿Somos los únicos habitantes de este planeta?
—Ciertamente hay vida en otros lugares del universo. Puedo decir que en el sistema planetario, vida desarrollada no hay. En aquellos satélites donde hay agua hay vida muy incipiente. En sistemas planetarios se habla de una zona de habitabilidad. La Tierra está está en una: no puede estar lejos de su estrella, es el centro de su sistema que le va a dar calor, por lo tanto, vida. Tampoco puede estar muy cerca. Hay regiones de habitabilidad pero eso no quiere decir que existan seres humanos como nosotros o en el estadio de evolución nuestra. Pueden estar mucho adelante o pueden estar mucho más atrás.—¿Cree en el horóscopo?
—No. ¿Creo en Dios o tengo fe en Dios? Son dos cosas diferentes. Una persona puede tener fe en Dios, pero cómo demostrar que eso es verdad... es una cuestión de fe. Inicialmente los astrónomos vivían de eso: predecían para los reyes, los emperadores, cosas en función del movimiento de los astros.—¿Fue el Big Bang o fue Dios?
—Yo creo como científico hasta donde las pruebas de la ciencia me llevan. Lo otro es fe. En mis momentos más críticos, cuando mis soluciones ya no son racionales ni científicas, vuelvo mucho a mi educación religiosa. Yo vengo de un pueblo donde íbamos a la iglesia. La ciencia también tiene sus limitaciones, no te puede decir hasta qué punto el individuo puede llegar a creer en ciertas cosas para superar otras. Te puedo decir que el Big Bang realmente existió. Cómo se originaron las estrellas y cómo se originó el universo: yo creo. Ahora si hay otro universo y si a eso lo vas a llamar el inicio de Dios... Bueno, es posible ¿no?
Créditos:
- Por Emilse Pizarro. Publicado en el Sitio Infobae. (16/02/19).
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