"Capital del Viento" |
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Desde tiempos remotos el hombre protege a las aves, sintiendo predilección de acuerdo a las circunstancias que pueden referirse a las distintas especies que le toca conocer por razones de convivencia y apreciar en su cotidiano quehacer.Sin lugar a dudas unas de las aves que han logrado esta protección es la golondrina, lo que está bien justificado por cierto.
Esta aparentemente frágil avecilla parece saber que goza de la confianza del hombre y busca su compañía anidando en los aleros de las casas, en los graneros de campaña o cerca de donde hay una vivienda.
El hombre contribuye a eso ya que cuando aparecen las primeras, en los días primaverales, el campesino que sabe de sus cualidades destructoras de insectos, le prepara una especie de aguada para que puedan extraer la pequeña cantidad de barro que necesitan para su nido.
Existen setenta y cuatro especies cuya distribución geográfica abarca todo el mundo hasta las regiones polares. Una especie, la Golondrina de Mar, anida dentro del Círculo Artico.
Casi todas buscan la compañía del hombre conviviendo con él en las grandes ciudades y poblados.
Estas avecillas cuando vuelan lo hacen exclusivamente de día. Su desplazamiento en las grandes distancias es lento, a pesar de poder desarrollar velocidades de hasta ciento veinte kilómetros por hora.
Lo hacen instintivamente conservando sus energías en sus viajes migratorios. Algunas especies de golondrinas cubren inmensas distancias trasladándose desde Europa a la India y aún a Malasia.
En términos generales estas aves siempre vuelan al lugar que han hecho el nido, por lo menos un componente de la pareja; ya que su unión raras veces dura mas de una temporada, a diferencia de otras aves que su unión es para toda la vida.
Las alas de las golondrinas son largas en relación a su cuerpo, explicando su capacidad de vuelo ya que la mayor parte de su vida se desarrolla en el aire.
Sus alas en las extremidades son acanaladas, cualidad que les permite efectuar cualquier maniobra con exacta precisión en horizontal; o de volverse con toda rapidez para lograr un insecto volador que trata de esquivarlas.
Muy rara vez se las ve detenida en tierra, sus patas son muy pequeñas y apenas les permiten su descenso; en cambio sienten predilección por los hilos de telégrafo o alambradas, ya que es muy común verlas en esos elementos descansando.
Extraño rito en época de celo realizan estas aves. Se lanzan una hacia otra en pleno vuelo entrecruzado rozándose suavemente así, un sinfín de veces. Finalizada la ceremonia se posan en el nido a la vez que juntan los picos.
Tanto el macho como la hembra trabajan en la construcción del mismo, para ello toman una pizca de barro sin posarse en el suelo, lo amasa en la boca con su saliva pegajosa haciendo una masa blanda.
Muchas veces forman el nido anterior o simplemente realizan uno nuevo; éstos tienen forma de taza y lo ubican en los aleros de las casas, en el dintel de los ventanales o algún sitio similar.
Está toscamente construido salvo en su lecho que es acolchado con plumas en el cual depositan por regla general cuatro huevitos aunque hay madres prolíferas constando su postura hasta seis.
Todo lo relacionado con la procreación es decir, hacer el nido, incubación y alimentación de los pichones, lo hace la pareja con extraordinario afán.
Una curiosidad que presentan las crías de las golondrinas es la de permanecer en el nido mas de veinte días, mucho mas tiempo que casi todas las del reino alado.
Cumplido ese ciclo empiezan a andar por las alambradas, por ser el sitio mas cómodo para estas aves; a los pocos días ya son eximios voladores mezclándose con sus congéneres.
Todos juntos revolotean alegremente el resto del Verano para finalmente, los primeros días del Otoño empiezan a concentrarse en un lugar elegido para partir en grandes contingentes a climas tropicales dejando el invierno patagónico.
Al romper el cascarón las golondrinas presentan en su aspecto plumones raleados y el pico grande para su tamaño; que los polluelos abren continuamente porque tienen hambre insaciable.
Los padres cumplen cientos de vuelos por día procurándoles el alimento necesario que consiste exclusivamente en variadas especies de insecto.
Una vez emplumados los pichones empiezan las lecciones de vuelo a cargo del macho.
Resulta interesante observar como, desde prudente distancia, le muestra un insecto en su pico obligando a uno de los pichones a largarse del nido; una vez en el aire y después de unos torpes aleteos ya está en condiciones de volar. Los demás al ver el éxito de éste, pronto lo imitan volando todos juntos.
Los padres siguen alimentándolos un par de días, después los abandonan pero éstos están en condiciones de sobrevivir por sus propios medios.
Cuando alguna ave rapaz pretende atacar algún nido o merodear por el sector donde ellas habitan; muy pronto lo ponen en fuga reuniéndose en bandadas rodeando al enemigo, empujándolo, sacudiéndolo, chillando desorientado ante el alboroto emprende la huida sin lograr dañar a los polluelos y padres de la colonia.
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