Caleta Olivia - Santa Cruz - Argentina
"Portal a los Hielos Eternos"

Salud

Comunicación no verbal: cómo habla el cuerpo en la pandemia
 


Taparnos la boca y no poder abrazar, besar ni saludar al otro se ha transformado en disparadores cotidianos de angustias y/o ansiedades.

  • Más videos y fotos: GonBal.

  • Taparnos la boca y no poder abrazar, besar ni saludar al otro se ha transformado en disparadores cotidianos de angustias y/o ansiedades.
    A partir de la crisis mundial que generó la presencia pandémica del COVID-19, la humanidad toda se ha visto sometida a un cambio abrupto en sus códigos comunicacionales, en el ámbito de sus relaciones interpersonales.
    Tapar la mitad de nuestro rostro, lo que conlleva a no poder expresar con nuestra boca nuestros estados de ánimo, por ejemplo, a través de una sonrisa, o guardar distancia social más allá de la empatía latente a la hora de relacionarnos con otras personas son parte de los grandes desafíos que afrontamos en nuestra dimensión social. Esta suerte de veda afectiva se ha transformado en disparadores cotidianos de angustias y ansiedades.

    El cuerpo se expresa sin pausa con su propio lenguaje en gran medida inconsciente y se encuentra, a raíz de las restricciones pandémicas, con obstáculos que obligan a visibilizar imposibilidades de contacto físico inimaginables hace apenas unos meses.
    Los seres humanos hemos quedado jaqueados en nuestra capacidad comunicacional con restricciones que atentan contra nuestra naturaleza gregaria de movernos en manada y con nuestra capacidad de intercambiar información afectiva mediante nuestra percepción háptica, tocándonos unos a otros con simples muestras de amabilidad en un saludo, por ejemplo.

    Desde hace al menos tres meses, nos vemos obligados a prescindir de códigos y de comportamientos propios de nuestra especie, tales como estrechar la mano, darnos un abrazo, una palmada amigable o simplemente acotar la distancia proxémica enviando un mensaje sutil a nuestro interlocutor acerca del bienestar que nos causa su presencia.
    En otras palabras, desde la presencia del coronavirus y su expansión mundial, hemos tenido que reformular nuestra manera de interactuar y comunicarnos. Basta salir al supermercado o a la farmacia para asombrarnos al notar que el contacto visual ha disminuido considerablemente.

    Ya casi no nos miramos al cruzarnos con otras personas; y, si lo hacemos, será solo por un segundo para volver a quitar a nuestros pares de nuestro campo visual. Entre las góndolas de los supermercados, se aprecia que los cuerpos se ladean sutilmente como si intentaran evitarse: un clásico comportamiento humano y de casi todos los mamíferos al percibir al otro como una amenaza. Evitar la mirada en nuestra especie se correlaciona con emociones de valencia negativa.
    Las tres más comunes que nos atraviesan en esta pandemia a miles de millones de personas al mismo tiempo son culpa (mirada abajo y al costado), vergüenza (mirada abajo y al centro) o miedo.

    Esta última, una de las siete emociones básicas que se expresa en nuestro rostro de modo universal sin importar donde nacimos ni en qué lugar geográfico nos encontramos, es más contagiosa que cualquier virus conocido. El miedo se expande rápidamente y se percibe claramente aunque tengamos barbijo, ya que nuestros ojos la revelan con tensión en el párpado (catalogado como la Unidad de Acción 5) aunque el barbijo alcance para ocultar la contracción de las comisuras labiales hacia los costados. (la Unidad de Acción 20).
    Ante este escenario, ¿qué nos queda para compensar esta alteración de nuestra forma de comunicarnos? Los ojos y las manos cobran mayor preponderancia para comunicar de modo asertivo: ojos entrecerrados para expresar sonrisas, levantamiento de cejas para revelar asombro, guiños para transmitir complicidades, movimiento de brazos y manos para gestos ilustradores, pulgares arriba para señalar aceptación.

    Estos y otros recursos gestuales y kinésicos se tornan indispensables para que nuestro mensaje impacte favorablemente. Un modo de mantener abierto nuestro puente afectivo con nuestros prójimos, al menos por estos canales de emergencia hasta que la “nueva normalidad” nos permita retomar parcial y paulatinamente otras posibilidades.  


    Créditos:


     
    Indice
    Salud
    Página Principal