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Una actividad cotidiana como ir al supermercado puede convertirse en un terrible “dolor de cabeza” si la idea es preparar un menú equilibrado y saludable con todas las de la ley.Es que, para saber con certeza lo que se está comprando, se necesita dedicar un buen rato al análisis de las etiquetas de los alimentos, Pero claro, esto no ha de convertirse en una obsesión. “La etiqueta nos aclara con qué ingredientes están elaborados los productos, las formas de preparación, conservación y sus propiedades nutricionales” explica la licenciada Pilar Llanos, de la Sociedad Argentina de Nutrición.
Hay quienes consideran que llevar una dieta balanceada es incompatible con los tiempos que corren, donde la falta de tiempo y la inexperiencia culinaria, son dos inconvenientes a la hora de llevar a cabo numerosas tareas vinculadas con la alimentación.
En este sentido, durante los últimos años, aparecieron en las góndolas infinidad de productos ya preparados y listos para su consumo, u otros que requieren una preparación muy sencilla.
Pero, dada la enorme variedad de productos, cada vez resulta más complicado escoger, en parte por desconocimiento de los efectos que puede tener uno u otro producto sobre la salud.
Dedicar unos minutos a leer la etiqueta de los alimentos es una tarea necesaria. “Debería convertirse en un hábito ya que le permite al consumidor, además de conocer las principales características de los productos que ingiere, hacerse una idea aproximada de la relación entre el precio y la calidad del alimento en cuestión” explicó Llanos.
Respecto a la identidad del producto, “deben figurar desde los datos del fabricante y sus registros, el contenido neto en gramos (fundamental, ya que identifica la parte comestible), la lista de ingredientes, la fecha de vencimiento, la forma de conservación y la información nutricional, que hoy es optativa, pero que a partir del 2006 será obligatoria” agregó la especialista.
Como si esto fuera poco, es fundamental prestar atención a cómo está expresado el valor nutritivo, si por 100 g o por porción y cuál es el tamaño de esa porción.
“Este es un punto clave cuando vamos a comparar qué cantidad de calorías, grasas o sodio, por ejemplo, nos aporta un producto u otro” destacó la nutricionista corporativa Magdalena Bauschen. Esto permite comprobar si nuestra alimentación es moderada o excesiva.
Entre los nutrientes que hay que controlar están, principalmente, los que elevan el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles. El exceso de grasa saturada aumenta los niveles de colesterol en sangre.
Es importante elegir entonces, siempre que sea posible, aquellos en los que se especifique el tipo de aceite utilizado (oliva, girasol, maíz, soja).
Según una muestra de La Liga de Acción del Consumidor, el 62,6 por ciento de las personas le da mucha importancia a los alimentos en relación con su salud y el 52,1% tiene siempre en cuenta las etiquetas.
Como una dieta equilibrada es aquella que presenta una proporción correcta de nutrientes energéticos, y una cantidad adecuada de energía (calorías), todo ello según las necesidades específicas de cada persona; las organizaciones de salud recomiendan controlar el sodio, los hidratos de carbono o glúcidos, los azúcares, las fibras, vitaminas y minerales.
Si la oferta de un mineral (calcio, hierro) por porción de producto es 20% o más de la recomendación diaria, se debe considerar un buen aporte.
Para evitar sorpresas indeseables, no hay que olvidarse de observar la fecha de vencimiento, las condiciones especiales de conservación y el modo de empleo.
En ocasiones, si el producto viene en un envase opaco, nos dejamos llevar por la imagen “muy apetitosa” del recipiente y luego nos desilusionamos cuando comprobamos que el contenido real del producto poco tiene que ver con la ilustración.
Algo similar pasa con los productos light o diet, muchas veces el consumidor suele pensar que es bajo en contenido calórico. Sin embargo, explica la licenciada Bauschen, siguiendo el Código Alimentario Argentino, un producto dietético es un alimento modificado y no necesariamente bajo en calorías.
Puede, por ejemplo, que tenga mayor contenido de fibra que el alimento original y entonces también pasa a llamarse dietético, aunque contengan ambos la misma cantidad de calorías.
Pocos temas relacionados con los alimentos han despertado tanta controversia como su etiquetado. Si bien todos están de acuerdo en que los consumidores en todo el mundo deberían tener información exacta acerca del contenido nutritivo de sus alimentos, por ejemplo, en nuestro país, no es obligatorio el etiquetado indicando si el alimento ha sido genéticamente modificado.
Aunque respecto a la seguridad de estos alimentos, organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud no consideran a los productos/materia prima derivada de la biotecnología moderna menos seguros que los productos tradicionales.
Créditos:
Por Mariana Nisebe para Diario Clarín. (03/09/04)
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