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Historia

La Reconquista y Defensa de Buenos Aires

 


Representación de la Reconquista por parte del Ejercito Argentino.
El 22 de Junio de 1806 una flota británica irrumpió en el Plata con intención de atacar Buenos Aires.

El Virrey Sobremonte designó al oficial de Marina D. Santiago de Liniers y Bremond, comandante de las fuerzas de defensa, y emitió un bando convocando a las armas a todos los hombres aptos para el combate.

Suponiendo que aquellas medidas bastaban para disuadir al invasor, por la noche el Virrey acudió con su familia al teatro. En plena función, un oficial le dio la noticia de que los británicos se aprestaban a desembarcar. Sobremonte se dirigió al Fuerte, donde dispuso el alistamiento y concentración de fuerzas en diferentes puntos de la población.
 


Los ingleses se apoderan de Buenos Aires

En la mañana del 25 los ingleses desembarcaron tropas en Quilmes y, venciendo las resistencias, iniciaron dos días después el avance hacia la Plaza Mayor.

En vista del revés sufrido, Sobremonte reunió el tesoro de la ciudad y escapó hacia Córdoba con la intención de organizar desde allí la reconquista. Al llegar a Luján, acorralado por las fuerzas enemigas, se vio forzado a abandonar los caudales y seguir viaje al interior.

La capital era un caos cuando los ingleses se posesionaron del Fuerte. Allí se estableció el teniente coronel Denis Pack, en tanto el teniente general William Carr Beresford, comandante de la expedición, hacía lo propio en el Teatro de la Ranchería, cuartel provisorio del Regimiento 71 escocés.

Las nuevas autoridades comenzaron su gobierno emitiendo una serie de decretos tendientes a ganarse las simpatías del pueblo. Se estableció el libre comercio, el español siguió siendo la lengua oficial y se decretó la libertad de culto.

Sin embargo, se obligó a los máximos representantes a jurar fidelidad al rey de Inglaterra, se exigió la entrega de los caudales públicos y se inició una campaña de penetración ideológica no compatible con el sentir de la población. Así, por ejemplo, se prohibió celebrar los cultos del Rosario en el templo de Santo Domingo con la solemnidad acostumbrada.

Acongojado por ello, Santiago de Liniers hizo un voto a Nuestra Señora del Rosario, ofreciéndole las banderas que tomase al invasor si reconquistaba la ciudad, firmemente persuadido que lo lograría bajo tan alta y maternal protección.

Mientras tanto, los ingleses afianzaron su posición derrotando en Perdriel a las fuerzas comandadas por Juan Martín de Pueyrredón y apoderándose del tesoro de Buenos Aires en Luján. Todo parecía indicar que comenzaba una nueva etapa histórica....
 


La Reconquista

Liniers primero y Pueyrredón después, lograron alcanzar la Banda Oriental y con su gobernador, Pascual Ruiz Huidobro, iniciaron los preparativos para la reconquista.

En los primeros días de agosto, Liniers desembarcó en el Tigre y el día 12 se enfrentó a las fuerzas de ocupación derrotándolas completamente en el Retiro. Beresford capituló, entregando su espada a Liniers. 1600 ingleses fueron hechos prisioneros, dejando en manos hispanas 36 cañones, 4 morteros y 4 obuses además de la célebre bandera del Regimiento 71 escocés.

El 14 de agosto Sobremonte fue destituido y en su lugar designado Liniers como jefe del gobierno. En cumplimiento de su promesa, en solemnísima función en el Convento de Santo Domingo, donó las dos banderas del Regimiento 71 y dos de marina, confesando deberse toda la felicidad de las armas al singular y visible patrocinio de Nuestra Señora del Rosario. Sin embargo, la amenaza invasora no se había despejado.
 


11.000 ingleses atacan por segunda vez

El 3 de febrero de 1807 los británicos capturaron Montevideo, tras un sitio de 17 días y aprestaron sus huestes para una segunda invasión.

El 3 de agosto, al mando del teniente general John Whitelocke, los ingleses desembarcaron en la Ensenada de Barragán. Sus fuerzas, entre tropas de combate y tripulaciones, sumaban 14.000 efectivos, un número impresionante para la época.

Whitelocke se puso en marcha al frente de 11.000 hombres (número equivalente al 20%de la población porteña) y en los corrales de Miserere (actual Plaza Once) derrotó a las fuerzas de la defensa comandadas por Liniers, obligándolas a retroceder hacia el centro de la ciudad. Para entonces, contingentes de civiles de todas las edades se habían sumado a los regimientos que defendían la ciudad.Desde Miserere, Whitelocke inició el avance con trece columnas.
 


Una verdadera epopeya

Al mando del teniente coronel Sir Samuel Achmuty y del coronel Humphrey Davies, los ingleses penetraron en la ciudad, alcanzando este último el convento de las Catalinas, en cuya parte superior, enarboló la bandera británica.

Mientras tanto, en otro punto de la capital, los invasores eran tiroteados desde las azoteas de la Casa de la Virreina Vieja (esquina de Perú y Belgrano) y hostilizados por todas las calles que iban atravesando.

Desde cantones y azoteas, las fuerzas defensoras descargaron sobre el invasor toda la furia de su fusilería.

Los británicos no se esperaban tamaña reacción. Los milicianos, organizados por el bravo español D. Martín de Alzaga, alcalde de primer voto, habían cavado trincheras e improvisado acantonamientos en el centro de la ciudad y desde allí cañoneaban al enemigo.

Los regimientos de Buenos Aires obraron proezas, en especial los tercios de Gallegos, Migueletes y Montañeses y el cuerpo de Patricios, integrado por jóvenes de las familias más distinguidas de Buenos Aires, génesis del Ejército argentino y primer fuerza militar criolla del continente.

Hasta esclavos negros y algunos indios participaron de la lucha. Se combatió en las calles, en los techos y en los templos. La columna izquierda del ejército inglés fue destrozada entre la iglesia de San Miguel y el Colegio de Huérfanas; la que comandaba Pack fue detenida en San Ignacio, junto al Real Colegio de San Carlos. En la Casa de las Temporalidades y frente al Cuartel de los Patricios el tiroteo se tornó infernal. Para asistir a la columna que allí se hallaba debieron acudir Pack y Cadogan, rechazados ambos por Cornelio de Saavedra y sus bravos Patricios.

Los ingleses, retrocedieron, y al mando del general Robert Craufurd, ocuparon Santo Domingo, en cuyos techos enarbolaron su pendón. Hacia ese punto se encaminaron los Tercios de Cantabros y Gallegos al mando del coronel Pedro Andrés García. Titánica fue también la lucha en el Hospital de los hermanos bethlemitas (años después Casa de Moneda) y en las inmediaciones de los templos de San Juan, La Piedad y Monserrat.

Cargaron entonces las fuerzas nacionales sobre Santo Domingo, batiendo las posiciones enemigas mientras el capitán José Gabriel dela Oyuela recuperaba las azoteas cercanas, sobre la calle Venezuela. Fue tal el poder de fuego, que los ingleses, al cabo de unos instantes, levantaron banderas de parlamento.
 


Muy Noble y Muy Leal ciudad de Buenos Aires

Fue el momento más emblemático de aquel capítulo épico y con las fuerzas invasoras colapsando, españoles y criollos, encomendándose a su generala, la Virgen del Rosario, descargaron el golpe de gracia, cargando sobre sus posiciones hasta batirlas completamente. Fue el 5 de julio de 1807, día humillante para las armas de Su Majestad Británica.

Con sus jefes capitulando o huyendo disfrazados, los invasores perdieron 2.800 hombres, sin contar heridos y prisioneros.

La gran epopeya había finalizado. Las fuerzas de Buenos Aires, la orgullosa capital de los virreyes del Río de la Plata, habían batido por segunda vez a la que se perfilaba desde hacía tiempo, como la nación más poderosa de la Tierra.

Habían vencido a una potencia herética y enemiga de la Iglesia Católica que, confiada en el debilitamiento del otrora poderoso imperio español y en su creciente poder naval, había intentado anexar los estratégicos territorios de la cuenca del Plata a sus dominios.

El pueblo entero alzó sus plegarias agradeciendo la victoria a Nuestra Señora del Santísimo Rosario.

Tal fue la repercusión de este suceso, que varios de los jefes británicos fueron enjuiciados y destituidos y el rey de España, como premio a su valor, otorgó a Buenos Aires el título de “Muy Noble y Muy Leal”.
 


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