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Una serie de documentos que acaban de ser descubiertos en el archivo histórico de la Farnesina, la cancillería italiana, revelaron que en 1868 -cuando Italia daba sus primeros pasos- hubo un plan para deportar al exterior a los "briganti" del Sur, que eran bandas de rebeldes formadas por pastores y campesinos, pero también por delincuentes."Obligar a los criminales a irse es más eficaz que una condena a muerte", pensaba el premier de la época, Luigi Federico Menabrea, que consideró la desértica y lejana Patagonia una de las primeras opciones para establecer la virtual "Guantánamo de los piamonteses".
"Todos los criminales deberían ser deportados a un lugar deshabitado y a miles de kilómetros de distancia de Italia: a la Patagonia, por ejemplo", indicaba el plan. Un proyecto que fue perseguido por más de 10 años en la Italia recién nacida, pero que fracasó debido al tajante rechazo no sólo de la Argentina, sino también de otros países, no dispuestos a implantar en su tierra una colonia penal para italianos, según reveló ayer el diario La Stampa , de Turín.
En 1868, cuando Italia ya se había unificado bajo el sello de la dinastía real de los Saboya, el fenómeno del "brigantaggio" en el Sur era uno de los mayores desafíos del reino. Pastores y campesinos rebeldes de las zonas más pobres, bautizados despectivamente "briganti" después de la unidad de Italia (1861), habían lanzado una ofensiva que había hecho temer, tanto en Turín como en Roma, una verdadera revolución.
Ni siquiera la pena capital lograba disuadir a los "briganti", que se tornaban cada vez más numerosos y mejor organizados. Había que cambiar de estrategia, y su deportación al otro lado del planeta, de modo que no tuvieran más contactos con la familia ni relación con el territorio, parecía la mejor solución.
"En nuestras impresionables poblaciones del «Mezzogiorno» -el subdesarrollado sur de Italia- la pena de la deportación impacta más en la fantasía de la gente y aterra mucho más que la misma pena de muerte", explicaba el entonces canciller Giovanni Visconti Venosta.
Fue así que, según los impactantes documentos hallados en los archivos históricos, Menabrea primero sondeó a los británicos y les pidió, en vano, un área del Mar Rojo.
Más tarde, el 16 de septiembre de 1868, le escribió al embajador italiano en la Argentina, Enrico della Croce di Doyola, para que consultara al gobierno de Buenos Aires sobre la disponibilidad de una zona "en las regiones de América del Sur, más especialmente en las bañadas por el río Negro".
Menabrea detallaba que el territorio "no tendría en vista el establecimiento de una colonia", lo que para algunos historiadores podría interpretarse que en verdad su intención era exterminar a los deportados. Lo cierto es que la Argentina, preocupada por posibles aspiraciones territoriales italianas, negó cualquier "venta, hospitalidad, alquiler o comodato" a Italia.
Fracasada la opción patagónica, más tarde Menabrea hizo otro intento a través del embajador italiano en Túnez. Tampoco tuvo suerte, por lo que volvió a la carga con los ingleses, a quienes les pidió construir una "cárcel para meridionales" en una isla, o al menos para que intercedieran para que Holanda concediera una autorización similar.
Pero todas las instancias de Menabrea terminaron con una negativa: concentrar criminales italianos en una zona determinada era considerado un problema para la seguridad interna de los países llamados a "prestar" el territorio.
Sin necesidad de una "Guantánamo", finalmente el fenómeno de los "briganti" fue derrotado años más tarde. Lo logró, con poderes extraordinarios, el general Enrico Cialdini: según cuenta la historia, la represión fue sin piedad, con arrestos masivos, ejecuciones sumarias y destrucción de casas y fincas.
Créditos:Por Elisabetta Piqué, Corresponsal en Italia. Publicado en el Diario La Nación. (13/10/09)
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