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La guerra de las Malvinas o Falklands terminó el 14 de Junio de 1982. Pero ese final "formal" no impidió que, en el terreno humano, el combate continuara dos décadas más, produciendo otro tipo de heridas y muertes entre los ex combatientes argentinos."Nosotros fuimos incomprendidos, porque teníamos que traer un triunfo y trajimos una derrota", comenta a la BBC Roberto Rubén Rada, un veterano de 39 años, casado y con una hija.
"Los gobernantes militares nos hicieron regresar por la puerta trasera, para que no nos vieran. Y la población se olvidó rápidamente de nuestro sacrificio porque las bombas no cayeron en Buenos Aires, sino en un territorio lejano".
Rada es secretario general de la Federación de Ex Combatientes de la República Argentina, una entidad que reúne a organizaciones de ex soldados de las Malvinas de todo el país.
Siendo conscripto del ejército, peleó cerca de Mont Longdon, donde tuvo lugar uno de los combates más cruentos de la guerra, hasta que fue tomado prisionero por las tropas británicas y debió regresar de golpe a la vida en tiempos de paz.
Según Rada, a muchos de los que después fueron considerados "locos de la guerra" les resultó traumático ese brusco retorno, fundamentalmente por la falta de empleo y contención:
"Algunos se aislaron o cayeron en la depresión, el alcohol o la droga porque no tenían trabajo o una familia que los respaldara. Algunos contrajeron el SIDA o terminaron presos".
Nuevas bajasPero la peor consecuencia ha sido la de los suicidios. Según datos de la Federación de Ex Combatientes, hasta la fecha 265 veteranos se han quitado la vida en todo el país, la mayoría ex conscriptos.
Apenas terminado el conflicto del Atlántico Sur, anualmente ocurrían 50 suicidios. Luego, ese cruel promedio disminuyó a una muerte cada año y medio.
Uno de los casos más resonantes ocurrió hace tres años en Rosario, en la provincia de Santa Fe, al norte de Buenos Aires. Aquejado por una profunda depresión y la falta de empleo, Eduardo Paz, de 38 años y padre de seis hijos, se arrojó del monumento nacional a la bandera argentina, como si quisiera poner en evidencia la incomprensión de su gente.
Para abrirse camino limó durante varias horas la reja que rodea a esa construcción, alta como un edificio de departamentos, y luego tomó un ascensor hacia su destino final.
Rada lo conocía: "El gobierno provincial le había dado una casa hacía una semana, gracias a una ley, pero le faltaba algo importante".
Uniendo fuerzasEn Argentina viven actualmente unos 11.000 ex combatientes de la guerra de las Malvinas. La mayoría se encuentra en las provincias del centro y del litoral: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Misiones, además de Chaco y Formosa, en el noreste.
Tras años de lucha aislada y sin muchos resultados, los veteranos se unieron y organizaron y, ya con mayor poder de negociación, lograron que el Estado les otorgara una pensión de 316 pesos (unos US$100) y que algunas provincias les pagaran un monto extra.
Por otra parte, consiguieron que Santa Fe y Misiones les entregasen viviendas gratuitas.
"Pero las instituciones han dejado a la deriva a muchos, sin darles suficiente apoyo psicológico", advierte Rada.
Lo mismo opina Alberto Miguel Scotto (48 años), un capitán de navío de infantería de marina que estuvo en Puerto Argentino (o Port Stanley) durante 70 días y sigue en servicio en la Armada, donde, como en el resto de las fuerzas, funciona un departamento de veteranos.
"En cuanto al apoyo psicológico -explica-, más que una carencia hubo falta de idoneidad, porque en Argentina no se conocía mucho acerca de los traumas de posguerra. El tema figuraba en los libros, en experiencias de otros países, pero acá no se había vivido algo así".
Según Scotto, la falta de reconocimiento tras la derrota en las Malvinas hizo que numerosos ex combatientes guardasen bien adentro sus temores y frustraciones y los encerraran bajo llave.
Sólo los que regresaron a un entorno inmediato que los contenía pudieron exteriorizar sus penas y eso les sirvió de terapia, como una forma de canalizar las duras experiencias de la guerra. "Gracias a Dios algunos tuvimos esa suerte y encontramos apoyo en la familia, en los amigos -dice agradecido. Pero no todos pudieron hallarlo. Hubo quienes se sintieron solos y eligieron el suicidio".
A él también lo rozó una muerte. Un subordinado suyo retornó a una vida familiar aparentemente normal, pero dos años después comenzó a tener pesadillas y terminó bajo tratamiento psiquiátrico. Cuando parecía que se había estabilizado, se mató.
Pena contenidaPero no sólo entre los veteranos se han visto vidas truncadas durante la posguerra. Recientemente se ha reparado también en el drama y en las "bajas" de sus familiares, como consecuencia del dolor no manifestado.
Según Roberto Rubén Rada, de la Federación de Ex Combatientes de la República Argentina, un estudio reveló que el 15% de los padres varones de los veteranos murieron en los cinco años posteriores al conflicto.
"Como jefes de familia, sentían que debían ocultar el sufrimiento, ser fuertes, porque las madres eran las que generalmente expresaban el dolor. Ellos probablemente lloraban por dentro hasta que la vida se les apagaba. Así le sucedió, por ejemplo, a mi padre", cuenta.
Apenado, Scotto coincide con Rada en que todos los problemas de la posguerra tienen un mismo punto de partida: "Argentina pensó que el conflicto terminó en las islas Malvinas. Pero la batalla siguió en el continente, en la intimidad de sus protagonistas".
Estracta:
Escribe el enviado especial de la BBC a Buenos Aires, Maximiliano Seitz para BBC Mundo (26/03/02)
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