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Eduardo "Gringo" Stepa, el primer jugador rentado de la capital petrolera
 


Eduardo "Gringo" Stepa.

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  • Si algo caracteriza a Eduardo "Gringo" Stepa es que es un 'cabeza dura'. Se le mete algo en la cabeza y va una y otra vez. Y si se rompe en el intento, retoma aire y vuelve a darle para adelante, con las armas que tiene. Donde sobresale su esfuerzo y tesón.
    A fuerza de ello, el comodorense de Km 8 fue el primero en ser rentado en Comodoro Rivadavia. Y con 17 años dejar su ciudad natal para jugar dos años en San Lorenzo del Sur de Bahía Blanca, pasar por Boca y jugar el Sudamericano con la Selección Argentina en Guayaquil en el 77. Inquieto, también mantuvo su pasión por el fútbol y defendió la valla de Huracán de Comodoro y Deportivo Madryn, para con este último evitar el descenso.
    Siempre le gustó abogacía, por ello ya de grande se anotó y cursó y aprobó la carrera en cinco años de cursada. Todo a base de entrega, tesón o como uno quiera llamarle.
    Ni siquiera una fractura de peroné a los 16 le quitó el aliento. El "Gringo" se operó de inmediato y cuatro meses más tarde volvía a jugar para consagrarse campeón provincial con la Selección Mayor de Mosconi.

    Sea amistoso o competencia, el "Gringo" salía a ganar, para él la intensidad no variaba de acuerdo a lo que estaba en juego.
    Así lo hizo desde los 13 años, cuando comenzó a jugar en Comferpet al fútbol y al básquet por invitación de su hermano y los chicos que en la placita cercana al club (hoy olvidada por la desidia y el abandono) él como tantos otros (Levan Macharashvilli, Miguel Leonori) supieron sentar las bases del básquetbol provincial, que llevó a Chubut a estar sexta en el plano nacional.
    "Yo no tenía la habilidad o la técnica de Miguel Leonori o Levan Mascharashvilli (como tiradores desde afuera). Pero era "cabeza dura" e iba para adelante -así ligué también- sin importar si mi estatura no era la más adecuada para el puesto de pivote. Yo iba, metía debajo del aro y el hecho de ser uno de los máximos reboteros me daba un número importante en el goleo", sostiene Eduardo a El Patagónico.

    Por eso antes de que le digan "Gringo", a Stepa se lo conocía como el "áspero", y no era para menos porque Eduardo ponía sus 100 kilos de peso al servicio de ello. Incluso cuando con la Selección Argentina salió subcampeona del Sudamericano del 79 en Guayaquil (Ecuador).
    Nació en Comodoro, estudió en el Perito Moreno, y término el último semestre del secundario en Bahía Blanca, porque con 17 años Eduardo se convertía en el primer jugador rentado de la capital petrolera, cuando San Lorenzo del Sur de Bahía Blanca fue a su casa para decirle a su madre que se lo llevaban porque ya lo habían visto brillar como campeón juvenil provincial.
    El "azulgrana" bahiense se apuró por fichar al preseleccionado juvenil argentino, que más tarde saldría subcampeón sudamericano. Jugó hasta los 28 años, porque si bien considera que todavía le quedaba hilo en el carretel. Ya para ese entonces la llegada de norteamericanos a la competencia nacional dejaba con pocas chances a quienes no superaban los dos metros de altura.

    "Yo empecé a jugar a los 13 años, porque mi hermano jugaba en Comferpet (junto a Miguel 'la vieja' Leonori). De hecho el playón de km 8 fue el campo de juego donde nos formamos muchos de los que luego fuimos la base del seleccionado chubutense".
    Cuando Comferpet se disuelve, pasó con 14 años a jugar en los juveniles de Saavedra. Luego a Florentino Ameghino.
    Del CAFA emigró a la capital del básquet nacional. Continuó en Boca, jugó del 79 al 83 en Gimnasia y Esgrima de Comodoro (donde salió campeón regional todos los años) y se fue al Valle del Chubut (Brown, Deportivo Madryn y Huracán de Trelew) donde se retiró.
    Ese ímpetu lo mantuvo tanto en el básquetbol como en fútbol, porque supo ser con 16 años el tercer arquero de "Globo" que se preparaba para los Regionales.
    "Yo era muy goleador, y en las estadísticas estaba bien ubicado, pero si hacía puntos era porque era muy buen rebotero. En especial porque de tiradores tenía a dos "egoístas" que no la pasaban nunca como Levan Macharashvilli y José Bolaños. Por eso cuando había rebote, era yo quien le daba efectividad al disparo", recuerda.

    A nivel de juego reconoce que la falta de altura le restó chances "me faltó adaptarme, porque tenía un buen lanzamiento de zona 2, y podría haber resignado un año de titularidad. Y con la potencia que tenía debajo del aro no habría tenido inconvenientes. Lo que pasa es que como jugaba de espaldas no me favorecía la altura. Pero no modifique mi juego, que era ser rebotero en los dos tableros y una buena capacidad de salto. Y por ahí hacía 20 puntos pero eran puntos de balones recuperados", describe.
    Con 1,88 metro, Eduardo se las arreglaba y era bastante kamikaze. Pero buscaba complementar la falta de altura con la fuerza. Era autodidacta y hacía complementos de pesas y corría por la playa descalzo sobre el mar (aún lo hace tres veces por semana a lo largo del año). "Los técnicos en ese momento no te decían mucho como entrenar. Entonces cada uno se las rebuscaba. De hecho muchas de las cosas las aprendí en la placita de 8 junto a jugadores más grandes que yo como Miguel Leonori, que no mezquinaban conocimientos. Así fuimos creciendo un grupo de 20 muchachos que luego sentamos la base del básquet chubutense", resaltó.

    Cuánto más fuerte era el "Gringo", más confianza sumaba. Por eso no se amilanó cuando se lesionó (fractura de tobillo) a 20 días del Torneo Argentino que se hacía en el 75 en el municipal 1, y donde se perdió la chance de ser fichado (junto a Levan Macharashvilli) por el Real Madrid.
    "Yo era medio troglodita, y tarde nos enteramos en Buenos Aires que nos buscaba el Real Madrid. Más con la lesión que tuve, donde al saltar –y al no estar en condiciones todavía el piso del municipal 1 y en un amistoso previo contra Liniers de Bahía Blanca- caigo y se me va el pie porque un jugador me había hecho 'caballito' y no pude apoyar bien".
    "Conformate si podes volver a caminar bien", fueron las primeras palabras del médico Justo Napolitani que asistió al joven de 16 años.
    El "Gringo" quedó psicológicamente devastado, sin embargo a los cuatro meses estaba jugando de vuelta. A pesar de que se lesionó su pierna izquierda que hacía de 'trampolín' para saltar.

    "Cuando me llevan a La Española, un prestigioso traumatólogo (prefiere omitir el nombre) me dice '¿quién paga esto?'. A lo cual un dirigente de la Federación de Básquet del Chubut le dice que ellos se hacen cargo. Conclusión: se negó a operarme y me mandó al Hospital Alvear", recuerda.
    En el nosocomio de Km 3 lo atendió un traumatólogo que lo operó con éxito. Y el mismo año de la lesión salía subcampeón en Primera división con el CAFA. Y sería campeón provincial con la Selección Mayor de Mosconi.

    "El deporte uno lo hace porque le gusta. Y toma riesgos con ello, aunque con el paso del tiempo uno espera un reconocimiento. Los deportistas de hoy hablan de ellos, pero los consagrados terminan todos bien económicamente. Por eso la esencia del deporte es el amateurismo. En mi época hubo dos o tres dirigentes (Diego Simón y José Luis Necol) que dejaron horas de su familia para llevar al básquet a lo más grande. Y sin ningún tipo de rédito. Acá hay un gran capital humano, pero siempre seguimos mirando como mejor a lo que viene de afuera. Hoy es comprar y cambiar. Y en los deportes que más conocemos, a los 18 años sino le das proyección a un chico, ese chico se pierde. Más sino tienen oportunidad de competir. Pero va en las prioridades que tiene la dirigencia. Caso contrario es la CAI, que tiene chicos de distintos puntos de la Patagonia a los cuales forma y les da la posibilidad del salto", sostiene.

    "A los 17 me fui a Bahía Blanca. Estuve dos años. Y cuando me estaban viendo Olimpo y Estudiantes, me pasé a Boca. Ahí había cuatro americanos y salimos campeones. Para luego ir con la Selección Nacional al Sudamericano de Guayaquil (Ecuador). Ahí me tocó marcar a Oscar Becerra Smith, que era la figura emblema de Brasil, tenía 2,04 metros y ya jugaba por afuera. Así que tenía que salir a buscarlo, porque el jugador brasileño es muy técnico pero no le gusta el roce, así que tenía que salir a 'rasparlo' un poco", rememora.
    "La vida sino le pones voluntad no volas. Y si lo haces, el vuelo dura muy poco", esa fue su frase de cabecera. Por ello con arrojo, tesón y entrega ya siendo grande se dedicó a estudiar abogacía en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
    "Podes tener habilidad. Pero a eso tenés que acompañarla con voluntad, porque la habilidad no es para siempre. Y si no te conservas todo se pierde. Por eso los chicos de hoy cada vez entrenan más", resalta.

    A pesar de su carrera, el ser parte de la "albiceleste" fue su mayor orgullo "cuando tenés la camiseta de la selección puesta (con 19 años) y escuchas el himno en una competencia, queda todo de lado. Las lesiones, los malos tragos, las injusticias (que las hay en todos los órdenes de la vida) es algo único. Aunque tuve varios compañeros que les agarraba miedo escénico", sostiene.
    Algo parecido le pasó cuando le tocó estudiar. De repente se encontró cursando primer año de abogacía con chicos de 18 años. Y no podía entender como perdían el tiempo tirándose papelitos o no prestando atención.
    "Yo me puse un plazo hasta los primeros parciales. Si los pasaba seguía. Si no, no perdía el tiempo. Y me fue bien, me supe acoplar a los chicos. Y de hecho cuando había que hacer de mediador con algún profesor me mandaban a mí porque era grande", expresa.
    Siempre se puso como compromisos objetivos que le significaran grandes esfuerzos, porque nunca jugó a medias en nada. Si juega lo hace a todo o nada. Gane o pierda. Porque en definitiva esa es la satisfacción final que le queda.

    Por eso cuando volvió a Comodoro para jugar en Gimnasia y Esgrima lo hizo sin pretensiones. Lo único que le ofrecieron fue un salón donde dar clases particulares de materias exactas, con eso se arregló el "Gringo" que cuando se había ido a Boca ya ganaba mucho más sueldo que su padre.
    Pero el priorizo el disfrute y el espíritu amateur del deporte. Para Eduardo eso de "romperse el lomo" para llenarse de dinero no le cierra. "Uno siempre toma elecciones y determina prioridades. Yo lo viví así. El básquet me dio buenos laburos en principio y luego una buena prima por la compra de mi pase. Pero no me deje perder por ello. Cuando vi que en Gimnasia ya no había más proyección me fui a vivir y jugar al básquet al Valle del Chubut. Formé mi familia y me quedé por 18 años ahí, para luego retornar acá y cumplir con el sueño de ser abogado", resume.
    Stepa se lo propuso y lo hizo, a pesar de los golpes, las lesiones y los contratiempos. Si los había, se recuperaba e insistía. Nunca fue un tibio, y eso lo vive en todos los órdenes de la vida, tal vez por ello como abogado va a fondo con las cosas. Porque para él los 'grises' no existen.

     


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