"Portal a los Hielos Eternos" |
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Tras dos años de trabajo, un grupo de artistas independientes logró grabar un cd con la imponente obra del músico Guillermo Ríos. Mezcla de rito cristiano con el legado de los pueblos originarios, este emprendimiento, a puro pulmón, recuerda la primera misa celebrada en la Argentina, en 1520.Hace 486 años, el navegante portugués Fernando de Magallanes desembarcó en lo que hoy es San Julián, provincia de Santa Cruz. Allí, el 1 de abril de 1520 se celebró la primera misa en territorio argentino.
Siglos después, rodeado de los magníficos colores y paisajes de la Patagonia, al músico y compositor Guillermo Ríos aquella ceremonia le daba vueltas por la cabeza.
Fue un misionero salesiano de una escuela de Puerto Deseado –en la que daba clases el artista- quien le dio el empujón final: “Maestro, ¿por qué no escribe una Misa Patagónica?”, le dijo. Corría 1976 y Ríos se puso a trabajar.
Durante dos años adaptó música y letra hasta que hacia la navidad de 1978 la Misa Patagónica estaba lista para ser estrenada. Hoy, 28 años después, un grupo de 100 artistas, dirigidos por el músico Mario Silva, grabó esta obra monumental.
Cantada en español por descendientes de aborígenes, la Misa Patagónica cruza los típicos ritmos del sur de la Argentina con la liturgia cristiana.
El músico santiagueño Mario Silva, director general y productor artístico de la obra, se opuso a que se cantara en ona, tehuelche o mapuche, porque según él hubiera significado contradecir la historia.
“El conquistador trajo la espada y la cruz. Entonces, las voces que representan la cruz debían estar en su idioma, el castellano”, sostiene. Sin embargo, las voces de los pueblos primigenios se cuelan en la misa que, entre movimiento y movimiento, deleita con himnos en ona, mapuche y tehuelche.
Esa no es la única presencia de los pueblos originarios. En la Misa Patagónica también pueden escucharse instrumentos autóctonos como el koolo (violín tehuelche), el aple (tambor tehuelche), el kultrun (tambor mapuche) y cascabeles de pezuña de ovejas (también mapuches), y hasta sonidos naturales de truenos, viento, caracola y piedras que fueron grabados en el seno de la Patagonia para acompañar los distintos momentos en los que se detiene esta obra.
Así, la Creación del Universo se representa con el sonido de una tormenta devastadora que luego da paso al ruido de aguas tranquilas y a las pisadas del primer hombre en la arena. A partir de allí, las melodías y las intervenciones de los aborígenes transportan hasta la llegada de Magallanes y la celebración de la primera misa en suelo argentino.
El primer canto originario que incluye la Misa es el Haishula, con el que los onas convocan al amanecer. Los tehuelches están representados, también, por el canto de su último aborigen puro: José Manuel Quilchamal, cuya voz fue grabada en 1979.
No fue nada sencillo incluir su “Hijo del pobre padre”, un canto de devoción al ser supremo Köoch. Quilchamal había muerto en los 90 con más de 102 años.
Mario Silva tuvo que recorrer kilómetros a caballo y atravesar dos ríos a nado para poder conseguir la autorización del hijo del último tehuelche puro.
En tanto, el aporte mapuche se disfruta gracias a Taiel Kawellu, un canto de elevación a los caballos alazán y blanco que, según la leyenda, cargaban en sus lomos a dos niños que llevaban las súplicas de su pueblo al cielo.
Además de los ritmos aborígenes, y de las versiones sureñas del Gloria, el Credo, el Sanctus y el Cordero de Dios -que fueron interpretados por el Coro Trelew de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco- este trabajo incluye un tema dedicado a la “Navidad Patagónica” y una segunda parte con canciones de autores y compositores del sur argentino, como “Hermano dímelo tú” o “Por un camino del sur”, entre otros.
¿Una perla? La voz de la locutora y periodista Canela que, al comienzo, interviene para nombrar a los seres supremos de los pueblos originarios.
Esta magnífica obra, grabada en el Museo Paleontológico Egidio Feruglio en Chubut y que tardó casi tres décadas en estar al alcance de todos, se suma a la Misa Criolla, a la Misa Tango y a la Misa Quechua.
Eduardo Boiero, su productor ejecutivo, dedicó los últimos dos años de su vida a este trabajo en el que la mayoría puso todo de sí a cambio de satisfacción.
“La única pena es que Guillermo (Ríos) no haya podido ver su obra terminada”, se lamentó su viuda, Elva Ríos. “Dejó su vida en esta obra”, cuenta muy emocionada y recuerda que uno de los deseos de su esposo era que la Misa Patagónica se escuchara en los colegios.
Por eso, el Ministerio de Educación de Santa Cruz, provincia en la que Ríos compuso esta obra, recibió 200 ejemplares para que fueran distribuidos en las escuelas y los chicos aprendieran más sobre su cultura.
“Es muy importante no mirar esta obra con ojos de turista”, advierte Mario Silva. “Estos pueblos merecen ser conocidos y reconocidos profundamente por su riqueza”, apunta. Sin duda, la Misa Patagónica es una manera necesaria de hacerlo.
Créditos:Por María Arce. Publicado en el Diario Clarín. (16/05/06)
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