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«Grissinópoli», un mundo (hecho) de masa, sueños y fábricas recuperadas
 


En el filme, que ganó el Premio al Mejor Documental Latinoamericano en Barcelona, España (2004), retratan los avatares de un grupo de obreros de una fábrica recuperada de grissines.

La chica de rulos sentada en una de las primeras filas de la pequeña sala del complejo Tita Merello no había terminado de secarse las lágrimas y los créditos de la película todavía desfilaban por la pantalla cuando dos jóvenes irrumpieron en el lugar.

Bajaron los escalones -casi corriendo- y se ubicaron frente al público.

“Hola, mi nombre es Darío Doria y junto a Luis Camardella somos los responsables de la película que acaban de ver. En nuestro nombre y en el de los trabajadores de Grissinópoli queremos agradecerles por haber venido. Si quieren hacernos alguna pregunta, estamos a su disposición”.

Eran cerca de las diez de la noche de un sábado. Para Darío y Luis, “Grissinópoli (el país de los grissines)”, su segundo documental, bien ameritaba su presencia.

En el filme, que ganó el Premio al Mejor Documental Latinoamericano en Barcelona, España (2004), retratan los avatares de un grupo de obreros de una fábrica recuperada de grissines.

Como si estuviesen en un aula de escuela, los concurrentes empezaron a levantar sus manos. “¿Cómo se les ocurrió hacer el documental?”, fue la primer pregunta.

“A comienzos de 2002, la sensación que había en el país era apocalíptica. Personalmente tenía la necesidad de encontrar una historia que me devolviese las esperanzas para seguir adelante.

Así surgió la idea de contar esta historia llena de esperanza y de optimismo”, responde Darío. Su primer contacto fue con los obreros de otra fábrica ocupada.

Pero ellos ya estaban avanzados en el plan de recuperación. “Nosotros queríamos mostrar el proceso desde el comienzo”, cuenta el director a Clarín.com.

La búsqueda continuó. Por aquella época las quiebras de empresas estaban a la orden del día y el nuevo “caso testigo” no tardó en aparecer.

A mediados de 2002, después de estar casi un año sin cobrar sus sueldos, tres sin recibir aportes jubilatorios y con la fábrica enfrentando varios pedidos de quiebra, los trabajadores de la panificadora de la calle Charlone, en Chacarita decidieron ocupar las instalaciones para defender el trabajo que venían realizando hace más de 20 años.

Fueron 16 los obreros que tomaron la fábrica que se convirtió en su casa durante meses. Más de la mitad pisaba los cincuenta años. La mayoría no había terminado el colegio primario.

Ninguno de ellos había tratado –ni sabía tratar- con proveedores, calculado costos, ganancias, ni conocía las diferentes vías de comercialización del producto.

Poco a poco fueron aprendiendo las normas y las leyes que los amparaban, golpeando puertas de jueces y legisladores, organizando marchas y haciendo “choriceadas” para juntar plata.

Cada uno fue planteando sus ideas, compartiendo sus miedos, esperanzas y deseos. Cada uno de estos momentos están registrados en el documental que tomó ocho meses de filmación.

El mismo tiempo que les llevó a los obreros recuperar definitivamente su fuente de trabajo, cuando en noviembre de 2002, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires sancionó una ley que les cede transitoriamente el uso de la marca “Grissinópoli”, las maquinarias y el inmueble a la Cooperativa de Trabajo “La Nueva Esperanza”.

Darío continúa respondiendo las preguntas del auditorio, mientras tanto, Luis comienza a repartir bolsitas de grissines. “Los mejores del país”, dice María -una de los dieciséis protagonistas- en el documental.

“¿Cómo está la fábrica ahora?”; “¿Cuánto gana cada uno?”, “¿Recuperaron la vieja cartera de clientes?“; “¿Tomaron a más gente?”. Las respuestas son todas positivas.

Trabajan entre cinco y seis días a la semana, con un promedio de nueve horas diarias. Recuperaron el 75 por ciento de la vieja cartera de clientes y generaron nuevos contactos en Capital Federal y en el interior del país.

Incorporaron dos nuevos integrantes al grupo y pronto sumarán a seis más. Contrataron un seguro de trabajo para los integrantes de la Cooperativa y cada uno de los trabajadores, y todos por igual, ganan entre tres y cuatro veces más de lo que percibían cuando eran empleados.

Como los artistas callejeros, apuestan al boca a boca para promocionar el documental. “Si les gustó la película, les pedimos que la recomienden, ya que el cincuenta por ciento de las entradas va para los trabajadores de Grissinópoli”, comenta Luis.

Antes de que se fueran, Mabel, una profesora del Normal Nº 4 de Caballito, se les acercó a preguntarles si no podían arreglar alguna función entre semana para sus alumnos.

“Sería muy importante que los chicos la vieran. Es un ejemplo de tesón y de esperanza”. El traspaso de empresas quebradas a manos de sus empleados, ha logrado salvar hasta el momento más de 15 mil puestos de trabajo en la Argentina.

“Los felicito por la película”, agrega Mabel, “porque eso es lo que necesita el país: trabajo”.  


Crédito:

  • Por Magela Demarco. Publicado en el Diario Clarín (02/09/05)
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