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Arte y Cultura

10 de Noviembre, Día del Dibujante

 


Dibujo de Alejandro Aguado.
Dibujo de Alejandro Aguado.
La historieta de la Patagonia, región del extremo sur del continente Americano, jamás fue abordada por los textos teóricos sobre historieta Argentina. Eso pese a que la superficie de Patagonia es de casi un millón de kilómetros cuadrados, de los cuales 780.000 corresponden a Argentina (el 30% de la superficie del país).

El territorio argentino se divide en las provincias de Neuquen (con casi 500.000 habitantes), Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, Antártida e islas del Atlántico sur. En toda la región residen casi dos millones de personas. Otra las ciudades con mayor número de habitantes es Comodoro Rivadavia, con casi 200.000.

Este texto trata de alimentar la memoria de la historieta nacional con lo producido en esta región olvidada del Sur.

La historieta realizada en Patagonia vivió su momento de auge entre principios y mitad de los años noventa. Hasta entonces, muy esporádicamente, unos pocos autores regionales publicaban en diarios o revistas locales de corta vida. La “movida patagónica” fue promovida y llevada a cabo, de forma simultánea, por jóvenes veinteañeros residentes en varias ciudades de Patagonia separadas cientos de kilómetros unas de otras.

La movida se generó de forma espontánea, de la mano de una generación de dibujantes que creció leyendo revistas nacionales de humor gráfico e historietas como Humor Registrado, Súper Humor, Fierro, Skorpio y las españolas Címoc, El Víbora, Cómix Internacional, etc.

Argentina salía del oscurantismo de la década del setenta y vivía una explosión cultural que posteriormente fue opacada por las sucesivas crisis económicas. De todas, las que más influenciaron a los autores patagónicos fueron las que reflejaron la apertura cultural, las de la editorial porteña La Urraca (Humor, Fierro).

Fierro, elegida en festivales internacionales de Cómic como mejor revista del mundo en 1984 y 1985, renovó en Argentina el lenguaje del cómic al dar lugar en sus páginas a autores nacionales clásicos (los maestros del llamado noveno arte) que canalizaban su producción en medios extranjeros, y a nuevos autores que se caracterizaban por la experimentación gráfica y temática.

De ese modo, la escuela argentina de dibujo, reconocida a nivel mundial como una de las siete más importantes en cuanto a personalidad, calidad y cantidad de autores, cobró un vigor que influenció a los autores de Patagonia.

Fierro se convirtió en El Espejo de la producción nacional. Mes a mes, la revista le dedicaba un espacio al comentario de los llamados fanzines (revistas de autores amateurs de tirada limitada que florecieron entre mitad de los ochenta y los noventa), a través de los cuales se daban a conocer su trabajo y adquirían experiencia los autores noveles.

Aparecer en la sección de comentarios se transformó en un buen incentivo, un horizonte a alcanzar. Dos revistas patagónicas frecuentaron ese espacio de difusión nacional: la neuquina Alquitrán y la comodorense Duendes del sur.

Alquitrán se comenzó a editar en 1989 en la ciudad de Neuquén; Duendes del sur en 1991 en Comodoro Rivadavia. La primera se transformó en la primera revista de historietas de Patagonia y la segunda en la primera de Chubut. Las revistas se solventaban con publicidad, y se publicaban cuando se conseguía el dinero necesario para cubrir los costos de impresión.

Los mercados pequeños por el escaso número de habitantes de Patagonia, dificultaban recuperar el dinero con la venta de las revistas; pese a que agotaban cada tirada. Es decir, su periodicidad respondía a: “se publica cuando se puede”. Se realizaban a pulmón, a partir de la necesidad de los autores de contar con un espacio donde difundir sus trabajos, hasta entonces inexistente.

De forma paralela, difundían las revistas y los trabajos de los autores, mediante exposiciones que, al contrario de lo que podía esperarse en una región que catalogaba a lo propio como “malo” por el sólo hecho de ser un producto local, obtenían una respuesta de público sorprendente. Por ejemplo, una muestra del grupo de la Duendes del sur realizada en Comodoro en 1991, atrajo 3.000 personas en tres días.

Al mismo tiempo, respecto del humor gráfico, en Allen, Río Negro, Marcelo Candia editaba la revista El sistema; y en Caleta Olivia, Santa Cruz, Gustavo Morichetti hacía lo propio con Humor de la Semana. Las dos contaban con una muy importante repercusión.

Las revistas funcionaron a nivel local para difundir a los nuevos autores, y varios de ellos fueron incorporados a los diarios locales; como asimismo dichos medios les brindaron un importante espacio de difusión a las revistas y a las actividades de los creadores.

En 1991, en el hall de entrada de la Municipalidad de la ciudad Neuquén, se realizó una exposición que mostraba el arte visual realizado en Comodoro Rivadavia. Los Duendes del sur fueron parte de la muestra. Es entonces cuando los “Duendes” y lo locales de Alquitrán tomaron contacto y gestaron la idea de encarar un proyecto en conjunto.

A comienzos de 1993, la Duendes del sur dejó de editarse para transformarse en un suplemento semanal (El Espejo, de los dibujantes del sur) en el diario de mayor difusión de la Patagonia central. Al mismo se sumaron los neuquinos y autores de otras ciudades patagónicas.

El suplemento también comenzó a reflejar el panorama de las artes visuales realizada en Patagonia: artes plásticas, ilustración, fotografía, etc… El suplemento tenía una tirada semanal que promediaba los 15.000 ejemplares. Hacia fines del mismo año se realizó en Bariloche la 1ª Bienal de Arte joven de la Patagonia (incluida La Pampa).

Primero se realizó una selección por concurso a nivel provincias, y luego los ganadores compitieron en Bariloche a nivel Patagonia. Finalmente, tres colaboradores de El Espejo obtuvieron los primeros puestos en el rubro “historieta” (dos neuquinos y un comodorense). Al evento asistieron la mayor parte de los historietistas, ilustradores y humoristas gráficos de Patagonia. Gracias a la Bienal, El Espejo incrementó su número de colaboradores.

A comienzos de 1994, diversos medios nacionales y extranjeros daban cuenta de la “movida historietística de Patagonia”, canalizada a través de El Espejo: Revista 13/20, Skorpio, La Maga, Página/12, El Víbora, Címoc, etc. Para entonces sucedía algo impensado y desacostumbrado: autores de diversos puntos del país enviaban material para difundir sus trabajos en El Espejo.

Hasta ese momento lo acostumbrado era que los dibujantes intentaran publicar sus obras en los medios de Buenos Aires y no que sucediera a la inversa. El material provenía de provincias como Buenos Aires, Santiago del Estero o Capital Federal. Para un país centralista como Argentina, donde todo pasa por Buenos Aires, resultó una novedad.

En febrero de 1994, el punto culmine de la movida, se realizó en Comodoro Rivadavia el Primer encuentro de artes gráficas de la Patagonia. Del mismo participaron autores de La Pampa, Neuquén, Chubut, Río Negro, Buenos Aires y Santa Cruz.

A fines de 1994, a causa de escasez de papel a nivel mundial, al alcanzar el número 93, el suplemento dejó de publicarse. Por sus páginas habían pasado casi 60 autores de 13 ciudades del país. Desde ese momento, el movimiento historietístico en Patagonia comenzó a extinguirse.

Pese a ello, varios de sus autores alcanzaron a profesionalizarse y a difundir sus trabajos e nivel masivo en medios regionales, nacionales y extranjeros: El Ink –neuquino- publicó en Ambito Financiero y La voz del interior –Neuquén-; Carlos Alderete –neuquino- publicó en Clarín, Fierro y medios españoles; Alejandro Aguado –comodorense- en Página/12, La Voz de Galicia y el diario Crónica –Comodoro Rivadavia-; Waccio Skater –neuquino- en D’Artagnan y su propia revista, El ojo blindado; César Hernández –comodorense-, en el diario Crónica; Gustavo Morichetti –de Santa Cruz- en el diario Tiempo de Santa Cruz –Caleta Olivia-; las hermanas Liliana y Marcela Ostrovsky –comodorenses radicadas en Bahía Blanca- editaron sus propia revista: Zoo Ilógico; Daniel Lapetina –pampeano- en diarios de La Pampa y Santa Fe, etc…

En 1998, el autor de esta nota publicó un librito llamado Tinta densa patagónica (basado en el eslogan de la revista neuquina Alquitrán), el que rescata en detalle la historia de la movida historietística, detalla las publicaciones y presenta una muestra de los trabajos de los principales protagonistas.

Con la extinción de las publicaciones, cada cual adoptó un rumbo distinto, y muchos cambiaron de actividad, pero siempre en relación con el arte o la cultura. Varios se volcaron al video, al cine, a la investigación histórica, a las artes plásticas, a la fotografía, animación, enseñanza, etc. Algunos residen en el exterior.

Hoy en día el panorama es bastante desolador, ya que tras las sucesivas crisis económico –sociales de los último tiempos, casi no quedaron medios donde los dibujantes puedan canalizar su obra. Los diarios regionales prefieren comprar material a las agencias de Buenos Aires, ya que de ese modo abaratan costos.

Pese a ello, cada tanto surgen jóvenes que se resisten al desinterés de privados e instituciones estatales, y dan a luz modestas publicaciones que, con suerte, alcanzan a publicar algunos números. Dedicarse a la cultura en Patagonia, y en particular a la historieta, resulta toda una quijotada.

Se podría ahondar en la historia particular de cada publicación, sus autores y las actividades realizadas de forma paralela, ya que el tema no se agota en el detalle del panorama aquí presentado. A cada uno de los autores, al menos los principales protagonistas, por sus trayectorias bien se les podría dedicar un artículo en particular. Pero no era el propósito de este artículo.

Hasta el momento, ninguno de los libros publicados a nivel nacional que abordan el panorama de la historieta Argentina, dieron cuenta de la movida patagónica. En definitiva, siempre se cae en lo mismo: para existir en Argentina se debe publicar en Buenos Aires.
 


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