"Portal a los Hielos Eternos" |
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Los antiguos mapuches tenían buenos conocimientos de las cosas. Nombraban las estrellas que brillan en la bóveda del cielo, los pájaros y aves que vuelan por el aire, los animales que caminan sobre la tierra y los insectos.Hasta los peces que nadan en los ríos y en el mar. Además conocían los árboles y los pastos. Hasta las piedras tenían un nombre.
Los primeros cronistas que describen el territorio recién conquistado de Chile, señalan que al sur del río Itata se produce un drástico cambio en el clima, flora y fauna, el que se veía acompañado de un aumento en la población nativa.
En efecto, el bosque de robles, que ya se insinuaba en la cordillera de más al norte, pasado el Itata dominaba toda la región, desde las planicies del litoral marino a las montañas, donde limitaba con la franja de araucarias.
Este bosque de robles (hualo, hualli, pellín, coigüe), era particularmente favorable para el establecimiento del hombre. Por una parte, estas especies y sus asociaciones de arbustos, hierbas y hongos, producen gran cantidad de bayas, frutos y otros recursos alimenticios silvestres; por otra parte, los robles son caducifolios lo que favorece la insolación del suelo durante las temporadas de otoño e invierno, impidiendo la formación de tierras húmedas pantanosas, difíciles de habitar y favoreciendo lugares propicios para asentamientos humanos.
Al sur de Loncoche, las condiciones cambian, y poco a poco comienza a dominar un bosque siempreverde, laurifolio, el que sumado a mayores precipitaciones, hace la vida humana difícil, salvo en determinados nichos ecológicos, especialmente en el valle central y precordillera.
Las condiciones del litoral son especialmente desfavorables para la ocupación del hombre por ser costas escarpadas dominadas por una densa e impenetrable vegetación que cubre la cordillera de la costa.
El golfo de Reloncaví constituye el límite meridional de la ocupación mapuche, al sur del cual el continente se desmiembra, fracturándose en innumerables islas. La isla de Chiloé constituye el último lugar en que todavía viven pueblos que hablan la lengua de la tierra o mapudungu. Dentro de estos territorios, el mapuche concibe diferentes zonas, que tienen un profundo significado cultural y reciben designaciones especiales en su lengua.
La cordillera de los Andes -pire mapu- o tierra de las nieves es, en estas latitudes, de proporciones bastante más moderadas que las del centro o norte del país. Se caracteriza por tener numerosos pasos cordilleranos de muy fácil acceso, que comunican con la vertiente oriental de la cadena montañosa y las pampas adyacentes.
Como ocurrió en otros casos en la América prehispana, este macizo nevado, lejos de constituir una frontera que separara a los pueblos, fue el lugar de reunión entre las diversas etnías mapuches, pehuenches y puelches que habitaban las faldas orientales y occidentales de la cordillera.
De este contacto, motivado por relaciones de intercambio de manufacturas, animales y mujeres, nació un fuerte mestizaje y comenzó el proceso de difusión de la cultura mapuche hacia las pampas argentinas.
Los espesos bosques naturales donde dominaba el pewen (Araucaria araucana), caracterizaban los faldeos occidentales de la cordillera -inapire mapu- o tierra inmediata a las nieves. El piñón, fruto de esta conífera, era el principal alimento del pehuenche, et-nía cazadora y recolectora que recorría estos territorios gozando de la abundante fauna y flora de la región, sufriendo los rigores de su clima y bajando a los llanos durante el verano con animales, piñones, sal y rudimentarias industrias de cuero, las que intercambiaban por productos agrícolas, textiles y otros objetos manufacturados que les proporcionaban los mapuches.
En ocasiones, estas incursiones ocasionaban correrías bélicas o malones en los que el pehuenche obtenía mujeres y botines de guerra. Fue a través de esta etnía que se "araucanizó" la pampa argentina, de modo que al finalizar el siglo pasado, la lengua mapuche unificaba a la población aborigen que habitaba estas latitudes, entre ambos océanos.
Desaparecidos gran parte de los bosques de esta región, las escarpadas faldas de los Andes son utilizadas actualmente por los mapuches como campos de pastoreo y, en algunos casos, para actividades madereras. La recolección sigue jugando un papel primordial en la subsistencia de los grupos indígenas de esta zona y, dentro de ella, la cosecha anual del piñón, que guardan bajo tierra durante varios meses, les proporciona una insustituible materia prima para elaborar harina, bebidas y otros productos alimenticios.
El lelfun mapu -tierra de los llanos- goza de una excelente potencialidad agrícola. Los asentamientos indígenas se ubican en las riberas de la innumerable red fluvial que entrecruza esta zona. Atraídos por tales condiciones, la mayor parte de los asentamientos indígenas se estableció en estos territorios.
Colaboró a este hecho el agradable clima continental sin temperaturas extremas, producido por el encierro de esta faja entre las dos cordilleras. La espesa flora que cubría los llanos fue talada por el mapuche desde épocas prehispanicas para establecer su asentamiento pequeñas huertas y rudimentarios cultivos agrícolas.
La extensión y riqueza de estos suelos determinaban una apreciable movilidad de los grupos que se trasladaban de un lugar a otro en busca de nuevos territorios que ocupar.
Actualmente y desde fines del siglo pasado, el mapuche ocupa las tierras que le fueron concedidas por el Estado a sus ascendientes. Esto le ha determinado un domicilio fijo y la obligada sedentaridad de sus asentamientos, que se están haciendo estrechos para mantener la creciente población que los ocupa.
Separada por la cordillera de la costa, que presenta su mayor magnitud en Nahuelbuta, se encuentra la costa -lafken mapu o tierra marina- cuyos suelos son de baja productividad agrícola, lo que causa problemas en el abastecimiento de los grupos indígenas que la habitan. Complemento insustituible de la dieta del lafkenche o costino, son los productos de Ia recolección marina, a la cual es gran aficionado.
La gran abundancia de peces, mariscos v algas provocó un intenso poblamiento de esta región, del que dan testimonio los numerosos y espesos conchales que se encuentran a lo largo del litoral.
El puel mapu -tierra del oriente o waithif- tiene un lugar de extremada importancia en la concepción espacial mapuche. Ya se ha descrito la forma en que el indígena descubre estos territorios a través del poderoso vehículo del intercambio, y el proceso de mestizaje y aculturación que allí se produce.
Las relaciones del mapuche con las tierras orientales perduran hasta hoy, y se materializan en estrechas relaciones de parentesco y amistad, que provocan frecuentes visitas de los habitantes de uno y otro lado de la cordillera.
Estas relaciones se hicieron mas estrechas por las sucesivas migraciones que provocó la pacificación de ambos territorios a fines del siglo pasado. Cualquier situación de peligro provocaba inmediatamente el traslado de grupos enteros de mapuches al otro lado de la cordillera, donde eran acogidos por sus vecinos que Ies brindaban hospitalidad y protección.
Fuente: Cultura Mapuche - Editado por el Departamento de Extensión Cultura del Ministerio de Educación de Chile - Julio 1986.
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